La frontera más viva de Suramérica vuelve a revivir a partir del restablecimiento de las relaciones entre Colombia y Venezuela. Una frontera viva es un territorio amplio y común entre dos o más países que genera un flujo de personas que sostienen vínculos y relaciones de todo tipo, beneficiando recíprocamente a cada nación.
Es un espacio territorial de vida y económico, fundamental para el desarrollo de los pueblos que la integran, donde las fronteras son apenas líneas aparentes más no reales –pues en vez de separar unen–, de manera que esa área compartida es de vital importancia y necesidad para los dos pueblos hermanados, en este caso, el pueblo colombovenezolano.
De niño aprendí que con el vecino no se pelea porque es nuestro hermano, pero situaciones de política exterior llevan a los gobiernos a romper relaciones diplomáticas con países vecinos afectando la población que vive a lado y lado de la frontera e impactando negativamente el intercambio comercial, con lo cual se abre un espacio a la ilegalidad pues ya el cruce se vuelve clandestino y la introducción de bienes para el comercio se torna ilegal. Es más el daño que el benéfico que hace una suspensión de relaciones, aunque –por fuerza de la necesidad– la gente seguirá entrando y saliendo por trochas y el comercio, ilegal en parte, mantendrá sus relaciones cotidianas porque la gente necesita la frontera para vivir. Es una realidad que ninguna medida diplomática puede cambiar, es una simbiosis económico-social la de frontera con el pueblo.
Son 2.219 kilómetros de frontera que comprenden 7 departamentos en Colombia y 4 Estados en Venezuela. Históricamente las relaciones bilaterales se han mantenido abiertas entre los dos piases pero en el año 2019 el presidente Maduro tomó la decisión de romperlas con el gobierno de Duque, por el reconocimiento del señor Guaidó como Presidente alterno de Venezuela. Grave error de política exterior de ambos mandatarios, que soberbios ambos, no dialogaron y actuaron sin consultar la historia y la realidad socio-económica del pueblo Colombo-venezolano respecto de la relación que mantienen con la frontera de la que viven.
Las exportaciones a Venezuela fueron de 196 millones de dólares aproximadamente, antes del rompimiento de las relaciones. Venezuela dejo de ser nuestro segundo socio comercial. Ciudades como Maicao en la Guajira y Cúcuta en Norte de Santander vivían de miles de compradores de Venezuela, lo mismo Maracaibo y San Antonio del otro lado, generándose un flujo de bienes y servicios dinamizador de ambas economías. Hoy esas poblaciones de ambos países sufren los rigores de una decisión política equivocada que se traduce en desempleo, pobreza, quiebra de empresas y todo lo malo que eso trae como delincuencia, violencia, hambre, falta de oportunidades. Vengan a conocer a Maicao y verán que ya no es la vitrina comercial más grande de Colombia como se le conocía.
Otros sectores se vieron afectados como el transporte de carga y de pasajeros, el turismo, la remesa de divisas. Todo un desastre económico para los pueblos de esta frontera. Es de esperar que los nuevos embajadores en Caracas y Bogotá nombrados por los gobiernos de Petro y Maduro vuelvan a la normalidad la vida y las relaciones económico y sociales de la frontera.
Para La Guajira es de suma importancia el restablecimiento de las relaciones entre las dos naciones como quiera que estemos unidos físicamente con el Zulia. El intercambio con Venezuela será permanente en muchas actividades y esto mejorará la calidad de vida de nuestra gente que se beneficia comprando allá a menor precio, ante la fortaleza del peso frente al Bolívar, a la vez que, la gasolina más barata comprada en Venezuela impactara positivamente en el precio de las mercancías introducidas al territorio de La Guajira.
El nuevo Gobierno debe aprovechar la ocasión para aplicar la ley de fronteras – Ley 2135 de 2021 – y dar un trato diferencial de beneficios tributarios a las zonas de frontera y, a las económicas especiales, como la de la Guajira, en pro de su desarrollo y del bienestar de su gente, con tasas arancelarias más favorables; promover la creación de zonas de libre comercio; la modernización y eficiencia de nuestros puertos; exenciones de impuestos para empresas que generen empleos en el área de frontera; condiciones fiscales más favorables para el comercio de Maicao y, la solución definitiva de la circulación de los vehículos con placa venezolana autorizando su circulación libremente en todo el territorio de la Guajira, sean internados o no. Para dinamizar la economía del departamento que no existan restricciones en la frontera para el flujo de personas de las dos nacionalidades, sin más documento que la presentación de la cedula de identidad de cada nacional.
En fin, es mucho el trabajo que tendrán los embajadores Benedetti y Félix Plasencia para normalizar las relaciones y mucho lo que la gente espera al lado de cada frontera para que las cosas vuelvan a ser como antes, nuestros pueblos resulten más hermanados y el beneficio sea reciproco para las dos economías, por ende, que la gente pueda vivir mejor en este largo corredor que integra la frontera más activa de Suramérica. Se requiere voluntad política y acciones de cada gobierno pensando más en sus pueblos que en sus cálculos políticos.
Los problemas políticos internos de Venezuela que lo solucionen los venezolanos, lo mismo los de Colombia que lo resuelvan los colombianos. No intromisión en los asuntos internos de cada país es la clave para que haya respeto y buenas relaciones. Y que nunca más – por ningún motivo – el pueblo vuela a sufrir las consecuencias de las equivocaciones de sus gobernantes.
Colombia y Venezuela más unidas que antes. Bienvenido el resurgir de nuestras relaciones con los hermanos Venezolanos.