“San Martín de Majayura lo tiene que proteger y prestármele su ayuda en su trabajo también, que no me lo deje solo que siempre ande con usted y lo libre de lo malo que le puede suceder, que yo el once de noviembre voy a cantarle su fiesta y a pagarle la promesa que yo le ofrecí por usted”.
Me encontraba dándole vueltas a un rastrojito cuando sobrevino una pertinaz llovizna, de aquellas que decía mi abuela que se debían evitar porque erran “malas para el catarro”, de inmediato el inconfundible olor a tierra mojada embriagó de recuerdos mi mente, evocando los olores a manantial, que venían durante las tardes novembrinas con la brisita colada del nordeste, igual recordé que a estas horas mucha gente de mi región se encuentra brindándole sus merecidas veinticuatro horas de alabanzas a San Martín de Loba uno de los predilectos de mi vieja, y mientras caminaba recordé el aparte transcrito de la canción titulada ‘Mi compadre’ de Diomedes Díaz que el con Juancho incluyeron en el LP ‘El cóndor herido’ en el año 1989, un canto de complacencia que no por estar dedicado a uno solo de sus amigos deja de ser un merengue que no solo debió ser de buen recibo por su preliminar destinatario sino ante los ojos del Santo que a pesar del paso del tiempo permanece encarapitado en su caballo como lo vi desde muy niño cuando mi vieja me llevaba a darle gracias por los favores recibidos.
Imposible olvidar que Martín, el de Loba, tenía fama de milagroso entre nuestros abuelos, se decía que gracias a su intercesión ante Dios se lograban realizar sueños impensables, que se curaban enfermedades inimaginables, y aparecían cosas que parecían perdidas; a propósito del tema recuerdo como si hubiera sido el mes pasado cuando estando yo mas muchacho que ahora, tal vez había cumplido mis primeros seis o siete años cuando mi abuelo llegó como solía hacerlo todas las noches, y mientras fumaba su tabaco de calilla que mi abuela le hacía, y se tomaba la “Cerveza Águila sin igual y siempre igual” de sello azul y pescuezo largo que mi vieja le guardaba le contó que todavía no aparecía la ternera de ella que estaba perdida hacia una semana, mi madre de inmediato se dirigió al cuadro con la foto de San Martín que permanecía guindado en el mismo puesto desde que tuve luz de conocimiento, y como si tuviera mucha confianza con le dijo que dejaba el tema en sus manos, y le prometió que le llevaría una ternerita de oro el día de su fiesta siempre y cuando apareciera la jovencita semoviente; pasaron cinco días aproximadamente cuando igual tomándose su cerveza cuya botella esperábamos ansiosos sus nietos para irla a meter a la canasta para tomarnos a escondidas el poquito que quedaba, era 10 de noviembre cuando él le dijo: “Josefa el hombre le hizo el milagro, hoy cuando estábamos ordeñando, la ternera apareció, no sabemos cómo ni de dónde”, los dos dijeron en coro “Es que San Martin es milagroso”.
De inmediato mi madre dijo que iría tempranito al día siguiente a escuchar su misa y a cumplir la promesa, no estaba entonces más contenta ella que yo, porque me gustaba como me gusta todavía que me llevaran a Machobayo, así lo hicimos, fue una mañana maravillosa para mí no tanto por el santo sino por el paseo, porque monte carro, pues el tío Alcides Peralta que se encontraba parrandeando en ese pueblo, donde brilla la luz perpetua para Francisco El Hombre mandó su Toyota verde Carpado, el único que había en toda la región a buscarnos, posterior a la misa de guindar el Ternerito de oro, y de la larguísima conversación de mi vieja con San Martín y después con sus amigas de juventud Gilma y Rosa Iguarán y visitar a Odilona Griego y a su tío Manche Rodríguez nos trajeron de vuelta en el mismo vehículo a casa..
Pero no fue el único milagro del que tuve conocimiento, porque el 10 de Noviembre de 1976 las fiestas patronales del Santo sagrado de los machobayeros y de todos nosotros, fueron amenizadas por la Agrupación de Poncho Pérez pero no con el conjunto de El Debe López porque días antes se habían separado, el precitado cantante llegó acompañado con el acordeón de Alonso Gil que era hasta entonces un desconocido en el sector, concluida su presentación Poncho se quedó parrandeando en el pueblo, y como tenía muchos amigos en Monguí porque con El Debe se habían convertido en agrupación de planta para sus fiestas, teniendo ya varios litros de ron entre pecho y espalda, se le ocurrió pedirle al tío Alcides que estaba en la parranda la camioneta amarilla prestada para ir a pantallear a Monguí, claro tratándose de un cantante de fama, el dueño del carro se sintió honrado que un hombre tan importante manejara su automotor, resulta que la parranda casi queda sola, todos querían embarcarse.
Finalmente y como sardina el latas se metieron cinco en la cabina con Poncho el inexperto y borracho conductor, entre ellos iba Palle Medina, en aquel tiempo los dos pueblos quedaban lejos por la carretera vieja y destapada, todos le decían “Dale poncho que tu no llevas hijo aquí”, el carro venia en el aire, y preciso llegó el tamacazo, trató de enderezar una curva y a tierra todo el mundo, se volcaron, cuando la noticia llegó a Machobayo decían “tienen que haberse matado porque la cabina iba full”, pero cuando llegaron al rescate, los encontraron sin un rasguño, entonces allá y acá todo mundo decía “San Martín hizo el milagro”.
Definitivamente, la inocencia supina se acabó pero son nuestros pueblos fuente de historias bellísimas, no saben los muchachos de ahora de lo que se perdieron, a hora lo tienen todo pero n gozan con nada, se puede decir que tenemos ya más de una década perdida, poco les importa lo que sucede con sus pueblos, la moda de hacer daño el uno al otro cada vez es más contagiosa, y se ha perdido la confraternidad entre los pueblos hermanos, tenemos que retomar el control de la situación porque hoy con esta muchachera bebiendo y con falta de ganas de trabajar o para estudiar hay pocas esperanzas.