Rosa tiene un modo de ser tan bonito: ella todo lo ve color ‘rosa’; a pesar de los embates recibidos, es capaz de levantarse con una sonrisa y seguir adelante.
Le tiene miedo al dolor y a los gatos y ama su vida social bastante agitada, pero eso sí, de día, porque ya bastante que parrandeó y su cuerpo cincuentón ya sabe lo lindo que se oye un acordeón en plena madrugada y hasta el amanecer, con los rayos de sol en la frente; ahora se acuesta temprano y temprano se levanta.
En su vida serena y tranquila, solo tiene una responsabilidad canina, que atiende con gusto y que bien puede endonársela a cualquiera, cuando sus compromisos lo requieren, pues ella es la amiga universal, llena de combos y grupitos y un fundingue nunca le ha de faltar.
A pesar de lo que quisiera, no todo es color de rosa para Rosa y un buen día, se le dio ‘enhorabuena’ por hacerse una mamografía y esa palabrita que nos asusta y no nos gusta pronunciar, llegó a su vida.
Rosa tiene cáncer y debe someterse a un extenuante tratamiento de quimioterapias y pagar sus consecuencias: perder su cabellera, cejas, pestañas, que seguro después le crecerán, pero nada se compara al milagro de la vida y sin tantas pendejadas, ofrenda su pelo al Creador.
Juiciosa, inicia su quimio, confía en su médico y sigue cada recomendación al pie de la letra y entre náuseas y maluqueras, sigue dándolo todo, al pie del cañón.
Los amigos sinceros y su familia, no la abandonan y se siente afortunada por ello… pechiches van y pechiches vienen, así que por amigos no es y por familia, tampoco, ¡ambúa!
En su terruño nunca falta un chismoso exagerado que la agrave y se riega la bola de una mala hora inventada, dicen que está en ‘articulis di mortis’, cuando lo que está es comiendo salmón con cañandonga y todos los menjurjes que sus paisanos le recomiendan, haciéndole promesas a la Vieja Mello y nutriéndose de amor y de fe.
Su vida dio un giro de 360 grados: no más chucherías y no más licor, a comer sano y mover el esqueleto, poco sol y mucha alegría, poco estrés y más risas.
Estos trancazos suelen bajar a cualquiera de la nube y ella no fue la excepción. Se volvió mucho más empática, comprensiva y solidaria con quien la necesita y hasta su mirada luce más serena y su fe da pasos de gigantes, alimentando su espíritu.
El tratamiento terminó en el tiempo previsto y ella pudo tocar la campana de la sanidad y allí va, viviendo un día a la vez y llenándose de ilusiones y de amor.
Rosa se viste de rosa en octubre y participa en cuanto tropel la inviten para crear conciencia y sensibilización sobre el cáncer de mama, es otra guerrera sobreviviente y agradecida, celebra.
Bien sabe que no todas pueden echar el cuento, que son muchas las que pierden la batalla, y por eso, cuando le preguntan por su salud, ni corta y ni perezosa, le responde a todas las mujeres: “A Dios gracias, ya estoy bien, pero tú tócate, pa’ que no te toque”.