En casi todas mis vacaciones, he visitado a la ciudad de Valledupar, la capital mundial del vallenato. Fascinado por su música de acordeón y por los recuerdos del viejo Loperena, donde terminé mi bachillerato. De igual manera, atraído por viejos amigos y porque observo que su modo de vida y sus costumbres tienen relación con La Guajira, el departamento donde nací. Pero observaba detenidamente, cómo se mueve la economía de Valledupar y analiza uno que la base de la economía de los vallenatos, es la agricultura, la ganadería y la minería en gran escala, y no la industria de la música vallenata como muchos creen.
La población de Valledupar, son personas oriundas de pueblos vecinos, gente humilde, que antes vivían como campesinos, trabajando el agro de sol a sol, procediendo de la más alta pureza del campo y vinieron a esta ciudad en busca de mejorar su calidad de vida. Pero se observa que, la economía de Valledupar no la movilizan los propios vallenatos, la verdad es que el comercio lo mueven los santandereanos, y el mundo del espectáculo musical con epicentro del acordeón, son iniciativas de los guajiros.
Igualmente, la agricultura y la ganadería y parte de la minería. Es decir, se aprecia que toda la gente que emigró hacia Valledupar, es gente pujante y emprendedora, que han hecho de esta capital, una ciudad modelo y organizada en su zona urbana. Por eso, es que todos en el Caribe, definen a Valledupar como una ciudad pujante y bien desarrollada. Pero ese espíritu progresista no ha sido solo de los vallenatos, sino también de toda esa población migrante, que ha llegado y que la han asumido como su patria, hasta posicionarla como la ciudad de los santos reyes que es hoy.
Los vallenatos como es apenas natural, también han aportado su valor agregado para el progreso de su ciudad, es inútil pretender negarlo, pero con el apoyo de una inmensa población del Sur de La Guajira y parte de los santanderes, lo mismo que de otros lugares de la Costa, gente buena, que ven a Valledupar como un buen vividero. Una ciudad pequeña bañada por el río Guatapurí, con sus aguas frías y complementado con el balneario del puente hurtado que le dan belleza y esplendor al monumento de la sirena y todo su mito y leyenda.
Así mismo, el Parque de la Leyenda Vallenata, donde anualmente se realiza el Festival Vallenato, con magníficos espectáculos musicales. La moderna Plaza Alfonso López, encerrando toda la cultura del vallenato y sus primeros festivales. Igualmente, el centro de Valledupar con todo el apogeo de sus artesanías y el comercio local y nacional. Sus hermosísimos parques y avenidas, con sus rotondas y monumentos, entre ellos, a ‘La Cacica Consuelo Araújo’, a los gallos de pelea, a los poporos, a Diomedes Díaz y su hijo Martín, a Leandro Díaz, y muchos más.
Pero lo más atractivo de Valledupar es su sentido musical, su historia, la de sus juglares, su festival, el acordeón vallenato y toda la fuerza de su expresión y la economía que se mueve alrededor de esta cultura. En sus vías se observa además que, la pertenencia étnica está presente y hasta los arhuacos de la Sierra Nevada de Santa Marta, demuestran que tocan magistralmente el acordeón.
También se destaca la vida citadina de esta ciudad intermedia, pero moderna a la altura de otras capitales del Caribe. Igualmente, el sistema de transporte público a través del servicio de taxi y mototaxi, es prestado por personas de otros lugares, y no por vallenatos, porque como se concluye la economía de esta ciudad le da vida esa gran población que llegó a Valledupar y no vino de visita, sino para quedarse hasta convertirla en esa gran ciudad que es hoy.
La capital del departamento del Cesar y ‘Capital mundial del vallenato’, reconocida por su gran cultura musical y su Festival Vallenato, que es gloria nacional. Pero es muy admirable la unidad del pueblo vallenato, alrededor de sus intereses superiores. Todos trabajan en torno de una buena imagen, del progreso también. Igualmente, siempre se ponen de acuerdo en la gestión de una mejor infraestructura para la capital del vallenato.
Todos esos ingredientes conjugados han servido de punta de lanza para catapultar a ese departamento. Un departamento con una clase política fuerte, unida, progresista, prestigiosa y que trabaja por los mejores y más caros intereses de su departamento y lo hacen visible. Un modelo de unidad social que mucha falta nos hace en La Guajira.