La boca es la puerta de la mansión física. Si la boca, si la puerta está sucia, ¿Qué podemos decir de la residencia y de sus habitaciones? El cuerpo es como una radio, el corazón es la emisora, y la vibración que emite el corazón es el sonido.
Si utilizas el sonido, se derrocha energía. Entonces no derrochemos energía hablando demasiado. Por esta razón los antiguos guardaban silencio. En silencio descubrimos nuestra propia verdad. Cerremos los ojos y sentémonos en silencio. La charla inútil tiene como consecuencia el derroche de energía y la pérdida de la memoria.
Las heridas que inflige la lengua apenas pueden curarse; producen ulceras perdurables en el corazón. Incluso son capaces de causar más daño que una bomba atómica. De ahí que a los deslenguados en primer término no son felices, en segundo término viven enfermos de amargura y de infelicidad. Por ello se ha dicho siempre que la lengua es el castigo del cuerpo. Los bochincheros son la gente más infeliz sobre el planeta tierra, su boca siempre está sucia y de ahí que en su corazón anida un espíritu malévolo.
Las palabras pueden conferir fortalezas; pero también pueden consumirla. Las palabras pueden conquistar amigos, pero pueden convertirlos en enemigos. Pueden elevar o rebajar a una persona. Una persona es juzgada por sus palabras.
Las palabras también causan daño de otras maneras. Cuando hablamos despectivamente, difamando la reputación de otra persona, o hablamos de los otros con odio, sarcasmo, esas palabras se quedan grabadas en la cinta magnetofónica interior, que es la mente. Al grabar en esa cinta la conversación, las palabras, los sonidos emitidos por alguien, todo eso permanece allí incluso después del fallecimiento. Por lo tanto, incluso después de nuestro óbito, las impresiones y el impacto provocado por pensamientos nocivos, palabras rencorosas y perversas y maquinaciones malévolas, sobreviven a la desaparición física. No presten atención, jamás a palabras que ridiculizan, escandalizan u ofenden a los demás. La calumnia es un pecado muy grave y pecaminoso, y cuando caemos en el juego de los calumniadores nos volvemos iguales a ellos.
Los profetas antiguos recomendaban el silencio como disciplina espiritual. Las palabras son energía. El hecho de hablar demasiado está directamente relacionado con el inicio de la senilidad y la vejez prematura.
No perdamos el tiempo en charlas inútiles ni en murmuraciones, algo difícil de cumplir sobre todo en los pueblos nuestros, donde la murmuración es el pan de cada día. Dios ha dotado al hombre con todos los órganos de la percepción y de la acción. No tenemos que hablar de cosas nocivas, sino solo de cosas buenas, de ahí que las veleidades pueblerinas es el alimento que entra por nuestra mente y como es nocivo, hace tanto daño que repercute en nuestra manera de pensar y actuar, en nuestras familias y en el mismo desarrollo de nuestras comunidades.
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