Siempre he creído que con el paso de los años las ambiciones y el ansia de conquistas futuras, se van recortando; en cambio, las incidencias del ayer -cuanto más remoto, más añorado-, cobran tal fuerza en nuestro ánimo, que en ocasiones, parece que viviéramos una película de largometraje y de tal intensidad, que nos sustrae, con no poca frecuencia, del trajín cotidiano, para situarnos en un plan pretérito de perspectivas singulares, en el cual encuadramos la propia vida, y las ajenas, logrando así el prodigio que nos permite entregar a propios y extraños todo un sinnúmero de reflexiones y recuerdos, con los cuales, a lo mejor, podemos también dar, perfectamente, la imagen exacta de las navidades, o por lo menos de los episodios que la conformaron o surgieron de ella, en lugares y espacios que aún nos pertenecen y en la añorada desde la niñez a la época actual.
Qué mejor momento nos da la vida, como las próximas navidades; momentos para hacer actos de contrición en nuestros corazones. Contriciones de lo que ha sido nuestro recorrido por el mundo lleno de oropeles y de vanidades, por ese recorrido debemos volver de lo que fue nuestra niñez, llena de inocencia, de sencillez, de alegría inmensa, que, en varios de los casos, sin tener riquezas, éramos felices con nuestras pequeñeces que nos daban nuestros padres, pero gozábamos y disfrutábamos la vida con tantas cosas bellas, que todo se volvía alegría, desde el regalo que nos ‘ponía el niño Dios’ hasta un simple buñuelo.
En esa inocencia de niños, cuando todavía ‘el mundo’ no nos había contaminado, reíamos, disfrutábamos con los otros niños de nuestra barriada, donde los vecinos se convertían en almas generosas de nuestras vivencias, nos consolaban en nuestras tristezas y celebraban nuestros perennes éxitos de esa niñez inolvidable.
Pero siguiendo el recorrido después de la niñez a la juventud, por la contaminación del mundo, nos fuimos convirtiendo en otros seres, ya no con la misma felicidad de esa niñez hermosa, ahora recorríamos otros senderos para alcanzar sueños que despertaron y dominados, comenzamos a proyectar y el estudio de la secundaria se fue convirtiendo en una competencia sana, llena de obstáculos pero las vivencias se comenzaron a hacer más difíciles en ese recorrido, buscando cada quien ser ‘alguien’ en la vida y buscando superar esos obstáculos que en nuestra niñez no le poníamos esa atención, pero que de vez en cuando observábamos los rostros de nuestras viejitas que se enjuagaban las lágrimas y como los payasos, nos sonreían de manera permanente.
Luego, iniciamos otro recorrido; el de obtener otras metas, como de ser unos buenos profesionales, allí, ya la contaminación del mundo era más creciente y comenzaron a surgir los egos, la envidia, los resentimientos, los complejos de superioridad e inferioridad y a hacer un recorrido desde la niñez al presente. Pero ya los objetivos comenzaron a cambiar hacia otros destinos: cambios recurrentes en nuestras vidas, buscando triunfar a como dé manera, enamoramientos a montones, obtener bienes materiales y por esa contaminación, buscar y lograr otras prebendas, a través de la obtención del poder económico y del poder político, pero ya de manera enfermiza.
Y en ese recorrido nos volvimos infelices, nos agobiaron las penas, nos mortificamos con tantos egos, con tantos fracasos y tantos éxitos, que el mundo globalizado nos ha enfermado de una manera cruel y es cuando debemos echar una mirada a nuestro yo interior, a nuestros pasos por la vida y autoevaluarnos de lo que ha sido esa vida y poder reflexionar en el nombre de Dios, para reconciliarnos los unos con los otros, para mirar que la vida es hermosa y tratar de cambiar, tanto en nosotros mismos, como en nuestros vecinos, que también se han ‘contaminado’ se enfermaron y se volvieron seres egoístas, envidiosos e infelices y es cuando debemos todos expresar: feliz Navidad, en nombre de ese ‘niño Dios’ que todos llevamos por dentro y que debemos volver a despertarlo en estas navidades.
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