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“Yo al ver semejante cosa pegué un grito y exclamé: ayúdame Dios mío, dime qué vaina es, salí corriendo enseguida directico pa´ la casa, yo me le tiré a la puerta y quedé privado en la sala, de ahí me levantó mi vieja y me dijo eso que es , le dije es un aparato que a mí me quiere cogé”
El tema que ocupa nuestra atención nos hizo acordar la canción titulada ‘El aparato’ de Edgardo García, sus intérpretes Osvaldo Rojano con Los Hermanos Sarmiento, incluida en el Corte 1 del Lado B del el LP ‘Los Ases’ que salió en 1978.
Nos dice el almanaque de Bristol que estamos en la Semana Mayor, días de guardar durante los cuales recordamos la inmerecida partida de Jesús, el hijo de María y José, un personaje incómodo para los negocios punitivos de los Sumos Sacerdotes; su defensa de los derechos de la minoría, su permanente cruzada llevando bienaventuranzas a donde llegaba, curar a los enfermos, y haber dicho que cumplía al pie de la letra la palabra de Dios, fueron perversamente interpretados en su contra para perseguirlo, privarlo de su libertad, sentarlo en el banquillo de los acusados y condenarlo a morir ignomiosamente en la cruz con violación de todos sus derechos fundamentales tutelados por la ley Mosaica.
Lo sucedido con Jesús, el hijo del Carpintero, es prueba inequívoca de los riesgos que asume un ser humano cuando sus derechos están sometidos al escrutinio de un administrador de justicia de manos flojas y sin carácter, en ese momento sus garantías procesales son corcho en remolino, en este caso el fue llevado ante Poncio Pilatos que no tenía pantalón sino una faldita corta que le quedaba floja. Fue acusado de blasfemia, con el agravante de haber curado a un hombre un sábado, día del descanso judío, era la prueba reina que necesitaban los fariseos para que fuera enjuiciado, la multitud manipulada, ignorante y fanática pedía condena con pruebas o sin ellas.
Pilatos asustado no supo que hacer porque no encontraba demostrado ningún delito, pero los sumos sacerdotes con el coro del bulto le pedían “Condénalo”, y al ser preguntados si se le perdonaba la sentencia fatal a Jesús o a Barrabás ‘el ladrón’, todos gritaron que a Barrabás. Así la suerte estaba echada y la palabra también se cumplió, lo entregaron para martirizarlo con azotes, corona de espinas y lanzas punzantes hasta clavarlo en la cruz. Pilatos por su parte, creyó que la sangre inocente quedó en la poncherita donde se lavó las manos.
Para el desenlace brutal se juntaron fatalmente el fanatismo, el odio, la envidia y la ambición, así Jesús de Nazareth no tenia salvación, a él lo llevaron fue al palacio del sacrificio y no a un Estrado Judicial, por eso en un solo día vísperas del descanso judío y primer día de los panes sin levadura y la víspera de la pascua, circunstancias que dejaban al Sanedrín sin competencia. No obstante lo capturaron, le imputaron cargos y lo sentenciaron sin publicidad, sin certeza y sin defensor, todas causales de nulidad de todo actuado porque todo lo que hicieron estaba prohibido por el Código Penal vigente, por eso lo sucedido fue un asesinato.
Además de recordar la corta vida, la pasión y muerte de Jesús, y rememorar que fue su condena a la pena capital, el primer Prevaricato cometido por un administrador de justicia del cual se tuvo conocimiento en la humanidad recordamos en estos días las Semanas Santas que se vivían en nuestros pueblos donde todo se compartía y para todo nos teníamos en cuenta, son una huella indeleble en nuestra mente las reuniones de la muchachera en la puerta de Josefa Brito sentados en el suelo por las noches alumbrados por lámparas cuyo olor a Querosín era inconfundible, allí nos contaban y nos contábamos historias aterradoras de cosas extrañas que habían sucedido durante la Semana Santa. Se hablaba de aparatos que salían en los caminos, se repetía una y otra vez la historia del fantasma que le salió al tío ‘Chombo’ que lo persiguió desde el corral hasta la entrada de la casa, en donde por fortuna encontró y abrazó ‘Papa Crispín’.
Era Crispín Peralta, su padrino de bautizo y se dijo que eso fue lo que lo salvó de ser atrapado por aquel manto blanco enigmático y voluminoso. El problema era cómo dormir por las noches, cómo borrar de la mente tantas cosas que se escuchaban que producían miedo. En nuestra inocencia supina se trataba de verdades plenas que requerían de nosotros cuidado, compañía, no ir a los montes solos y no estar en lugares oscuros.
Ya no se siente durante el día el olor de los ‘potajes’, que se confundía dulcemente con el olor exuberante de los manantiales de la guayabita que parecía de tierra mojada, era un olor diferente, embriagador e irrepetible mientras los gallos cantaban, pájaros contentos volaban de un lado a otro entre el palito de ‘palle’, los árboles de ‘toco’ de Juan Medina y Bertha Pinto, el de ‘Orejero’ de la tía Zenobia y los montes cercanos, así como el ‘tan, tan, tan’, del Molino de viento que estaba detrás de mi casa que nos suministraba el agua para el consumo desde cuando se abrieron mis ojos por primera vez, a veces lejos y otras veces cerca se escuchaba también el tableteo sucesivo de las fichas de dominó contra las tablas de las mesas de juego que antes no les colocaban tapetes ni fieltro, ni tela de balletas que le quitan la gracia al juego porque fue silenciado.
Recuerdo aquellas semanas santas de días grises, largos , de cielo encapotado y noches de luna esquiva, pero de firmamento estrellado, los y las estudiantes regresaban alborozados a casa y algunas veces se realizaba el viacrucis presidido por los Padres Capuchinos y organizados con los maestros y las maestras de mi escuela, se comía a montones mazamorras de todos los gustos y sabores, arroces de camarón y de pescado, los platos, potes, peroles, calambuquitos y olleticas cruzaban de una casa a la otra compartiendo lo que nuestras viejas preparaban, uno iban y otros venían no habían divisiones, los valores de la solidaridad, la amistad y el respeto eran pilares inamovibles de nuestro pueblo, lástima grande que todo fue marchitado por la modernidad y lo citadino, ya nadie cree en nada y tampoco respetan los días sagrados es el motivo por el cual suceden tantas cosas malas y después los afectados preguntan ¿dónde estaba Dios en aquel momento?.
Esta Semana Mayor la recibimos en medio de muchas tribulaciones, el orden público complicado, La Guajira en el ojo del Huracán por situaciones que no le permitirán dormir la noche tranquila a muchos dentro y fuera del Departamento pero estamos seguros que como La verdad es la que hace libres durante esta Semana Mayor todas nuestras oraciones llegarán al altísimo para que como Jesús, su hijo primogénito, en nuestra región resucite la esperanza en un buen porvenir, y que podamos cantar gloria porque los nubarrones que empañan el cielo hermoso del futuro habrán de desaparecer, porque hoy la Península grande de Colombia repite las palabras del Nazareno “Dios mío porque me has abandonado?. ¡Todo está consumado!”.