Al noroeste de la ciudad donde el antiguo faro guiaba a los pescadores que se aproximaban o se alejaban de noche, hay un terreno abrupto que forma un acantilado con la mejor vista de Riohacha. En su derredor están ubicadas barriadas pobres de estrato 1 y 2 en las que se mimetizan ostentosos patios que mal disimulan las fortunas de sus propietarios.
Desde la madrugada se siente el aliento del mar diluido muchas veces por las vísceras de pescado arrojadas en la orilla y que no alcanzaron a ser percibidas por alcatraces y gallinazos. Cuando el sol calienta, promediando el mediodía se produce el primer bombeo de las alcantarillas que se desbocan como cascada al mar, arrojando indiscriminadamente las excretas y perfumando el ambiente como procaz aperitivo para el almuerzo.
El río de agua podrida corre al mar. Oscurece la arena blanca y enturbia la espuma de las olas de las mismas playas que metros arriba ha recibido clasificación internacional de bandera Azul. Los bañistas toman prudente distancia y se justifican indicando que la contaminación es llevada por la corriente en sentido contrario de su diversión. El espolón le ha hecho gran favor a la extensión de playas, ha recuperado el manglar y ha permitido que los pescadores cuenten con una rada más generosa.
Consecuentes con el comportamiento de la ciudad y el escaso aprecio que hace de su principal atractivo, los vecinos vierten sus basuras en las laderas del acantilado y cuando el promontorio es significativo, simplemente, lo queman. Entre los mangles han hecho lugar de habitación una comunidad de destechados, una lumpen despreciada y adicta que ha hecho un laberinto de caminos, domesticando la naturaleza para esconder su miseria
En los sueños de la ciudad que hoy son quimera, figuraba una variante que se desprendía de la vía que conduce a Santa Marta empalmando con la calle primera formando un largo corredor ecoturístico que enaltecía las barriadas pobres de las comunas 3 y 4. Desaparecían o se trasladaban el matadero y la cárcel, luego bordeaba el centro cultural. Sueño hoy diluido y desteñido.
La misma ciudad simula un mamífero paquidermo con varios estómagos a suerte de estaciones de bombeo que almacenan las aguas residuales para luego purgarlas con sus gases y efluvios por el orto ubicado frente al mar como un oxímoron que junta belleza y excrementos en una sola línea natural y espontánea. Los habitantes de las colinas y los acantilados de los deseos están condenados a sufrir los momentos en los que la ciudad expulsa sus flatulencias difuminadas por la brisa marina pegándose en la piel y rebotando en las paredes y patios sin salida, hasta calar la costumbre. Ni cómo prender un fósforo y sofocarlo, ni cómo rociar un eliminador de olor.
Veinticuatro años cumple el sistema de concesión de agua potable y alcantarillado; cada alcalde ha pretendido tumbar la herencia dejada por el anterior interponiendo toda suerte de recursos para colapsar el negocio amarrado por su antecesor, cuando no ha sido posible, transa su plan para disponer a dedo la contratación por interpuesta persona, fragmentando los recursos de agua potable y alcantarillado en partículas de beneficios mezquinos. El emisario final y solución definitiva de agua para la ciudad queda registrado como otro propósito más del plan de Gobierno de una dirigencia procrastinadora y anacrónica.
La corporación ambiental de La Guajira ha sancionado al municipio por el impacto ecológico contaminante. El distrito ni siquiera se pronuncia, sus funcionarios parece que desconocen lo que sucede o no les interesa. Esto cambiará el día que el detrimento económico y medio ambiental afecte sus propios bolsillos.
Entre tanto quien camina por la playa con la nariz tapada mira hacia arriba en la meseta del acantilado y observa las casitas de materiales reciclables, de cubiertas de sol y techos con anuncios políticos, de paredes de icopor y restos de neveras, de pozas sépticas y de babélicas esquinas donde predomina el acento de migrantes, con la mejor vista de la ciudad a pesar del lunar de mierda y a quien sus moradores han bautizado con el nombre de Los Deseos.