Por Jorge Naín Ruiz
¿Cuándo se acabaron las serenatas? no sé, ¿Qué ha pasado con las parrandas? ¿Cómo son ahora? Hagamos un recuento y balance. Lo que es cierto es que 50 años atrás jóvenes y viejos se enamoraban con serenatas. Acordeones, guitarras y voces se unían para cantarle por las madrugadas a la mujer que se amaba, y si no había sido suficiente enamorarla en el colegio, baile o parque, una serenata podía cumplir a la vez con dos funciones: hacer que la señorita diera el tan anhelado sí, pero también que los padres se enteraran quién era el pretendiente de su hija.
Son muchas las razones por las cuales ya no se puede, aunque se quiera dar serenata, sin duda una de las más poderosas es la inseguridad, ¿quién se arriesga a caminar por las calles de noche o en las madrugadas, así sea en grupo, a sabiendas del riesgo que se corre?
Nuestros más románticos compositores vallenatos encontraban en la serenata una ocasión perfecta para estrenar sus canciones, inclusive sin que la beneficiaria fuera su pretendida. En una serenata muchos se inspiraron, y de allí nacieron bellas letras y melodías.
La lírica vallenata encontró siempre en la serenata un punto de apoyo, se imaginan ustedes que nunca hubiesen dado serenata un Tobías Pumarejo, Rafael Escalona, Fredy Molina, Hernando Marín, Sergio Moya, Gustavo Gutiérrez, Rosendo Romero, Fernando Meneses, Rafael Manjarrez, Roberto Calderón, por solo mencionar algunos.
Las mujeres y los hombres del siglo XXI se perdieron de degustar uno de los platos más exquisitos del enamoramiento, nosotros los románticos no cambiamos por nada del mundo la felicidad que produce ver asomar por la ventana a la mujer amada y que ella nos escuche poesías cantadas en una madrugada.
Las serenatas se murieron en el vallenato, y las parrandas se encuentran en estado de coma, aún se reúnen grupos de amigos en los patios de árboles frondosos de pueblos del Caribe a escuchar guitarras y acordeones, pero especialmente a apreciar las composiciones inéditas, los versos improvisados y las canciones clásicas en nuevas versiones.
No he asistido a una parranda de jóvenes, pero me la imagino: los músicos tocando canciones que algún despistado le pidió y la mayoría de los asistentes con sus teléfonos móviles ensimismados en videos, imágenes, redes y conversaciones, mientras consumen el licor.
Espero morir primero que las verdaderas parrandas, alguna vez me inventé una en Bogotá y me traje a Nafer Durán, Adolfo Pacheco, ‘Chente’ Munive, Miguel López y Pablito, Leandro Díaz, por supuesto con Ivo, y a Enrique Díaz.