En la peor crisis de la humanidad de los últimos tiempos: entre el dolor y el miedo, entre el desespero y la impotencia por la pandemia, el gobierno Duque presentó ante el Congreso, con un título embaucador y una reforma tributaria camuflada, el proyecto de ley llamado “Transformación social, solidaria y sostenible”. Opuesto a lo prometido en campaña. Sin lugar a dudas, estamos frente a una persona con patología compulsiva a la mentira.
En este contexto, encontramos una sarta de artificios, desde la campaña a la presidencia y posterior a su triunfo: recordemos la valla publicitaria en Bogotá; “menos impuestos más salarios”; liquidación de “Electricaribe”; a la periodista Eva Rey, le dijo: “no engañar al país”; el año anterior, en discurso televisivo, manifestó: no es conveniente hacer una reforma tributaria en medio de la pandemia: “es un suicidio”. Fueron promesas disfrazadas; Hoy, bajó los salarios y subió los impuestos, premió a Electricaribe, después de un almuerzo en España, con 7 mil millones, ha engañado al país de principio a fin, y hoy trae una reforma tributaria descabellada. ¡Ahí tienen! para que aprendan.
El vergonzoso asalto al pueblo colombiano, con esta reforma, no tiene límites por parte de este gobierno malintencionado. Es preciso señalar que, Colombia es el único país del mundo, en medio de la crisis sanitaria que vivimos, que ha presentado ante el Congreso el proyecto de ley reformativo a la tributación; a pesar de las advertencias de los especialistas de la economía; no es procedente realizar esa reforma, han hecho caso omiso. Hoy, según ellos, es todo lo contrario, la reforma no afectará el bolsillo de los colombianos, si es que aún tenemos bolsillo; lo seguro es que los más beneficiados, con esta ley de estructura económica, son los sectores financieros, quienes anualmente aumentan sus ingresos, por un lado, y por el otro el gobierno les inyecta dinero, como el año anterior, que reconfortó con 40 billones de pesos a los banqueros para su liquidez.
Tras el descalabro económico de las pequeñas y medianas empresas, la pérdida de empleos de más de 5 millones de colombianos, por los hechos conocidos de la pandemia, Duque y el ministro de Hacienda, insisten en la aprobación de la reforma tributaria. Con la inusual reforma, pretenden recaudar 25 billones de pesos, gravando casi todos los productos de la canasta familiar, servicios públicos, pensiones, salarios bajos y gasolina, entre otros, aplicando el 19% a cada uno, afectando las clases media y baja, mejor dicho, “al caído caerle”. Desestiman que, con el aumento de la gasolina, técnicamente se produce el “efecto dominó”; aumentan los fletes, todos los elementos y productos transportados automáticamente se incrementan y así sucesivamente. Inaudito que hablen de austeridad y de la pobreza del país, buscando justificar la reforma, pero a la postre, es un gobierno “derrochador”, gastando, en plena pandemia, mas de 25 mil millones de pesos en camionetas blindadas, tanquetas para el Esmad, aviones de guerra, para una guerra que no es nuestra, transparencia digital y piensan comprar 6.400 millones en gorras para modernizar la Policía.
La estrategia de manipulación “Problema-reacción-solución”, diseñada por el norteamericano Avram Noam Chomsky, es la que ha venido utilizando el gobierno actual, creando el problema, esperan la reacción y presentan la solución. Me recuerda el libreto de las películas de vaqueros en el cine: el bueno, el bandido y los secuaces. La trama es igual; el jefe de los bandidos manda al segundón a socializar la tributaria y crea el problema, la reacción no se hace esperar, entonces aparece el bueno, lavándose las manos, dice que el chocolate, azúcar, arroz, aceite no se van gravar con IVA; problema solucionado, quedando el autor de la reforma como el malo del paseo.
Pero Carrasquilla, que a mi entender en un extraño cruce genético entre piraña y pulpo, su voracidad sin límites destruye en minutos cualquier presupuesto y sus tentáculos llegan a los más pobres del país. Este raponazo tributario no ha sido bien recibida por el pueblo. Es el momento para que el Congreso de la República tome la iniciativa y sepulte esa diabólica reforma, que tiene en la mira hundir a los de clase media y enterrar a los pobres. Que se aplique la lógica existente en otros países en vía de desarrollo: los que más tienen pagan más.