Decía el escritor español, Noel Clarasó i Serrat, que la repartición más equitativa que existe es el de la inteligencia: todo el mundo cree tener suficiente. Tal vez, esto sea la razón por la que muchos, creyéndose tener el coeficiente intelectual superior, se pavonean con sus infundadas ideologías.
Obviamente, esas ínfulas los hacen delicados, y como dice el músico argentino, Pablo Krantz, “el mundo está lleno de inhabilitados mentales, buscan enemigos para darle sentido a sus vidas”. Se inconforman con las creencias de los demás y, quien opine sobre los endiosados políticos de sus afectos, son considerados opositores. Inconscientes, se sienten investidos de autoridad, considerándose moralmente serios vigilantes de la pulcritud, rechazando cualquier conjetura diferente a su pensamiento.
Gran parte de lo que está sucediendo, se lo debemos a la terrible equivocación de esos inteligentes pensadores. Pero así, como hay blanco hay negro, y esa inteligencia tiene su contraparte: la estupidez. Dicho por psicólogos; cuando se es estúpido, no aceptan argumentos cargados de experiencia, no usan la lógica ni el cerebro. Estos estudios han determinado que se tiene tendencia a ser ciegos frente a los errores, más de lo que podemos darnos cuenta. Estos errores colectivos, son de los que se valen medios informativos, al servicio de quienes han gobernado los últimos dos siglos, manipulando los incautos, con engaños y mentiras sensacionalistas, en beneficio de los políticos corruptos que se han apoderado de nuestro país.
No es un secreto, la ética y la moral no tiene cabida en los políticos que gobiernan, abusan del poder, maltratando a los menos favorecidos. Han multiplicado las estrategias de información, inyectando odios y rencores y transformando el pensamiento colectivo. Cambiaron los valores sociales más importantes, modificando la opinión reflexiva. Con las crisis políticas, sociales y económicas que atraviesa Colombia, nos hacen creer que es el tercer país más feliz del mundo; que un partido de fútbol de la selección es más importante que las realidades que vivimos. Sin lugar a dudas, la mayoría de los que pregonan su inteligencia, no están conscientes de esta verdad. ¿Será alienación? Si es así lo que constituye nuestra crisis, necesitamos un cambio de conciencia, urgentemente.
La distorsión de la conciencia hace que las personas cambien el ordenamiento social, creando ideales, que los mantienen y cuidan como reales. Esta falsa percepción, alimentada con noticias de distracción televisadas, para que no pensemos en los conflictos existentes, esta circunstancia ha fracturado la sociedad, creando una polarización que supera los límites de la imaginación, sin permitirnos avanzar en la construcción de un pueblo en reconciliación y paz. ¿A quién se le atribuye esta crisis? Ni la ética, ni la moral pueden ser. La ética relaciona los valores morales que guían el comportamiento humano en la sociedad y la moral, las costumbres, y normas establecidas por cada sociedad. Estos valores se mantienen inmodificables, porque los verdaderos culpables son los que actúan con la conciencia distorsionada.
Haciendo un recorrido por lo dicho, conviene destacar que estamos frente a un gran problema social: “La polarización política”. La brecha que se ha abierto en la sociedad colombiana, es profunda. Las diferencias, entre los extremos, cada día aumenta más, no existen diálogos ni formas que tengan visos de reconciliación, antes, por el contrario, solo insultos y amenazas. Lo cierto es que de esta polarización no podemos esperar nada bueno, solamente estamos viendo que en el país se agiganta el problema social y seguimos ciegos ante los problemas que de verdad aquejan a la población: equidad económica, justicia social, salud y educación, ejes de desarrollo.
Necesitamos verdaderos diálogos de entendimiento, sin ofensas personales y acordarnos que estamos frente a un entramado político elitista, que solamente valen nuestros votos, útiles a su causa, no como personas. Por esta razón, entre todos podemos superar esa polarización que tiene enfrentadas las capas sociales, media y baja, aceptando el precepto que las sociedades están estratificadas. Dejemos atrás esa falsa conciencia, que está más cerca de la conciencia primitiva, por una moderna, sin egoísmos, sin odios y con deseos de que se haga realidad la mentira de que “Colombia es un país feliz” y no el paraíso de los tontos.