¿Las guerras para qué? Solo sirven para destruir bienes y masacrar vidas humanas. Sin embargo, es una forma de distracción para gastar, apropiar y encubrir series de hechos irregulares e ilícitos; originados en gobiernos, productores y comercializadores de armas; que provocan y promueven conflictos como peleas de gallos y perros.
Lo más grave de todos es que sobre ella predominan las intenciones de mandatarios que a motuo propio declaran guerra sin medir consecuencias de resultados catastróficos y trágicos en un juego malvado.
¿Quién dirime las guerras en el mundo? Nadie. La Organización de Naciones Unidas, ONU, es un ‘parapeto’ mueco y ciego, donde gozan de inmunidad y vetos cinco naciones blindadas sobre las cuales no recaerá ninguna sanción por sus hechos. Tres de las cincos naciones compiten en altas gamas en tecnología armamentista de industria militar, Estados Unidos, Rusia y China; las otras dos son Francia y Alemania que pueden oponerse a causas propias y ajenas que les afecten.
Las tres citadas naciones, operan como imperios, dos de ellas avasalladoras que buscan acaparar y dominar las demás naciones del globo terráqueo, acorraladas en protectorados involuntarios y forzosos, sobre todo, si califican intereses y objetivos económicos.
Estados Unidos y Rusia se dividen territorios de los continentes para asociarlos y comprometerlos en negocios y conflictos. La Otán fue creada para incorporar naciones ricas europeas, alineadas a EE. UU. Ahora ha sido extendida para amarrar regiones estratégicas como Colombia, única en Suramérica, para invadir a Venezuela, plasmada para materializar beneficios.
Las naciones vinculadas a la Otán están obligadas a participar en operaciones militares en favor del direccionamiento que ordene EE.UU. Colombia, miembro del Tratado de Atlántico Norte Otán tendrá que exponer a sus hijos que prestan servicio militar, lanzándolos a la guerra, de la que muy pocos regresan con vida o con buena salud.
¿Es lógicos, exponer a jóvenes como ‘carne de cañón’, peones en juego de ajedrez, en guerra, para defender intereses y caprichos, ignorando los combatientes, motivos y causas que enfrentan?
Familiares, sobre todo padres y madres deprimidos y desconsolados no se conforman con sentidas condolencias, menciones y reconocimientos de héroes.
Inconcebible, los horrores y devastaciones materiales que arrojan las guerras con bombardeos explosivos: masacres humanas, desintegraciones de hogares y familias, éxodos en desplazamientos forzados, ruina, inseguridad, contaminaciones, consternación y múltiples heridas. ¿Tendremos que vivir siempre acosados y temerosos, de amenazas, intimidaciones, amedrentamiento, extorciones y terror que generan zozobra y pánico social?
He observados y percibidos los horrores de la guerra. Además de lo que está ocurriendo en Ucrania, podemos mencionar otras naciones que sufren rigores y secuelas: Irak, Libia, Palestina, Afganistán, Siria y Líbano; entre otras. ¿No son suficientes los desastres y holocaustos que registran conflictos armados y gue- rras después de la Segunda Guerra Mundial, para no ponerle fin a las despia- dadas acciones belicosas y desmesuradas?
China, a diferencia de las otras dos fortalezas militares, no se deja amilanar, pero no provoca, ni promueven, choques armados, aun cuando, se solidariza con Rusia, frente a Estados Unidos.
Los chinos están en el afán de crecer en esquema capitalista para superar a los gringos que los transformaron de comunistas a capitalistas. Sin embargo, no faltan provocaciones y disturbios para gestar disputas con Taiwán apoyadas por EE.UU. para negociar armas y equipos bélicos.
Las guerras no se originan por diferencias políticas, ideológicas y gobiernos; sino por intereses económicos. ¿Por qué no invaden e intervienen naciones africanas y Haití, que de mucho le sirve para mitigar el hambre y la miseria? China y Rusia ya no son comunista ni socialistas, son tan capitalistas como EE.UU. predominando la propiedad privada que antes no existían porque el Estado era el dueño de todo y de todos, estaban obligados a trabajar para el Estado sin gozar de libertades y estar supeditados a órdenes, decretos y dictámenes.
El Estado para ellos sigue vigente conservando atribuciones, competencias, funciones en servicios públicos, educación, salud, cultura, deporte etc., que no los vende, ni mucho menos, lo concesionan, privatizándolo.
Mientras persista la industria militar y nos gobiernen, individuos indolentes, belicosos, odiosos, dictadores y desalmados no cesarán las guerras en el mundo. Se requiere desarmar y desatibar concertando diálogos en razonamiento y entendimiento armónico y de buena fe, espíritus, pensamiento y tecnología, tendiente a producir armas letales contra la humanidad y el medio ambiente para no generar sosiego colectivo, aterrador; en guerras frías con tortura psicológica, originando miedo que desanima, espanta y aturde.