“El problema nuestro es el tiempo, porque siempre va a toda prisa, y a lo largo de nuestras vidas, solo van quedando recuerdos”.
Al reincorporarme del impacto recibido, al enterarme que mi gran amiga Tania Remedios Arredondo ha dejado de existir, vino a mi mente el aparte transcrito de la canción titulada ‘Los cambios de la vida’ de la autoría de Calixto Ochoa, que incluyeron los Hermanos Zuleta en el LP titulado ‘Mañanitas de invierno’ en el año 1993, porque ha quedado claro, que definitivamente, el tiempo y la pandemia van de prisa y de la mano, quedando de la vida de mucha gente cara a nuestros afectos, solo los gratos recuerdos.
Esta vez, el infortunio visitó a Tania y se la llevó consigo, no hay duda, Dios supo escoger una vez más a quien llevar a sus aposentos, se llevó a una gran mujer, a la secretaria eficiente, honrada y leal con la cual me premió durante cuatro años en la Dirección Jurídica del Seguro Social; cuando llegué fui advertido que tendría con una gran secretaria, pero que tenía un carácter fuerte, sucedió lo contrario, durante el tiempo que compartimos esos años de bendiciones fuimos el uno para el otro, como la tapa de su cajeta, y cultivamos una gran amistad, que para fortuna de los dos, se mantuvo incólume hasta el día de hoy cuando llegó a su fin inesperada e inmerecidamente su periplo vital.
Fue esa hija de Hilarito q.e.p.d. una persona maravillosa, y especialmente generosa conmigo, atenta, colaboradora y detallista, era, después de la llamada de Lorena Bermúdez, Augusto Chassigne y de la prima Botón, la primera llamada que recibía el día de mi cumple cada año, en cada fecha especial siempre me sorprendía con sus manifestaciones de aprecio, y cuando tuvo dudas, inquietudes y problemas, fue mi opinión consultada por ella, fruto de una confianza depositada que no se compra con ningún dinero en el mundo.
Desde cuando la conocí, fui enterado que a pesar de estar vinculada a la institución por más de diez años, nunca había aceptado participar en agasajos, compartir, fiestas ni partidas de tortas, como todos hacían en los tiempos exitosos del ISS, su diversión, era el trabajo, pero a partir de mi presencia, logré que lo hiciera, dentro y fuera de la institución, y que participara en las capacitaciones, porque entendió que lo único que uno se lleva al momento de partir, son los conocimientos, lo demás es efímero, transitorio y aquí se queda, con las manos vacías venimos, y con las manos vacías nos vamos.
En su discreto silencio, vivía pendiente de todo y de todos, amaba entrañablemente a sus hermanos, y más de una vez sufrió por ellos, le preocupaba la salud y la presentación de su padre, y con la partida de aquel, tal como me dijo que se lo había prometido, asumió, como padre y madre de los hijos menores que él tenía, asumió su cuidado, su custodia, su crianza y educación, cumpliendo así la voluntad de su progenitor quien los procreó cuando ya se encontraba en el otoño de sus buenos días, cada paso para ese propósito me lo iba contando y pedía mis consejos.
Nunca llegué a pensar en un desenlace fatal para ella en la plenitud de su existencia, la última vez que nos vimos hace un mes, no pensé jamás que a penas comenzando a disfrutar el fruto de su trabajo, en sus cuarteles de invierno, ya pensionada, lo fuera a dejar todo para comenzar la verdadera vida donde su reinado ya no es de este mundo, no pensé nunca que su alegría y su amplia sonrisa en nuestro encuentro, se fuera a convertir para mí solo en dulces recuerdos por su perenne ausencia
Seguramente, como cristiana de los pies a la cabeza, aceptó con gozo emprender el camino final, con la esperanza del regreso un día, precisamente, porque predicaba con el ejemplo, ahora quienes la quisimos en vida, damos gracias a Dios por los años que con ella nos permitió compartir, mientras el bálsamo del consuelo cura la herida abierta en nuestro corazón.
¡Ministra Tania, que orgulloso me siento de haber sido tu amigo, y acuérdate de tu gente ahora que estás en tu Santo Reino!