Cuando me senté el pasado fin de semana a leer y escudriñar el documento-borrador del Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026, ‘Colombia, Potencia Mundial de La Vida’, pensaba solo en mi Guajira, en su imaginario colectivo y en este estado de cosas inconstitucionales en que vivimos y que nos envilece.
En la parte general, en el direccionamiento estratégico y político del Plan Nacional de Desarrollo se anuncia como objetivo sentar las bases para que el país se convierta en un líder de la producción de la vida a partir de la construcción de un nuevo contrato social, proceso que debe desembocar en una cultura de paz que reconoce el valor de la existencia y permite vivir una vida digna, basada en la justicia.
Dicho de ese modo, suena muy bonito el objetivo del plan, pero como decía mi abuela, del dicho al hecho hay mucho trecho. Esto de convertir el país en potencia mundial de la vida no puede quedarse en retórica, ni en anuncios, ni en vaticinios incumplidos. El arte de gobernar es el arte de transformar vidas, y para lograrlo se requiere invertir importantes esfuerzos y recursos por parte del Estado colombiano. Es la vida humana la que está en juego en departamentos como La Guajira, donde el Gobierno nacional tiene unos retos y desafíos inmensos para alcanzar a potencializar la vida y comenzar con un ejercicio piloto a darle forma a su promesa de gobierno, convirtiendo a La península de La Guajira en la Potencia Nacional de la Vida. Los ejes transformadores del país coinciden con los ejes que transformarían a esta península atrasada y donde los niños y los ancianos de la milenaria cultura wayuú siguen cayendo como racimos podridos del árbol de la vida.
El ordenamiento del territorio alrededor del agua, como primer eje transformador, así como lo necesita el país, lo necesita La Guajira. La conservación de la biodiversidad, el recurso hídrico y los suelos se hacen muy necesario en nuestro Departamento. La Guajira tiene once cuencas hidrográficas que descienden de la Sierra Nevada, ciento noventa y ocho millones de metros cúbicos de agua en el embalse del río Ranchería y 403 kilómetros de litoral Caribe, representando la mayor extensión de Costa Atlántica. Sin embargo, en La Guajira no hay garantía del derecho al mínimo vital de agua y alimentos, de ahí, la declaratoria del estado de cosas inconstitucionales por la Corte Suprema de Justicia.
En cuanto al segundo eje transformador, que se refiere a la seguridad humana y justicia social, La Guajira, por sus particularidades territoriales y poblacionales, no tiene seguridad jurídica e institucional para el bienestar de sus comunidades dispersas en un territorio inhóspito que la privan de una vida digna. El tercer eje transformador es quizás uno de los más importantes para nuestro Departamento, ya que el derecho humano a la alimentación no tiene garantía porque se adolece de una política de soberanía alimentaria y agraria, pese a tener potencialidades para una alimentación adecuada, basada en su naturaleza y el ambiente. También, en los productos provenientes del mar y los recursos hidrobiológicos marinos.
El cuarto eje transformador que se refiere a la transformación productiva y la acción climática es otro eje transformador que le apunta a La Guajira, colocándola como punta de lanza y cabeza del país, en cuanto a la diversificación productiva, pasando de su economía de enclave extractivo a una economía que voltea su mirada hacia el campo y al sector agropecuario y el comercio, aprovechando para ello las políticas del buen vecino con el Caribe insular y su atávica vocación agropecuaria.
El quinto y último eje transformador del Plan de Desarrollo Nacional apunta a la convergencia regional, donde los guajiros soñamos que haya acceso en este gobierno a mejores oportunidades a los bienes y servicios del Estado, y que se mejore la capacidad de interlocución de La Guajira con la Nación. Esperamos los guajiros que el Estado centralista desaparezca con este anuncio transformador y se gobierne desde los territorios más atrasados del país, como La Guajira.
Es claro que La Guajira clama redención y reivindicación del Estado con este Departamento. En La Guajira mueren personas por enfermedades que ya es un pecado morirse en el mundo. Se requiere una disposición adecuada de agua y alimentos en igualdad de oportunidades como lo tienen otros departamentos. Por eso, esperamos que La Guajira sea Potencia Nacional de la Vida y que esta política pública ingrese por la cabeza del país, por la península más septentrional de Suramérica.