“Mientras la crisis en salud se agrava cada vez más, el presidente del Colegio Médico Colombiano” está dedicado a la literatura, elogiando ‘la marxista Ley 100 de Seguridad Social Estatal de 1993, que hoy ampara a los pobres’. ¡Ese Uribe sí es un verdadero marxista!”.
El 18 de diciembre de 2024, en uno de los tantos grupos de chat gremiales en los cuales nos han invitado a participar, un conocido colega médico escribió esta reflexión refiriéndose a un texto que yo había publicado previamente que dice así:
“Aparte de el médico de Macondo
“Después de la administración intravenosa del misericordioso suero con minerales fisiológicos y antibióticos, fiados por gestión personal del doctor Angulo ante Betty, la señora de la farmacia del pueblo —era 1978, cuando casi todo era pagado por el insolvente bolsillo del enfermo pobre; no había la marxista Ley 100 de Seguridad Social Estatal de 1993 que hoy ampara a los pobres—, y luego de que los leales riñones del pobre niño de Poponte, asado en fiebre, comenzaran a destilar los primeros cauces ambarinos, sus orines iniciales se deshacían de los tóxicos mortales de la sangre. Desafiando la ironía de quienes lo acusaban de insensatez por pretender realizar un acto forense en un paciente anestesiado, el médico de Macondo, decidido, lo ingresó al quirófano del Hospital San Andrés de Chiriguaná”.
Ante el comentario del colega, respondí en el mencionado chat con la siguiente reflexión:
La seguridad social en Occidente tiene su origen en Alemania, motivada por el miedo que Marx y Engels generaron en toda la Europa conservadora pos-Revolución Francesa y pos-Napoleón, cuando en 1848 publicaron el Manifiesto Comunista, cuya introducción reza así:
“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las potencias de la vieja Europa se han unido en una santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el Zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los policías alemanes”.
Con esta introducción, Marx y Engels destacaron cómo el comunismo era percibido como una amenaza por las fuerzas conservadoras y reaccionarias de Europa, incluso antes de consolidarse como un movimiento político organizado. Es una metáfora poderosa que evoca algo inevitable que inquietaba a los poderes establecidos.
El Canciller de Hierro, Otto von Bismarck, fue el primero en comprender el peligro que esta metáfora representaba para la estabilidad del recién fundado Imperio Alemán. Impulsado por este temor casi terrorífico al comunismo, Bismarck desempeñó un papel fundamental en la creación de los primeros sistemas modernos de seguridad social en el mundo. Su objetivo principal era desactivar las crecientes tensiones sociales y frenar el avance del socialismo en Alemania, ofreciendo un sistema de protección estatal para los trabajadores.
Principales aportes de Bismarck a la seguridad social:
- Seguro de Enfermedad (1883):
Proporcionaba cobertura médica a los trabajadores en caso de enfermedad.
Los costos eran compartidos entre empleados, empleadores y el Estado.
Incluía atención médica, medicamentos y compensación económica durante la enfermedad.
- Seguro de Accidentes (1884):
Cubría a los trabajadores en caso de accidentes laborales.
Financiado por los empleadores, incluía atención médica y pensiones para los incapacitados o sus familias en caso de muerte.
- Seguro de Vejez e Invalidez (1889):
Introdujo pensiones para trabajadores mayores de 70 años y para aquellos incapacitados para trabajar.
Financiado por contribuciones tripartitas: empleadores, empleados y el Estado.
Motivaciones de Bismarck:
- Estrategia política: Neutralizar la influencia de los movimientos socialistas y comunistas que promovían una mayor igualdad social.
- Estabilidad social: Mejorar las condiciones de vida de los trabajadores para evitar disturbios y garantizar su lealtad al Estado.
- Modernización del Estado: Crear un sistema que reforzara la autoridad del gobierno y aumentara su legitimidad frente a las demandas sociales.
Impacto histórico:
El modelo bismarckiano se convirtió en la base de los sistemas de seguridad social en muchos países del mundo. Marcó un cambio de paradigma al establecer que el Estado debía garantizar una red de protección para los ciudadanos en momentos de vulnerabilidad económica o física, sentando un precedente para la intervención estatal en la regulación del bienestar social.
Y, para terminar, mi estimado doctor, estoy utilizando la literatura como un vehículo para enseñar a los colegas a comprender mejor los orígenes de la seguridad social, y su comentario me ha caído como anillo al dedo para hacer esta aclaración, cosa que agradezco muchísimo.
Creo que estas discusiones —sin pasiones políticas— son muy necesarias en nuestro gremio. Solo así podremos hacer los aportes que realmente necesitamos como sociedad para resolver estos problemas crónicos y dolorosos. Ahora bien, puedo estar equivocado; para eso existe el debate respetuoso.
De todos modos, para evitar herir susceptibilidades ideológicas, intentaré explicar con mayor claridad en la publicación definitiva de ‘El médico de Macondo’ que la seguridad social colombiana tiene un espíritu primigenio profundamente marxista. Su ancestral ADN se remonta a la seguridad social bismarckiana, nacida del miedo al fantasma del comunismo que acechaba la Europa conservadora de finales del siglo XIX.
Desafortunadamente, al llegar a Colombia bajo la forma de la Ley 100 de 1993, el espíritu de Marx y de Bismarck fueron corrompidos, y de manera vulgar y aparatosa monetizados. Hoy, los contradictorios, pero complementarios espíritus alemanes —revolucionario y conservador—, abrazados se hunden sin remedio, como el Titanic, en un Atlántico congelado de bloques de hielo azul de billonarias deudas impagables, mientras una mirada fría y suprema cierra servicios esenciales, y el abyecto trato a las personas que sobre sus hombros intentan desesperadamente evitar el naufragio, cae como una guillotina sobre sus resignados cuellos.
Moraleja: Así como todo lo que toca el Rey Midas se convierte en oro, todo lo que toca Colombia se desordena y se corrompe.
¡No necesitamos más leyes muertas, necesitamos más vivos espíritus de grandeza!