Enhorabuena, la administración municipal en cabeza de su alcalde José Ramiro Bermúdez y su coordinador de Cultura, Nicolás Lubo, le apuestan decididamente al fortalecimiento y patrimonialización de las carnestolendas como manifestación cultural más emblemática, tradicional y de mayor apropiación social para los riohacheros.
Con la presentación, ante el Concejo municipal, de un proyecto de acuerdo, se propone la institucionalización de estas festividades, recursos de estampilla pro cultura para el fomento de las actividades que involucra cada año esta celebración. En diálogo virtual con el encargado de la oficina de cultura del Distrito, Nicolás Lubo, me comentaba que, además, ya se está avanzando en el proceso de patrimonialización, tan o más importante que la institucionalización.
Los carnavales de Riohacha son de los más antiguos de Colombia, los relatos etnográficos de Nicolás de la Rosa, dan cuenta que ya, en la primera mitad del siglo XVIII, eran unas fiestas con mucho arraigo, las que se enlazaban con las patronales de la ‘Vieja Mello’. Esta antigüedad le confiere valor histórico; su iconografía, disfraces, comparsas, la puesta en escena de los embarradores, la danza del pilón, le dan un valor estético. La ritualidad, tradición, apropiación social, significados y la alegoría que encarna todo carnaval, le dota de valor simbólico. Estos tres tipos de valores, justifican una declaratoria a nivel local, departamental y nacional. Pero, para que una manifestación del patrimonio inmaterial sea declarada, requiere que, en el mismo acto administrativo, se adjunte un plan especial de salvaguarda –PES–.
Las declaratorias no se hacen para revivir lo que ya está muerto, el patrimonio es vivo, y como tal, hay que concertar escudos de salvaguarda a tiempo. Hay que aprovechar la alta relevancia social y cultural de estas fiestas en el riohachero para una mayor apropiación social. La misma de la que debemos contagiar a las colonias, estratos y comunas de la ciudad, que no se sienten representadas porque no las involucran, ven el carnaval como de la gente de la 15 hasta la primera. Apropiación social es cuando la gente defiende el patrimonio porque lo representa y le favorece.
Por otro lado, uno de los factores que constituye debilidad en los carnavales, ha sido la atomización. Una junta central, ojalá tenga continuidad y no cambie en cada gobierno, debe ser incluyente con las organizaciones que se han echado al hombro, por años, la organización de las carnestolendas. Pero también, de otros sectores culturales y hasta del empresariado.
Ojalá no se cometa el error de disgregar componentes de los carnavales en ese proceso de patrimonialización. Sería una pérdida de esfuerzo, sinergia y recursos que, por un lado se busque la declaratoria de la fiesta de la embarradera; por otras, la del baile del pilón; de otra, de la cumbiamba. No. La declaratoria debe ser para “los carnavales de Riohacha”, con todos sus componentes: bando, disfraces e iconografía, desfiles, eventos como del Caimán de MIchi, los viernes de Meme Pimienta, desfile de carrozas, mojadera de la calle 8, el pilón, embarradores, cumbiambas, entierro de Joselito y los que se me escapen. Ese debate se dio entre nosotros, para la patrimonialización de la música vallenata: unos querían que fuera el festival vallenato, otros que el canto, la piqueria, la parranda, el lenguaje del acordeón o la canción. Al fin, con la declaratoria de la música vallenata, todos sus componentes quedaron incluidos.
Con proyectos financiados con recursos de impuestos al consumo, se gestiona también financiación del PES del carnaval, pues no se trata solo de redactar un documento de buenas intenciones sin unas fuentes presupuestales. Esa es otra lección que nos da el PES de vallenato: fue aprobado sin tener claro de dónde salen los recursos; 6 años después, su ejecución no llega al 20%.