arcesio.romero@gmail.com
De la lectura del último libro del filósofo francés Eric Sadin, Hacer Disidencia (Herder, 2023) y los videos del profesor Claudio Álvarez me permitiré establecer relaciones funcionales sobre las anotaciones y desanotaciones de la lectura del texto.
El surgimiento de nuevos poderes, entre ellos, una industria de carácter global que quiere centrarse en todos los aspectos de nuestra vida mediante la inteligencia de los algoritmos. Vivimos en un paisaje existencial diferente al de buena parte del olvidado siglo XX, por eso, es improbable la restauración de viejas formas de alcanzar el éxito. La nueva era padece la epidemia de la comercialización que se sustenta a partir de la ceguedad que provocan nuestras prótesis tecnológicas hiperconectadas.
Hace falta involucrarnos en el mundo que nos afecta, dejar de ser testigos pasivos de la rotación de los tiempos y permisivos con la invasión a nuestra individualidad. Pero, ¿cómo? El método propuesto por Sadin es ‘Hacer Disidencia’, lo cual supone romper con los hábitos y representaciones que debilitan nuestras voluntades. El filósofo francés nos invita a abandonar la concepción de que la democracia es una mera relación entre el gobernante y el gobernado. Hay que mostrarse críticos ante el discurso dominante y trabajar para materializar las aspiraciones inactivas. Para lograr este propósito propone trabajar en cinco iniciativas:
Expresar desaprobación total del modelo: La delegación del poder a nuestros representantes políticos no es la cumbre del proceso democrático y en realidad es solo una de muchas facetas válidas. Hemos confundido votar con ser libres y libertad con sumisión. Cuando en verdad la razón política debe expresarse cada día y en todo acto del ser. Existe una profesionalización en el ejercicio del poder y el acaparamiento de sus aparatos que coloca a los ciudadanos en posición pasiva convidados en masa por las ideas. Es hora de exigir la profesionalización del ejercicio del poder, y de votar cualificadamente por quienes verdaderamente están preparados para gobernar o legislar. Porque no solo el carisma y dinero sirven para edificar la mejor clase política, el conocimiento, la moral y la ética deben ser los ejes primordiales de un nuevo arquetipo.
Revisar nuestras microdecisiones: Para optimizar el rendimiento se generó una ola de despersonalización y agotamiento gracias a nuestras microdecisiones que abarcan prácticas como la sistematización de servicios que no hacen más que consolidar las relaciones de poder.
Abandonar los discursos preformateados: Navegamos en una neolengua que responde específicamente a motivaciones económicas y adopta formas incontestables en una batalla ganada por el poder dominante. Por eso, es necesario construir una sociedad crítica donde las palabras no sean confiscadas; especialmente en las redes donde se genera un espectáculo catarquíco de expresiones individuales.
Trabajar en la ‘Interposición’ y no tanto en el reclamo: Nos falta una cultura de oposición categórica basada en principios intangibles, fundamentalmente la integridad y la dignidad. Afirmación que nos ayuda a comprender que el ser humano no es un miedo e impulsa a evitar la tecnificación de la vida misma.
Institucionalizar la alternativa contra la univocidad neoliberal: La política debe ser entendida como una cuestión de colectivos que en función de convicciones compartidas convierte las formas de gobernanza en común en el problema político por excelencia. Y adquirir la conciencia práctica de que los gestos individuales solo impactan en la periferia de la mayor parte de los problemas.
Implementar estas iniciativas ayuda a materializar nuestras aspiraciones más profundas. Para ello, el autor afirma que los colectivos deben perseguir fundamentalmente: (i) la equidad; (ii) el respeto ambiental; (iii) el rechazo a la búsqueda de mayor beneficio; y, (iv) el fomento a las expresiones y habilidades. Es necesario retomar el rol de Artesano como acción en común de la camaradería y la creatividad. Se requiere entonces, en un escenario ideal, desplazar el utilitarismo, la desigualdad y el aislacionismo para obtener el pleno desarrollo personal y construir colectivos como sistemas de pertenencia a una comunidad de almas con reglas comunes de gobernanza.
El acto de Disidencia propuesto por Sadin insta a liberarse de la expectativa y a centrarse en el presente. Una decisión así exige fortaleza y resistencia frente a las nuevas tecnologías que acaparan nuestra acción individual, llevándonos a replegarnos sobre nosotros mismos y a vivir de forma disminuida.
Finalmente, el profesor Carlos Álvarez nos recuerda en su presentación las palabras de Boecio: “Es tiempo de remedios y no de lamentaciones”, una máxima alentadora para cruzar el umbral del ‘orden tecnolibreal’ que rige el presente.