La gente está como en los tiempos de Noé, no sabe y no le interesa saber; es esclava de sus cuerpos y de sus sentimientos, principalmente los del mal: la avaricia, la codicia, la prepotencia, la soberbia, el odio, la lascivia, que asemejan en el orden del mal que llevamos dentro a unos generales.
Seguidos por los coroneles: fornicación, resentimiento, adulterio, desobediencia, egoísmo, egocentrismo; todos comandados por el jefe de los ángeles caídos, Lucifer y nuestro ídolo físico, la belleza física; y agrégale que como en los tiempos de Adán, utilizan a la mujer como su instrumento.
Es en este mundo donde vivimos los humanos; contrario a lo que ha querido Dios; la codicia y la avaricia se materializan en su hijo, el dinero, que igual que tammuz se convierten en el dios de este mundo. Debemos entender que la verdadera moneda de la vida es el servir; y amar es el verdadero dinero. Son la moneda y el dinero del Reino de los Cielos. Dios siempre ha querido el bien para los humanos, que den frutos y semillas de los sentimientos del bien que son los frutos espirituales que definió Pablo en su Carta a los gálatas: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, los frutos espirituales de Dios.
El árbol del bien y el mal no es un árbol material como nosotros los conocemos, es un árbol espiritual, es el mundo espiritual en que vivimos; somos espíritus, el árbol es nuestro mundo y los frutos son nuestros sentimientos, unos son del mal y otros son del bien; nuestro cuerpo es un vehículo y lo que conocemos como mundo es el espacio donde se manifiestan, es como el mar para los peces, el cielo para las aves, la tierra para los caminantes; hoy estamos como en los tiempos de Noé, donde los sentimientos del mal son los que se manifiestan, los que se materializan, los que le decimos a nuestro vehículo qué haga; que es nuestro cuerpo. ¿Porque Dios permite cosas como el coronavirus? porque de nuestros corazones los sentimientos del mal se han apoderados y nuestra desobediencia al manual de la vida; nadie hace lo que dicen las buenas nuevas del Reino de los Cielos.
Los sacerdotes son los llamados a establecer el Reino de los Cielos en la tierra, ellos deberían ser sus cónsules; pero ellos han establecido iglesias en vez del Reino de los Cielos, religiones de hombres; han establecido en vez del amor a Dios y a su prójimo han establecido el amor al dinero y su idolatría, lo cual no es de Dios; unirse en la defensa de las iglesias mediante la política, más no de Dios; con un discurso hacia una población en especial los gays; cuando lo que transforma y nace un hombre nuevo es el Espíritu Santo y su bautismo; es el que transforma todo, no el sacerdote o la Iglesia.
Las buenas nuevas del Reino de los Cielos está es en el Espíritu Santo y esté en los elegidos y si está en ellos, está en los templos; es ahí donde se transforman los hombres espiritualmente, donde nace el hombre nuevo; no con la política y la corrupción del mundo; el establecimiento o la expansión del Reino de los Cielos parte desde sus ungidos lleno del Espíritu Santo, pasa por los templos hacia el mundo espiritual, no hacia el mundo terrenal, es activar el espíritu que está en el cuerpo hacia su regreso al cielo acompañado del alma de la persona, es conducirlo a toda verdad; que el cuerpo es un vehículo que hay que saberlo conducir, ser un buen conductor y para ser un buen conductor se debe tener en cuenta dos cosas: el manual de funcionamiento del vehículo y las normas de tránsito; es decir que hay que saber qué le hace bien y daño a la vida y cómo se conduce espiritualmente en esta vida para evitar chocar o ir hacia el abismo, esa es la verdad.