Esperamos en el parque de los Cañones y tuve la oportunidad de ver llegar al área, antes que la Reina y las Comparsas un tumulto de jóvenes cuyas edades oscilaban entre 12 a 20 años, que se movían como un enjambre de abejas africanizadas. Me acerqué al oído de mi señora y manifesté “esto no me gusta, puede terminar en desorden”, como en efecto, ocurrió.
Después de soportar los fuertes olores de gases lacrimógenos, observar la multitud de jóvenes que corrían en todas direcciones sin control y la Policía bachiller, eran los que estaban presentes, con su única arma de dotación, ‘bolillo’, intentaban persuadir a la multitud desenfrenada, pero fue en vano; debido que lo superaban con creces. Llegó la Policía regular y el Esmad,recuerdo que dije “así como es la entrada, se conoce el plato fuerte”. Como en efecto, ocurrió.
Con el dolor de riohachero raizal, amante de las fiestas carnestolendas, tomé la decisión de no concurrir a ningún evento de las festividades, sencillamente por temor y miedo de encontrarme en una situación como la anteriormente narrada. Esa, seguramente fue la decisión de muchos nativos y visitantes, sobretodo, extranjeros a quienes vi correr despavoridos ante bochornoso espectáculo.
La ‘fresa del postre’ nuevamente lo protagonizaron jóvenes el sábado para amanecer domingo de Carnaval, cuando el pueblo embriagado, ‘enmaicenaos’, otros no, en mi caso personal, espero por tradición en mi residencia el paso de los embarradores con su característico “uuuuuuuuuuu”, quienes embadurnados recorren en compañía de la Reina Central las principales calles de Riohacha, sus casetas en particular e invitan al son del Pilón, a continuar disfrutando del ‘desorden con orden’, tolerancia y respeto.
Perono todo es reproche y censura, también es rescatable el gran esfuerzo de los organizadores que conservan intacta la voluntad, pero sobretodo la fe, optimismo y esperanza que volveremos a rescatar las fiestas que durante más de un siglo han sido referente de cultural, alegría y tradición, en que salvo algunos casos aislados, la gente salía a divertirse sanamente.
La realidad, cambió o nos la cambiaron. Hoy la gente,sobre todo los jóvenes salen es a generar el caos, se agreden unos con otros y otros, se aprovechan de la confusión para realizar actos delictuosos. Eso, toca erradicarlo. No solo con el ejercicio de la autoridad, sino con intervención social.
Solo para la reflexión formulo los siguientes interrogantes, ¿existen en el Distrito, Políticas Públicas que impactan a la niñez y juventud?,¿cuáles son esas políticas, programas de inversión social que beneficien a dicha población?, ¿cuáles son las organizaciones públicas y privadas que tiene como misión atender esa población?, ¿cuáles son los programas deportivos, culturales, recreativos que se ejecutan en el Distrito a beneficio de nuestros niños y jóvenes?
Estoy de acuerdo con las voces mayoritarias que, a través de la radio y redes sociales, reclaman más fuerza pública para contrarrestar conductas vandálicas que están contribuyendo y llevando a nuestros carnavales a un punto sin retorno. Eso, los riohacheros, raízales o no; adoptivos o no, visitantes, no lo debemos aceptar, tampoco permitir. Es un patrimonio de los pocos rescatables en una sociedad que, desde los inicios del Carnaval traídos desde el viejo continente, ha sido excluida, estigmatizada y abandonada por el agobiante y usurpador centralismo.
A los organizadores, mi solidaridad y estimulación para que no desfallezcan en su noble, altruista y sano propósito que es, proveer y mantener a Riohacha de una tradición que, por demás, es un referente en América y los exhorto, a implementar programas pedagógico s¡ YA! Para culturalizar a la comunidad, los jóvenes en particular que, los Carnavales, es sinónimo de entusiasmo, alegría, jolgorio, armonía, tolerancia y paz.