La seguridad humana, desde su surgimiento tras la Segunda Guerra Mundial ha evolucionado significativamente.
En este sentido, surgen sus dimensiones con la misión de proporcionar un enfoque integral a las autoridades para entender y abordar las diversas amenazas y vulnerabilidades a las que se enfrentan los individuos y las comunidades. Su objetivo es garantizar un nivel de bienestar y seguridad en varios ámbitos, que van desde lo personal hasta lo político y lo ontológico.
Las Dimensiones de la Seguridad Humana surgieron como una evolución del concepto inicial de seguridad centrado principalmente en amenazas militares. La idea fue expandiéndose para incluir aspectos económicos, de salud o ambientales, especialmente tras el conflicto bélico, como un intento de abordar de forma más completa las necesidades humanas básicas y los riesgos que las amenazan. Surgen en razón que Edward Stettinius, secretario de Estado de EE. UU., delineó las bases al identificar las libertades fundamentales: la seguridad libre de temor y la seguridad libre de necesidades. Pero, mientras la primera ha sido el pilar de numerosas políticas y tratados internacionales, la segunda ha sido marginalmente abordada.
Cada dimensión tiene un propósito específico e intuyo que se basa en los ámbitos que conforman la dignidad humana: La primera, la relativa a la autonomía individual como la facultad que tiene el ser humano de autodeterminarse, tomar sus propias decisiones sobre su vida, su destino y sus fines. La segunda, la parte relativa a lo intangible, pero que hace parte del ser humano, por ejemplo, lo relacionado con la raza humana, la condición económica, etnia o condición sexual. Y, por último, la relativa a las condiciones fundamentales y básicas de la existencia humana: el mínimo vital.
En efecto, la Dimensión Personal se refiere a la protección contra amenazas físicas, violencia y conflictos armados. Aunque ha sido una prioridad, todavía persisten desafíos como la violencia de género y el terrorismo.
Además, la Dimensión Económica se centra en garantizar un nivel de vida adecuado, y abarca cuestiones de empleo, ingresos y acceso a recursos. La desigualdad económica sigue siendo una amenaza para muchas comunidades.ç
También, la Dimensión Alimentaria que trata sobre el acceso y disponibilidad de alimentos que resulta de factores como conflictos, cambio climático y políticas agrícolas desfavorables.
Igualmente, la Dimensión de Salud que asegura el bienestar físico y mental. Desafíos como pandemias, acceso a atención médica y salud mental son preocupaciones actuales.
De igual manera, la Dimensión Medioambiental¡ se refiere a la protección contra amenazas ambientales, cambio climático, deforestación y contaminación.
La Dimensión Comunitaria se centra en la protección de comunidades y culturas. En este sentido es sabido que homogenización cultural y la pérdida de identidades tradicionales son desafíos emergentes.
De manera similar, la Dimensión Política y Jurídica garantiza la participación y acceso a la justicia. Las autocracias, la corrupción y la represión de libertades civiles atentan contra esta dimensión.
Adicionalmente, la Dimensión Jurídica, que aunque está estrechamente relacionada con la política, se enfoca en la protección de derechos humanos y el acceso a sistemas legales justos.
Por último, la Dimensión Ontológica que aún hoy es una propuesta, aborda cuestiones de identidad, subjetividad, pertenencia y reconocimiento. Es un hecho notorio que en un mundo globalizado, las crisis de identidad y el deseo de reconocimiento y pertenencia son más palpables que nunca.
De hecho, la Seguridad Humana, desde la perspectiva post-Segunda Guerra Mundial, ha requerido una reinterpretación constante. Las dimensiones tradicionales proporcionan un marco, pero la ontológica resalta la importancia del reconocimiento individual y colectivo en la construcción de sociedades seguras y cohesivas.
Para concluir, el enfoque de Seguridad Humana ofrece una estructura integral que los líderes gubernamentales pueden utilizar para formular políticas públicas más efectivas y centradas en el bienestar de las personas. Al abordar estas múltiples dimensiones, las políticas pueden ser más inclusivas y adaptativas, respondiendo a una variedad de desafíos, tanto tangibles como intangibles.