La Guajira, conocida poéticamente como tierra mágica y exótica, bañada por las aguas del Caribe inmenso, como dice Marín en su canción; salinas, desiertos, llanuras y montañas, nevados y el cerro Pintao de Villanueva, ríos y manantiales.
La tierra de Francisco El Hombre, y de grandes festivales de nuestra música folclórica. Poblada por razas que recorren el territorio a lo largo y ancho de la península donde, presumiblemente, decimos que: “aquí no somos blancos o negros, indígenas o criollos, somos un solo pueblo”.
Desafortunadamente, hoy más que nunca, ese solo pueblo, considerado una sola raza, se encuentra dividido. Este es el gran obstáculo que tenemos, los solapados criterios que no nos permiten encontrar una dirección adecuada para desarrollarnos como sociedad civilizada.
Compartiendo el criterio del sociólogo alemán, Ferdinand Töennies, enfático en considerar que: “el impulso generador de las comunidades es la voluntad de las personas”; analizada como sentimiento colectivo, es un elemento en el que todos debemos sentirnos pertenecientes a ese núcleo social. En La Guajira, es diferente esa perspectiva. A pesar que todos tenemos aspiraciones y deseamos que nuestros pueblos mejoren su calidad de vida, por lo general, siempre hay quienes sienten repulsión por los funcionarios que llegan a los cargos públicos para direccionar los destinos del Departamento. Una vez más, es obvio, que la razón para este comportamiento, son intereses personales los que importan. Es una política hueca, carente de principios y criterio social.
Las practicas descaradas, vacías y sin sentidos, buscando respuestas sin tenerlas, las influencias políticas y de poder, intereses personales, tanto individuales como personales, se han ido consolidando progresivamente en La Guajira. Los pactos políticos, acordados en los oscuros callejones de odios y envidias, son el pan de cada día. Las retaliaciones partidistas, acuciosas de encontrar lógica a sus derrotas, lanza en ristre emprende su ataque contra el ganador, sin importar los resultados. Cuando se trata del manejo administrativo de un territorio, son desastrosas, obligando a un pueblo a perder el camino del desarrollo social y económico. Lo mismo que las instituciones, siempre estarán sometidas a los caprichos de los arribistas, cizañeros y violentos, como todos los colombianos, que no quieren el bienestar general.
La confirmación del pasado 21 de julio, anulando la elección de Nemesio Rois Garzón es una muestra, y producto de estos males que han corroído los cimientos democráticos del territorio. Son varios los gobernadores que han sufrido las mismas consecuencias. Parece que estamos miopes ante el deterioro institucional de nuestro Departamento. Los andinos están a la expectativa y actúan de inmediato para llenar el vacío. El caso de Jorge Enrique Vélez, peor no le pudor ir a La Guajira. Asimismo, el gobierno asumió temporalmente el manejo de recursos de salud, educación y agua potable de La Guajira, para dar un manejo transparente a los dineros que transfiere a este Departamento. Seguimos igual, sin agua, sin salud y sin educación.
Sin lugar a dudas, es muy lamentable la destitución de nuestro gobernador. Obviamente, debemos respetar los fallos judiciales, pero no podemos olvidar que quienes ejercen esas funciones jamás han tenido contemplaciones con La Guajira, máxime que algunos tienen raíces guajiras. En este caso se notó precipitud de la procuradora, quien aún sin desempolvar el escritorio de su oficina, a su juicio dijo que sí existió “doble militancia”. Claro, olvidando las leyes y la costumbre de calificar y emitir sus fallos con el “imaginario colectivo”, igual que al alcalde de Medellín. Situación que merece una seria reflexión porque Roys Garzón trajo a los guajiros tranquilidad y confianza, avanzando en los caminos hacia la institucionalidad y recuperación de la gobernabilidad.
La determinación de la Corte Constitucional, por iniciativa del juicio emitido por la Procuraduría en contra del mandatario guajiro, nuevamente estamos a la deriva: no tenemos gobernador. Estos sucesos causan traumatismos en la población, sin embargo, es importante que como comunidad seamos solidarios, tengamos la voluntad que profesa el sociólogo Tönnies, porque La Guajira necesita de todos nosotros. Aquí no somos negros ni blancos, ni indígenas o criollos, aquí somos guajiros, con ganas de luchar por nuestro territorio. Apartemos las diferencias, aceptando que todas las comunidades en alguna forma mantienen estratificación, pero tenemos al frente un territorio lleno de oportunidades para nuestro desarrollo económico y social.