Gustavo Gutiérrez Cabello, ‘El Poeta del vallenato’, hace mucho tiempo, en su estado de soltería, estaba enamorado de Cilia, hija de don Joaquín Manjarrez y Alba Pumarejo, personas distinguidas de Valledupar. ‘Tavo’, una noche de luna llena, parrandeaba con el pintor Jaime Molina, ‘el Mono’ Gil y varios amigos en la casa de Carmen Montero, en la Plaza Mayor. Tocaba muy alegre la concertina, cantando sus canciones preñadas de sentimiento y a la medianoche convidó a sus amigos a dar serenata a su enamorada.
Llegaron a la residencia de Cilia, en el barrio Loperena, y cuando ‘Tavo’ interpretaba ‘La Espina’, salió Joaco en chancletas y una bata de satén roja, con el pelo parao, portando un viejo revolver colt calibre 45, con argolla en la cacha, de la antigua Policía Montada de Estados Unidos y en tono furioso, le dijo a Gustavo: “Tengo dos balas para disparar: Una para tu concertina y otra para ti”.
Jaime Molina intervino de inmediato, mientras Gustavo se escondía detrás de su concertina.
—¡Manjarrez!, ¡cuidado!, ¡no vayas a cometer una locura! Esto lo vamos a resolver nosotros. ¡Te reto a muerte! ¡Tú, con tu revolver y yo, con mi pincel y mis acuarelas!
—Jaime, no intervengas que el asunto es entre el flaco ese y yo. —Entonces, busquemos una salida pacífica con apoyo del viejo Tomás Parr.
Ante el frustrado desafío, Jaime y Joaco decidieron beber Old Parr de la botella que traía ‘el Mono’ Gil para calmar los ánimos; sacaron sillas y en esos momentos pasaba Joaco Pérez, quien venía alegrón de ‘La Piragua’ y al verlos se bajó del jeep a beber con ellos. Mientras tanto, Alba aprovechó para hablar con el asustado Gustavo.
—Mire, joven, ¿usted tiene buenas intenciones con Cilia? —Bueno, sí te hieren las espinas…, apártalas del camino…, yo creo que sí…—Pero, dígame una cosa: ¿Usted estaría dispuesto a casarse con Cilia? —Vea, señora, yo creo que, las nubes besan la punta del cerro, pero esto debe esperar…, mejor dicho, vea: no pienso casarme con nadie.
Más allá de lo posible…mi corazón quiere salirse del pecho…, pero, apenas la estoy conociendo. ¿Me entendió? De inmediato, Alba Pumarejo, muy furiosa, fue a quejarse donde su esposo.
—¡Joaco!, ¡esto es imperdonable! Ese flaco está loco y dice que no se va a casar con Cilia. ¡La va a perrateá! —Ve, mija, resuelve tú…, es mejor que yo no intervenga, porque ¡se me sube el Manja a la cabeza y me vuelvo muy brutal… Al final, se formó la parranda en la casa de Joaco con Gustavo Gutiérrez y sus amigos y a Joaco Manjarrez, durante más de 10 años, los amigos le decían ‘El Brutal’.