Cuántas veces te habrán dicho: es que eres muy rebelde, mal hablao, vagamundo, claridoso, lengua larga y cuántas veces te ha tocado decir y aceptar, sí, soy todo eso, ¿pero saben qué? tengo un gran corazón.
De aquella niña que conocí y presenté hace 8 o 9 años queda poco o nada, pero queda todo… Sigue siendo la misma rebelde y mal hablá y aunque vista con arapos finos, en su interior no le interesaría o importaría vestirse con las prendas más humildes, pues en ella jamás existirá altivez o arrogancia.
Sigue siendo la misma niña que escucha cuando le dan un buen consejo, pero que grita y es respondona cuando siente que la atacan; ‘pata caliente’, como le decían, pues siempre andaba en la calle, su casa, tal vez, donde aprendió muchas cosas, entre ellas a defenderse de lo indefendible. De esa jovencita aún queda todo, en su interior ella jamás cambiará, ni toda la fama ni todo el dinero del mundo la podrá cambiar.
Ese día la conocí, a sus 15 años, sí, esa edad tenía cuando me la llevó el maestro Andrés “El Turco” Gil a uno de mis eventos para que la presentará ante mi público o auditorio. Así sería, pero primero cantaron sus niños del vallenato y entre ese público, en los bancos del centro yo alcanzaba a mirar a una chica llamativa, pero distraída, con mirada perdida, que escuchaba el zuzurro de aquel bullicio, pero que no se inmutaba ante el, pues su mente volaba, volaba y volaba.
Fue hasta la sexta o séptima canción del grupo de niños que el maestro me decía estas palabras al oído: “’Coco’, te voy a presentar para que presentes hoy ante tu publico a la que será el reemplazo de Patricia Teherán”. ‘Wao’, qué expresión, qué palabras, qué compromiso al exponer tal afirmación. Yo le dije de inmediato: Maestro, si usted lo dice, yo lo creo. Fue cuando pedí entonces un aplauso para recibirla, quien resultaría ser la misma jovencita distraída y con mirada perdida que mis ojos alcanzaron a ver entre el gentío, en su mundo, no en el nuestro, solo en su mundo, ese mismo que tiempos después estaría conquistando.
El público con ese aplauso tibio, como entre sí, como entre no, seguramente diciéndose todos, una cantante o un cantante más de tantos que aparecen a diario queriéndose mostrar, solo eso, pero yo en mi ‘picardía’ costeña y sagacidad al presentarla, manifesté: Señoras y señores, en estos momentos les voy a presentar a Ana del Castillo, quien será el reemplazo y de eso no me cabe ninguna duda de la Gran Patricia Teherán. Les juro que me temblaron las piernas ante tal afirmación que públicamente me atrevía a manifestar, sin escucharla aún.
Sube entonces ella al escenario, con aquel caminar despampanante, pisada fuerte, que contrastaba con sus zapatos de tela, color blanco y algo rotos, mis ojos sin querer, miraban ese pequeño, pero notable detalle, tenía entonces 15 años, eso recuerdo. Tomó el micrófono, tal vez no me dio las gracias por mis palabras, quizás no saludó al público presente, pues ella solo quería cantar, eso también lo noté.
Entona fuerte y duro con la instrumentación de los niños en el escenario, la canción emblemática de la gran Patricia: ‘Tarde lo conocí’. Se me erizaron los vellitos, mi cuerpo se estremeció igual que al de todos los presentes. El maestro ‘Turco’ Gil alzaba sus manos en signo de victoria y a quienes en un comienzo tuvimos que rogarle aquellos aplausos, ahora, después de oírla, aplaudían tan fuerte que mis oídos casi estallaban de la alegría.
Supe entonces que esta niña despelucada, vestida de blanco, shores propios de su edad, zapatos rotos y algo embarrutados, sería una gran estrella.
Hoy, después de eso y al pasar de algunos años, estás nominada a los Premios Grammy Latino de la Academia. Ganes o no ganes, ya eres ganadora y siempre lo serás.