Recabando información a través de la tradición oral en el imaginado colectivo de los pobladores de la azotada, saqueada e incendiada varias veces por corsarios y piratas, pero siempre hospitalaria y amañadora Riohacha del siglo antepasado, se mantenía latente la esperanza de contar con un muelle que hiciera posible el atracadero de barcos de cierto calado, teniendo en cuenta el fluido intercambio comercial, desde la época de la Conquista, con diferentes países como Inglaterra, Holanda, Italia, España, Francia y Alemania. Esto generó un atractivo comercio desde el extranjero hacía la península y viceversa.
Por lo que los habitantes de Riohacha siempre aspiraban que su ciudad fuera un puerto marítimo. Ellos se resistían a creer que ese sueño no fuera una realidad. Siempre confiaron que sus anhelos en cualquier momento podían convertirse en un hecho tangible.
Con ocasión a la contienda electoral para la Presidencia de la República en el año de 1903, terminada la Guerra de los Mil Días, se enfrentaron los candidatos generales Joaquín E. Vélez Villamil, proclamado el 18 de noviembre por la Junta Conservadora de los Históricos como candidato oficial del Partido Conservador con el apoyo del gobierno de José Manuel Marroquín y Rafael Reyes Prieto –el 30 de ese mismo mes– con el apoyo de los conservadores nacionalistas y de una parte de los liberales. El triunfador fue este último, por el supuesto primer ‘chocorazo’ o fraude electoral en Colombia, más conocido históricamente como el ‘Registro de Padilla’. El presidente Reyes Prieto, conocido como el ‘general cauchero’ por su afición a las exploraciones, en agradecimiento a la ayuda electoral de La Guajira, destinó varias partidas económicas para la construcción de algunas obras de interés social, entre ellas la del muelle. Pero su propósito no fue cumplido.
El día 27 de abril de 1908, siendo las 10 p.m. el presidente Reyes zarpa de Santa Marta a bordo del crucero ‘Pinzón’ con los señores gobernadores Torralvo, Vergara Barros; el doctor Blanco y José A. Iguarán, como secretarios; los generales Diego de Castro y Domingo Pichón, inspector de los mercados guajiros; el doctor Ramón Goenaga, Manuel A. González y Gregorio Castañeda, llegando el 28 de abril a las 10 a.m. El tiempo de viaje entre Santa Marta y Riohacha fue de trece horas en un recorrido de 150 kilómetros o 30 leguas.
Todo lo anterior reseñado es extraído de las memorias de ese periplo del señor presidente Rafael Reyes Prieto, del libro intitulado ‘Excursiones presidenciales: Apuntes de un diario de viaje’, escrito por el general Pedro A. Pedraza, comandante General de la Gendarmería Nacional, publicado en 1909 por Norwood, Mars. E.U.A. The Plimpton Press (impresores y encuadernadores).
En una de las lanchas del crucero, luego de remar milla y media, llegó el presidente con sus acompañantes. De generación en generación se ha comentado que al alcanzar la orilla de la playa, para trasbordar al general Rafael Reyes de la lancha ‘Gaviota’ a tierra firme, varios bogas entrelazaron sus fornidos brazos haciendo una especie de empalizada, con el infortunio que ya ganando la playa irrumpió una ola y le mojó el trasero o fundillo al presidente, por lo que se comprometió a apropiar una partida para la construcción de un muelle, enviando meses después el recurso para tal propósito sin que se cumpliera su objetivo.
Pero por fin, la tan anhelada aspiración de los riohacheros de tener un muelle se llegó a cristalizar. Es así como en el año de 1937, siendo presidente el doctor Alfonso López Pumarejo, se inicia la construcción de ese bien público junto con el tajamar, terminándose al año siguiente. Proyectos que fueron diseñados por una firma de ingenieros con domicilio en la ciudad de Bogotá. En su construcción trabajaron los riohacheros Luis Cabrales, que manejaba el martinete, una máquina mecánica artesanal armada de madera y hierro accionada por un winche que enterraba los pilotes de madera de guayacán y el maestro de obras, don Pedro Gómez Ríos, quien además dirigió la construcción del tajamar o malecón. Las traviesas utilizadas eran de carreto.
Su longitud original fue de cuatrocientos treinta metros de largo y seis metros de ancho aproximadamente, en cuya parte extrema se ampliaba formando especie de una plazoleta donde los vehículos podían dar la vuelta para regresar y estaba instalado un faro que servía de guía a los navegantes y operaba una caseta de monitoreo en la que se guardaban los aparatos para medir la profundidad, monitorear el oleaje, las corrientes marinas, la salinidad, el grado de yodo, etc. Antes de la curva se encontraba una estructura en madera popularmente conocida como la ‘mesita’, de cierta profundidad, donde llegaban los cayucos procedentes de Dibulla y Manaure sirviendo de desembarque a los pasajeros.
Hoy, en razón de las varias ampliaciones que se ha hecho a la avenida La Marina, esta se ha reducido en su longitud; al igual que su anchura no es la misma. Hoy tiene 366 metros de largo por 4 de ancho.
Otrora, el muelle era prácticamente un paseo obligado que se volvió una costumbre de los riohacheros y visitantes, ya que por las tardes el ocaso convertía el horizonte en un policromado y encantador paisaje en el que las ballenas daban un espectacular y extraordinario avistamiento, un sorprendente desfile para criollos y foráneos que se constituía en una majestuosa atracción turística.
En el libro de crónicas del aventurero escritor francés Henry Candelier, intitulado ‘Riohacha y los indios guajiros’, publicado por primera vez en mayo de 1893 por la editorial Firmin Didot de París, cuyo título original en francés es ‘Rio-hacha et les indiens goajires’, y reeditado en julio de 1994, un siglo después, por el gobierno departamental en cabeza del doctor Jorge Eliécer Ballesteros Bernier; se registra que en el siglo antepasado probablemente habíamos contado con un muelle, en virtud a que el acucioso escritor francés dice: “Frente a la Alcaldía, creo distinguir estacas que emergen del agua. Pregunto a un marino para qué sirven. Son -me contestó-, los restos de un malecón”. Reseñado en la página 38 de su obra.
En efecto, no estaba equivocado Candelier en su apreciación, puesto que Riohacha antes del actual emblemático muelle turístico gozó del privilegio de tener uno. En un documento publicado por la Imprenta Nacional de Bogotá en el año de 1847 con el título ‘Prieto Goenaga Gobernadores de Riohacha’, en el que se relatan rasgos biográficos de dos ilustres personajes que fueron protagonistas de nuestra historia, como fueron don Nicolás Prieto Povea y el doctor José Manuel Goenaga Villa. Se consigna que el presidente de la Nueva Granada, general Pedro Alcántara Herrán, en 1842, visitó a esta ciudad siendo recibido con mucho entusiasmo popular por el gobernador de turno, don Nicolás Prieto Povea, lo que supo agradecer y estimar aquel esclarecido patricio, destinando una partida para la construcción del primer muelle en el Portal de Perlas. Obra ejecutada entre 1842 y 1843 en la administración de Prieto Povea, la que fue sometida a una ampliación, y ubicada frente a lo que es hoy el Hotel Arimaca.