“Pido a Dios, negrita linda que te dé su bendición, para desearte con alegría y con cariño que te dé felicidad”
El aparte transcrito corresponde a la canción titulada ‘Felicidad’ de la autoría de Julio Oñate Martínez incluida por ‘Los Hermanos Zuleta’ en el LP ‘Cantaré’ en el año 2002, la cual vino a mi mente a propósito de un acontecimiento alegre y sentido del cual fui testigo y también protagonista en noche reciente pasada.
Con la satisfacción que el motivo ameritaba recibí la especial invitación para acompañar a ‘La negra’ Peralta a un evento especial con motivos de sus primeros noventa años de existencia, evidentemente yo no podía faltar allí porque sabia que mi presencia no solo agradaba a la cumplimentada, sino que sería motivo de gozo para mi vieja que me cuida y me guía desde el cielo.
Durante su periplo vital mi vieja y la agasajada se amaron entrañablemente, con las dos realicé viajes que para mí en mi inocencia supina eran trascendentales, aunque siempre se presentaban esos desplazamientos para asistir a los velorios en otros pueblos y la ciudad, ellas iban a lo suyo “a dar cumplimiento”, con la carterita en una mano y el pañuelo en la otra, yo iba a lo mío, a divertirme porque eso era para mí la compañía de la mujer maravillosa que me trajo a este mundo.
Fue aquella noche de celebración discreta y familiar una gran oportunidad para el reencuentro con los míos y con mis recuerdos, sin duda, eche de menos a quienes ya se han ido, recordé la primera vez que mientras esperábamos un carro que nos llevaría de regreso de Riohacha a Monguí a La Negra, a Mamá y al Nene de su madre en el ‘Parque de la india’ que jugué por primera vez en mi vida en columpios, eso no lo había visto ni en televisión porque en mi casa eso no lo había, nuestros columpios en el pueblo eran los grandísimos vejucos de melero que habían en el camino de Songó y en la orilla de la quebrá.
Quien cumplió años era esa mujer generosa que cada diciembre me traía el mejor juguete que encontraba en Venezuela, trabajaba igual que sus hermanas durante toda la anualidad para regresar a compartir con la familia las fiestas de Año Nuevo y Navidad, esas cosas son imposibles de olvidar, en mi casa fue permanente su compañía en invierno y en verano, en nuestras subidas y en las bajadas, y con sus hijos gracias a Dios permanece incólume nuestra fraternal relación cultivada desde cuando yo todavía no me había desprendido de mi inseparable compañero, el tetero azul marca Evenflo lleno de agua de maíz que nos regalaba la inolvidable Josefa Brito Q.E.P.D.
Mi alegría fue inmensa, y mi satisfacción también, me encontré allí con gente con la que solo nos reuníamos a llorar nuestros muertos, fue una noche de evocación de mejores tiempos y entendible nostalgia, allí se sentía cuanto duelen las los adioses para siempre, en medio del festejo era fácilmente perceptible el vacío de los que no podrán volver a estar.
Son las anteriores razones de peso para haber solicitado a mis futuros compadres el aplazamiento del bautizo del muchacho a quien habremos de llevar a la pila bautismal posteriormente en la Iglesia Las Tres Avemarías en la ciudad de Valledupar, yo no podía fallar porque también lo debía hacer para agradar a Dios, nadie merece por bonito me enseñaron cuando estaba niño, igual que ningún nuevo amigo podrá sustituir del lugar especial que le corresponde en mi corazón a mi familia, ese espacio es intocable, así como honre en vida a mi padre y a mi madre, del mismo modo quiero y valoro a sus hermanos, a sus hermanas, a sus primas, a sus comadres y compadres espirituales que fueron como sus hermanos, todos muy importantes para mí, y sé que así como yo los quiero también me quieren a mi porque saben que soy prolongación de la existencia de un hombre bueno, inteligente, honrado y luchador, y de una mujer abnegada trabajadora, sufrida… ¡la reina mía!
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