Por Juan Rincón Vanegas – Especial para Diario del Norte
La vida de Calixto Antonio Ochoa Campo, el hijo de César Salomón Ochoa López, y María Jesús Campo Pertuz, estuvo llena de música o en otras palabras se la pasó regalando alegrías cantadas. Todo lo que giraba en su entorno lo pasaba a canción y en su registro aparecen más de 1.500, algunas de ellas quedaron inéditas en casetes que guarda su última compañera Dulzaide Bermúdez.
En fin, ‘El negro Cali’, el hombre de la lengua activa que ablandaba cualquier corazón, el del ingenio popular, el compositor versátil que se paseó orondamente por los oídos del mundo vallenato, supo darle el toque preciso a su sincero amor al folclor.
No contento con eso en vez de entregar su hoja de vida, contó su biografía partiendo desde su tierra Valencia de Jesús hasta transitar por esos caminos de Macondo donde todo se convertía en realidad, como aquel hecho del calabacito alumbrador o cuando llegaban las horas de la tarde que le provocaba volver a los inolvidables sabanales. También aquella vez que soñó con tristeza su propia muerte, 36 años antes de suceder en realidad.
Como cualquier sicólogo de pueblo, en una oportunidad Calixto Ochoa se puso a pensar en las vueltas de la vida, esas que nunca se quedan quietas, así el mar del olvido o las alegrías efímeras se unieran al silencio del recuerdo cuando los años van diciendo adiós.
Él, fue la estampa del hombre trabajador y que supo en el momento justo dedicarse a componer para dejar las huellas que marcaron su gran historia musical.
Entre esas facetas un hecho que lo catapultó sucedió hace 50 años cuando se coronó como Rey del Festival de la Leyenda Vallenata presentando sus propios cantos: el paseo, ‘Muñequita linda’; el merengue, ‘Palomita volantona’; el son, ‘La interiorana’ y la puya, ‘Puya regional’. Lo acompañaron en la caja Olimpo Beltrán Peñate y en la guacharaca, Eliécer Amado Ochoa Herrera.
En esa oportunidad en la mesa de jurados estuvieron Enrique Castro Palmera, Pedro Peralta, Darío Pavajeau Molina, Víctor Julio Hinojosa y Lácides Daza.
Precisamente en cierta ocasión al indagarle a Consuelo Araújo Noguera sobre Calixto Ochoa fue enfática en afirmar: “Calixto es extraordinario, es el representante de la clase vallenata que tiene sabor a tierra, a boñiga, a ganado, a campo, a trabajo, a sudor, a esfuerzo. Yo diría que Calixto Ochoa, es lo más auténtico dentro de la música vallenata”.
El más merecido homenaje
A finales del mes de abril del año 2012 Calixto Ochoa Campo, recibió el más grande homenaje en el 45° Festival de la Leyenda Vallenata. Fue en vida el mejor regalo para el hombre que supo meterse en el pentagrama del mundo en forma de sabanales, lirios rojos, mujeres, pueblos, hechos reales y personajes que tenían su propia identidad.
En el homenaje no tuvo a su lado su más grande cómplice, el acordeón, porque los dolores del cuerpo lo tenían alejado de la música, pero dijo: “Esto es indescriptible. Tantas muestras de cariño me hicieron llorar como un niño. Irrepetible, inigualable, Dios les pague a todos. Lo que más me gustó fue el entusiasmo del público”.
Esa vez recordó que cuando ganó la corona en el año 1970 recibió como premio 10 mil pesos y se compró un reloj marca Ferrocarril de Antioquia.
También antes de llegar a Valledupar para recibir el homenaje hizo una parada en su pueblo Valencia de Jesús. Sobre ese hecho trascendental expresó: “Regresar a mi pueblo fue un reconcilio con mi alma. Cada pedazo de esa tierra me hizo recordar la bella época donde nacieron mis primeras canciones y todo lo que significa el comienzo de mi vida”.
Secretos de Calixto
Dulzaide o “Dulsa”, como llamaba el maestro Calixto a su esposa, estuvo a su lado durante 25 años. Esta mujer nacida en Villanueva, La Guajira, le conocía todos los horarios de su corazón siendo su guía a todo momento.
Claro, que esos amores comenzaron en 1971, pero los interrumpieron por diversas causas, hasta que el destino los volvió a unir y fueron como dos tortolitos en un mismo nido.
Ella, lo recuerda todos los días y visita con frecuencia su tumba en Valencia de Jesús. Teniendo la grabadora al frente sin pensarlo cuenta su historia de amor. “A Calixto lo conocí en el Festival Vallenato del año 1970 cuando se coronó Rey Vallenato. Lo observé tocando en un kiosco y me llamó la atención porque todos los aplaudían. Esa vez no pasó nada. Todo comenzó un año después y al poco tiempo como por arte de magia cada uno tomó su camino hasta que nos volvimos a encontrar”.
Además, sus ídolos en la música vallenata fueron Andrés Landero y Alejo Durán. De ellos, les gustaba cómo interpretaban las canciones, ‘Flamenco’ y ‘El chevrolito’. Lo hacían llorar.
El hombre que le pidió permiso a la muerte para demorarse 12.985 días más en la tierra, nunca le tuvo miedo y hasta en varias canciones se dio el lujo de exponer su concepto. En la canción ‘La plata’ revela que la vida es un sueño y antes de morir hay que disfrutarla a lo máximo. También hizo un paseo por la conclusión de los días del ser humano, y sentó una cátedra de cómo la vida es un perfume al viento que siempre se nos va, y que de nada vale en el mundo tanto orgullo si todo se vuelve nada.