La noche del domingo 30 de abril de 1995 la educadora y compositora nacida en Santa Marta, Hortensia Segunda Lanao de Rozo, cuando contaba con 67 años, se convirtió en la primera mujer en ganar el concurso de la Canción Vallenata Inédita del Festival de la Leyenda Vallenata, competencia que ostentaban los hombres desde 1969, iniciando con el cantautor Gustavo Gutiérrez Cabello.
Precisamente, sobre la tarima ‘Francisco el Hombre’ de la Plaza Alfonso López, y como lo hacía en sus años de docente, ella dictó en cuatro minutos y 30 segundos la clase que tituló con una pregunta: ¿Qué hago Señor? En ese canto puso en primera fila su inmensa tristeza por el asesinato del dirigente político Milciades Cantillo Costa.
Aquella historia de la canción comenzó, cuenta su hija y fiel compañera Rocío Rozo Lanao, cuando acongojada se hizo el interrogante sobre qué hacer ante la violencia que se adueñaba de Valledupar y la región. Para darle salida a su inquietud en una hoja de cuaderno escribió los versos, a los cuales les fue dando forma hasta que en poco tiempo estuvo lista con su propia melodía.
La inspiración a esa mujer llena de talento y virtudes, la sorprendió una tarde a comienzos de aquel mes de abril. Desde ese momento fueron saliendo muchas frases llenas de dolor, de sentimiento y de paz que ella supo unir con fe, corazón y lágrimas para que rimaran y al cantarla llevara el mensaje adecuado. Más que todo, la suya era una oración.
“Al componer la canción, a mí mamá la animaron para que la inscribiera en el Festival de la Leyenda Vallenata. No lo pensó mucho porque era el escenario preciso para dar cuenta de aquel hecho triste. La inscribió y con mucha fe esperó el momento de su selección e interpretación. Cada vez que se cantaba llamaba la atención hasta llegar a la final”, manifestó su hija Rocío.
Tristeza y reflexión
Esa noche vallenata cuando se sabría quien ganaría entre los cinco finalistas del concurso, ella fue vestida de rojo para no estar de luto, como sí lo estaban los versos de su canción. Tuvo la serenidad necesaria y volvió a estar llena de fe hasta cuando el jurado le otorgó el primer puesto. Era la primera Reina de la canción en toda la historia del Festival de la Leyenda Vallenata. Ese año se inscribieron un total de 234 canciones.
Después del triunfo, sus primeras palabras fueron para darle gracias a Dios porque su mensaje musical lleno de tristeza y reflexión había logrado el objetivo. Agradeció a los intérpretes, especialmente a Erick Escobar y Nayit ‘Nayo’ Quintero, cantante y acordeonero, respectivamente, quienes supieron darle la medida justa.
La canción da cuenta de aquellos días que se vivían cuando el Sol sonreía y la luna brillaba, pero de repente apareció el luto borrando los momentos de felicidad. Todo era incertidumbre, tristeza y miedo. Entonces, la compositora rodeada de la desesperanza miró al cielo buscando la salida de ese camino incierto. “Es mi pueblo, pueblo de mis ensueños, ese que tanto quiero y hoy veo sufrir. Ya no soporto tantas desdichas, las injusticias que hacen llorar”.
El cantante y corista Erick Escobar recordó aquellos instantes. “Hortensia, mujer cariñosa y educadora, llena de grandes virtudes, me confió su canción que narraba un hecho real, donde hacía un llamado a regresar a la paz que se había perdido. El mensaje pretendía desterrar la violencia de este territorio y en ese sentido el jurado copió el mensaje dándola como ganadora”.
La mencionada canción ¿Qué hago Señor? Erick Escobar y Nayit ‘Nayo’ Quintero, y su agrupación ‘La Decisión Vallenata’, tres años después la llevaron a la pasta sonora con total aceptación.
‘Chenchita’
Hortensia, quien era madre de siete hijos (Rosalba, Ramona, Rosa, Carlos, Ruby, Rocío y Ricardo Rozo Lanao), a quien sus nietos le decían ‘Chenchita’, al cabo de algunos años decidió tomar los caminos de Dios. Atrás, quedaron esas canciones de realidades y tristezas pasando a convertirse en alabanzas. En el círculo divino puso su corazón. “Desde que conoció el amor de Dios, todos sus versos los direccionó en ese sentido”, anotó Rocío.
De esa manera, comenzó a componer cantos cristianos como el titulado: ‘Perdón’, donde expresa. “Oh Señor, te amo tanto mi Jesús, el que nos mira con amor, ese eres tú. Yo te pido Padre mío con anhelo, que derrames bendiciones desde el cielo, y nos llenes de tu amor con plenitud. Perdónanos Señor, por permitir que haya errores tan grandes en la tierra. Ayúdanos, mi buen Jesús a discernir tu voluntad y caminar sobre tu senda”.
La historia festivalera reseña que hace 28 años ganó con honores Hortensia, la querida dama noble y buena. De ella quedaron sus enseñanzas como directora de la Concentración Escolar Santo Domingo de Valledupar, la pasión por la música y la poesía.
Al cumplir sus propósitos en el campo de la música y la educación, llegó el momento de la quietud obligada en su hogar, ubicado en la urbanización Oriente de Callejas en Valledupar, hasta que Dios decidió llamarla a su santo reino.
En ese sentido su hija Rocío Rozo Lanao, señaló. “Mi madre siempre buscó desde sus cantos la paz, la alegría y la salvación. En sus últimos días nuestra ‘Chenchita’, no caminaba, estaba con la mirada casi fija y las palabras en su mente, como queriendo devolver el tiempo, dándole Dios la paz que sobrepasa todo entendimiento”.
Los pasos del destino la tuvieron llena de silencios, con sus años cargados de olvido y solamente a través de su mirada auscultaba a su alrededor, donde era esa Reina que en versos dictó desde una tarima la mejor clase musical. Esa clase se cantó ante miles de personas, y lo mejor es que todavía no ha perdido vigencia. “Miro al cielo buscando la salida de este camino incierto para vivir. Es mi pueblo, pueblo de mis ensueños, ese que tanto quiero y hoy veo sufrir”.
El destino marcó la partida a sus 95 años de Hortensia Lanao de Rozo, esa dama que dejó su historia cantada donde la tristeza se adueñó de todo ante el último adiós, palabra amarga, pero verdadera, porque por el mundo se cruza como ave de paso. A ella, nos unieron los lazos eternos de la música vallenata, y ahora sin pedir permiso los acordeones lloran cuando una voz a lo lejos pregunta: ¿Qué hago Señor?