La ‘vaca antioqueña’ ha puesto sobre el relieve de la opinión nacional diferentes matices políticos y regionales.
Primero, se valora la pujanza, la confianza y la buena fe de un pueblo aguerrido para emprender, en un esfuerzo sin precedentes, obras estratégicas a partir de la concurrencia de un grupo de ciudadanos “arrieros”, de todos los sectores sociales, capaces de aportar no solo voluntades, sino también donaciones económicas, en pro de consolidar la prosperidad de una región tan importante.
La juntanza paisa es una demostración de coraje, voluntad e independencia de una dirigencia política y gremial que no se aminala ante la actual crisis de gobernabilidad que afronta la Nación, cuyos síntomas más visibles son la incompetencia, la desinstitucionalización del Estado, la improvisación y el desdén por las regiones.
El esfuerzo por culminar las vías denominadas 4G de Antioquia tiene una Junta, en la cual, bajo el liderazgo de la Gobernación de Antioquia, participan la Cámara de Comercio de Medellín, Proantioquia, los sindicalistas de la CGT, la Alcaldía de Medellín y Fenalco Antioquia.
Este sistema de mecanismos voluntarios de aportes cuenta además con reglas definidas mediante un decreto regional, y el acompañamiento de firmas de auditoría de prestigio que garantizan una aplicación eficiente de los recursos.
Sin embargo, los paisas saben muy bien que no hay recua de mulas sin tropiezos, y como buenos arrieros han dado poco crédito a las piedras del camino: las críticas por la actitud “limosnera” del gobernador, las burlas por colocar una meta de recaudo imposible de cumplir, y hasta las amenazas centralistas por usurpar obligaciones y competencias de la Nación y violar de paso, la ya manoseada Constitución Política.
Pero el camino continúa y el buen andariego no descansa y es animado por otros viajeros. Porque además de reconocerle lo audaz, la vaca ha recibido aportes de los migrantes antioqueños residentes en todo el mundo y la solidaridad de otras regiones de Colombia; muestra de ello, es el anuncio de los ciudadanos de Cúcuta de convocar una iniciativa similar para construir un muro en la frontera con Venezuela. Ante estos hechos, algunos nos preguntamos: ¿Puede la ciudadanía guajira bailar al ritmo paisa y emplazar una vaca para terminar las obras estratégicas aplazadas por años?
A primer resoplo surgen las respuestas sarcásticas: (i) no tenemos ni el empuje, ni los recursos, ni la clase empresarial y política antioqueña para enfrentar al Gobierno nacional; (ii) a una región tan pobre que deja morir de hambre su futuro (niños y niñas) no se le puede ocurrir aventurarse en tan monumental empeño. No obstante, es bueno recordar que las grandes gestas de las civilizaciones modernas se cimentan en los esfuerzos minúsculos que afianzan las zapatas del progreso a edificar: (i) la confianza; (ii) la concurrencia y participación efectiva; (iii) la colaboración y “coopetencia”; (iv) el respaldo institucional y (v) el soporte financiero de inversionistas públicos, privados o comunitarios.
Y es precisamente en esas zapatas que se fundamenta la osadía antioqueña y en convocar múltiples esfuerzos bajo un mismo liderazgo. Sí, un liderazgo 5G, con la G de Guajira y de gobernar, que haga confluir acuerdos, no en torno a bloqueos, a lamentaciones y quejas eternas de desamparo centralista; todo lo contrario, un liderazgo moderno que una el clamor popular y las necesidades de una región para construir por fin dos (2) obras redentoras para la península: (a) los distritos de riego de Ranchería y San Juan, y (b) el acueducto regional para nueve municipios del centro y norte de La Guajira.
Estas dos obras, desatendidas en las prioridades de los últimos tres presidentes, no dan espera. Pues el desarrollo no es amigo de la paciencia y las promesas, es siamés de las realizaciones. Inversiones que además beneficiarían al 85% de la población del departamento y le darían dinámica a una economía que debe prepararse para los tiempos del post-Cerrejón. Por lo tanto, la vaca guajira se hace necesaria, quizás bajo otra modalidad y particularidad, pero en justa valía para elevar la voz ante un gobierno que pregona un cambio hasta ahora sin rumbo.
La mejor forma para denominar la “vaca guajira” es “Yanama”. Recordemos que Yanama es una de las actividades más importantes de nuestras comunidades wayuú. Es, por excelencia, el encuentro de todos sus miembros (adultos, hombres, mujeres, jóvenes, adolescentes y niños) en torno a un objetivo común, basado en la premisa de que todos ponen y hacen sus aportes en pro del bien colectivo y el ejercicio pleno de una responsabilidad social comunitaria.
Un esfuerzo de esa naturaleza demanda la concurrencia de las fuerzas vivas del Departamento, desde los gobiernos territoriales, las empresas mineras, comerciantes, empresarios y ciudadanos para exponer a nivel nacional lo que hasta ahora no hemos podido demostrar a nosotros mismos: cohesión, unidad e integración en torno a las iniciativas que propendan por el beneficio de una región, que, a pesar de todos sus bemoles, se erige grande y orgullosa y sigue esperando un mejor porvenir.
Empresas como la vaca del pueblo antioqueño merecen los aplausos y el reconocimiento de todos los colombianos, pero la Yanama guajira, además de secundar y aprender con el ejemplo, demostraría que, desde la periferia, en las regiones más pobres y olvidadas, se puede estimular con creces el valor natural y supremo que representa la solidaridad y la autogestión.
El ejercicio del pueblo antioqueño y el reconocimiento y la gratitud recibido por todos los colombianos, estimular el valor natural de iniciativas similares.
Por ende, y haciendo referencia al título de las obras del novelista español Ruiz Zafón, podemos afirmar que la Yanama guajira sería una estrategia exitosa para lograr que los anhelos guajiros no sigan escondidos detrás de la sombra del viento y sean condenados a desaparecer en el cementerio de los sueños olvidados.