Cuando Crescencio Camacho con sus boquilleros en 1960 grabaron la canción, Agua que se quema Gaira, una frase acuñada por el segundo Gobernador de la Provincia de Santa Marta, Diego García de Lerma Polanco en el año 1529, nunca pensó que esa historia llevada al acetato, pudiera revivir años más tarde.
En aquella época fue García de Lerma quien con sus 400 hombres, quemó la pequeña población al no poder vencer a los indígenas Tayronas que impedían su desembarco en la bahía de lo que hoy es El Rodadero.
No solo es Gaira la que se quema en estos tiempos modernos, es todo el país que se encuentra bajos el ímpetu y la voracidad de los incendios forestales. Tan fuerte son los efectos de las llamas que el presidente Gustavo Petro, decretó la emergencia nacional. No es para menos.
Lo grave de todo, como siempre, en Colombia no estamos preparados para sofocar el fuego. Un avión Hércules, preparado para estos menesteres no puede salir por falta de mantenimiento.
Elementos para combatir incendios forestales que le costaron al Estado casi 45 mil millones de pesos se pierden en una bodega de Bogotá, mientras que las más de 760 estaciones bomberiles de todo el país, añoran tener elementos para afrontar estas crisis cíclicas en nuestro país.
Apenas comenzando los efectos de la sequía, el país está a punto de rendirse. No por falta de hombres y mujeres valientes para afrontarlo, sino a falta de equipamiento. La temporada seca, nos deja nuevamente al desnudo.
En La Guajira, el departamento más seco del país, gracias a Dios, apenas se han registrado 6 incendios de regular tamaño.
Tenemos solo 409 hombres y mujeres preparados para enfrentarse a este ciclo de verano, pero ellos requieren salarios, prestaciones sociales, seguridad social y seguros especiales.
Hatonuevo, un municipio crítico por sus bosques secos tropicales, hoy su cuerpo de bomberos no cuenta con personería jurídica. Hace poco le fue cancelada. Una máquina fue desvalijada por los ladrones.
En Riohacha, Uribia, Fonseca y Villanueva, se construyen modernas estaciones de bomberos, cuyas obras debieron ser entregadas en diciembre pasado, pero el contratista no ha cumplido.
Pese a la emergencia nacional los nuevos alcaldes de La Guajira, no han firmado convenios con los bomberos. ¿Cómo van a funcionar? Esa es la pregunta del momento.
Riohacha con su nueva sede requiere mínimo $1.500 millones para operar, además de la construcción de una o dos subestaciones.
En el 2024 el año del Niño y los incendios redujeron el presupuesto, quedando en 62 mil millones a nivel nacional, recursos inocuos, para atender la calamidad que estamos viviendo.
La península se encuentra en el filo de las llamas. Es la región más vulnerable, pero sus alcaldes, parecen imbuido en repartir el ponqué burocrático y no se percatan de la grave realidad que nos acorrala.