El atraco a una familia que llegó a conocer a La Guajira en la vía Uribia – Cabo de la Vela, donde resultaron dos personas heridas entre ellas un menor de cuatro años y su papá de 40, y posterior el feminicidio de una mujer de 27 años en Maicao y el asesinato de un joven universitario para robarle su celular, es la clara demostración de la inseguridad que se vive en este departamento.
No es la primera vez que cada inicio de año los turistas resultan afectados por la inseguridad en la vía a la Alta Guajira; es una situación que se repite de manera permanente y que necesita de una solución de fondo y no pañitos de agua tibia.
Y ni qué decir de lo que sucede en el trayecto Riohacha – Mayapo, donde se da cuenta de la presencia de una banda de atracadores que retienen a los dueños y sus vehículos para luego pedir rescate.
A lo que se suman los hechos violentos en diferentes municipios especialmente en Maicao y Riohacha, protagonizados por antisociales dedicados al robo que terminan asesinando a sus víctimas algo no usual en La Guajira y que se ha acentuado en estos últimos años.
Los hechos relatados indican que las autoridades deben buscar otro tipo de solución para garantizar la seguridad ciudadana.
Los residentes en La Guajira no pueden quedar a merced de quienes con sus acciones violentas causan dolor a cientos de hogares. Es urgente entonces el aumento del pie de fuerza de la Policía, como también de un mayor trabajo de inteligencia para desarticular las bandas, varias de ellas integradas por indígenas wayuú y personas de origen venezolano.
El llamado urgente al gobernador de La Guajira, Nemesio Roys Garzón y a los 15 alcaldes, para que de manera conjunta soliciten el apoyo del Gobierno nacional, con recurso humano y tecnológico para neutralizar a quienes con sus acciones violentas siguen causando miedo en la población.
La Guajira no puede quedar en manos de quienes han encontrado en los asesinatos, y los atracos una forma de vida, este es un territorio de paz habitado por cientos de familias dedicadas al trabajo que viven en medio de las dificultades propias del día a día, y que educan a sus hijos en busca de una mejor calidad de vida.