Hoy en día los apoyos políticos dejaron de ser por amor y corazón en favor de candidatos, dirigentes, líderes, parientes, amigos, compañeros políticos; partidistas e independientes.
Ahora se han acostumbrados a ganar elecciones mediante la compra de votos porque la actividad política es un negocio efímero y superficial que desaparece sin justificación esquivando comunicaciones y compromisos prometidos en busca de respaldos para ganar curul, sin corresponder en el futuro a sus electores, siquiera con información y rendición de cuentas de las labores, gestiones y logros positivos o fracasos, obtenidos durante el periodo de mandato o gobierno.
El clientelismo político consiste en asociar, enlazar, amarrar, intercambiar y amasar volúmenes o cantidades de electores de diferentes formas y fuentes: burocracias, contrataciones, compraventas de votos y falsas ofertas, que todavía algunos incautos creen cuando aún no asimilan los engaños y frustraciones de quienes han sido víctimas de burlas por no reflexionar y seguirle el juego a politiqueros mentirosos, todo por la plata sin aprender de los golpes que constantemente reciben por debilidades personales e inmadurez de vida.
Los negocios politiqueros son el medio de elegir a muchas personas que nos representan y gobiernan por acaparamiento de respaldo popular, a través de compraventas de dirigentes y lideres, a la vez, sirven de intermediarios para la compra de votos al por mayor y al detal para garantizar el triunfo en la competencia electoral.
El negocio inicia pisando el compromiso con unos billeticos para amarrarlos a título de arras o de empeños de cédula y darle la segunda parte del dinero en la semana antes de las elecciones. Muchos de los individuos negociados o comprados pretenden que le continúen suministrando recursos económicos durante los tres meses de campaña. Cuando no se le complacen sus exigencias, no solo amenazan con cambiarse, sino que también visitan y comprometen los mismos votos a otros capos políticos diferentes a los que pisaron el negociado. Si en la final, no corresponden sus pretensiones, juegan con Dios y el diablo.
En las ventas de votos a los que mejor les va son a aquellos que cambian de bando u orillas, a diferencias de quienes son fieles y permanecen firmes acompañando al patrón colocándolo por debajo de los advenedizos que ingresan poniendo a los suyos en espera cuando más bien deben fortalecer la lealdad. Sin previo acuerdo, todas las campañas cerraron los grifos de chorros económico hasta la última semana antes de las elecciones, lo que ha estado generando enojos e inconformidades en los medios vendidos.
Si quieren ver colmado y repleto un comando o propiedad habitacional, que comiencen a repartir dinero en precompra de votos y que se riegue la bola para que vean como acuden ofertados en ventas, con listas en mano en forma masiva hasta llenar una cuadra haciendo cola para que lo atiendan y resuelvan la oferta, cuyo comprador necesita por lo menos en tres días, amparados con muchas tulas repletas, de billetes ‘viejo verde’ acompañado del literato colombiano Gabriel García Márquez, con valores, de $100.000 y $50.000, perfilando éxito sobrado.
La gracia en las campañas políticas no radica en vender ni negociar los votos, sino participar en las mismas de maneras: individual, grupal, barrial, comunitaria, social, gremial y territorial, constituyendo fondos de aportes económicos de electores militantes o seguidores, los cuales se reproducen y multiplican en variadas actividades contributivas, culturales: ventas de comidas, bailes, bingos, ollas comunitarias, deportes, artes etc. Las actividades unifican y recrean, mantienen mística y dinámicas operativas.
Los ingresos del fondo pueden usarlos para uniformarse y distinguirse entre agrupaciones participantes y hasta aportarle platica a candidatos, al estilo americano, en campañas políticas de Estados Unidos.
En vez de esperar que el candidato nos compre o regale dinero, más bien le aportamos trabajo, especie, dineros y votos; en forma voluntaria y similares, a contribuciones de estados e iglesias cristianas. De esa forma, fortalecemos la partición democrática humana, eligiendo mejores gobernantes y representantes para que no asuman poderes y mandatos como propiedad privada del elegido, aprovechándose de los derechos colectivos. Si cambiamos las perversas costumbres relativas a prácticas de corrupción en compraventas de votos y operamos con trasferencias, participación incluyente y responsabilidad compartida, otra cosa sería.
Todas las campañas tienen sus costos: publicitarios, logísticos, transportes, arrendamientos, servicios, gastos laborales, administrativos y operativos, entre otros. Los gastos no deben estar cargados de manera esencial ni única en la persona del padrino o familia del candidato; sino entre quienes militen en un determinado partido; contribuyendo de diferente forma, valorada como aportes en campañas, laboral, económicos y servicios.
Quienes están pisados en compra de votos deben esperar de manera paciente dos semanas para que abran de nuevo los grifos y llegue la romería de electores vendidos como objeto, mercancía o animales, carentes de dignidad o sobrados de necesidades para que les entreguen la segunda parte de las compras que pueden oscilar entre $50 mil y un millón de pesos por votos individuales en algunos municipios que por tradición ganan con votos comprados.
Esta situación irregular y delictiva no es controlada por el Consejo Nacional Electoral en lo relacionado con topes de campañas, cuyos excesos se sancionan y castigan con pérdidas de investiduras a candidatos elegidos y nulidad de la elección de quienes triunfen con votos comprados.