La novela ‘Leandro Díaz’, difundida por el canal televisivo RCN ha tenido grandes acogidas entre los televidentes, conectados en horarios de mayor sintonía nocturna, marcando un alto rating, propicio para jalonar y contratar pautas publicitarias.
La actuación del cantante Silvestre Dangond Corrales como autor principal personificando al maestro inédito Leandro Díaz Duarte, ciego de nacimiento, pero con ojos en el alma, le ha servido para el éxito, inspirando notas melodiosas en su iluminado pensamiento, dirigidas al amor, ambiente, amigos y parrandas, entre otras.
La historia de Leandro Díaz tiene mucha tela que cortar, hablar y comentar; es un largo legado ejemplarizante, digno de conservar, valorando sus obras reflejadas en canciones de sus autorías, entre las cuales se ha destacado el tema ‘Matilde Lina’, grabadas en diferentes formatos de géneros musicales, simbolizando el folclor en la música vallenata. La citada canción fue grabada por primera vez en el año 1970 por el cantautor Alfredo Gutiérrez. La composición ha gustado tanto, por el contenido poético pegajoso, con versos chiquiticos, bajito de melodía, que le ha dado la vuelta al mundo y no pasa de moda.
La novela de Leandro ha centrado el desenlace en ‘Matilde Lina’, lo que me ha llevado a considerar que el título de la novela debió llamarse ‘Matilde Lina’, que es apenas una parte de las múltiples composiciones, anécdotas, acontecimientos y circunstancias registradas en la vida de Leandro, por lo que veo podría quedarse incompleto el historial novelesco.
Por lo menos, se necesitarían varios capítulos extraídos de composiciones originadas por hechos reales ocurridos a Leandro, como aquella de enlaces y emparejamiento familiar, de habitantes del pueblo de Tocaimo, municipio de San Diego, Cesar, donde se residenció.
Compuso una canción mencionándolos a todos y pidió apoyo económico a familiares, amigos, vecinos y conocidos para viajar a Hatonuevo, a la fiesta patronal de la Virgen del Carmen, de quien era devoto. Alcanzó a recolectar $72, que le sirvió para los pasajes. La canción titulada ‘La trampa’, refiriéndose a Tocaimo, pueblo donde vivía una viuda de la que Leandro se moría por ella.
Leandro Díaz era un trovador, andariego, romancero, parrandero y mujeriego. Al igual que los marinos, quería tener un amor en cada pueblo para abarcar un harén de mujeres que entusiasmaba y se perdía en sus correrías. En aquel entonces no había celulares, ni telefonía rural para comunicarse.
Las mujeres se aburrían esperando, cuando volvía por el pueblo en busca de la hembra que lo ‘timbró’, algunas las encontraba diferentes, esquivas o vacilantes, originándole desamor y sufrimiento, por su sensibilidad, desgarradoras con emociones frustradas y sentimientos encontrados. Las mujeres son de poca espera, de ahí la inestabilidad de músicos bebedores que duermen poco con sus parejas.
Leandro trazó una ruta en el mapa geográfico de Barrancas en busca de una muchachita bonita con la canción titulada ‘¿Dónde?’, recorriendo los corregimientos, incluido Hatonuevo, antes de ser municipio, veredas y caseríos de Barrancas, a ver cuantas caían en las redes del lugar donde la encontraba. Alcanzó a pescar ‘La gordita’, a quien castigó por el vacilón con una canción. A raíz de ese desengaño no quiso más nada con gorditas. Estuvo cargado de desencantos que reflejaba en canciones, tales como: ‘Mal herido’, ‘Esperanzas perdidas’, ‘A mí no me consuela nadie’, ‘Olvídame’, ‘Solo fuiste un accidente’, ‘Seguiré penando’, ‘Decidí cambiar’, entre otras populares.
Aparte de las inspiraciones relacionadas con amor y desamor, divertía las parrandas exaltando virtudes y empatía amistosa, recorriendo las fiestas patronales de los municipios del Sur de La Guajira, acompañado de Emiliano, ‘Moralito’ y ‘Toño’ Salas, invitados por alcaldes. Leandro, sobrado de cualidades, dotado por Dios, que no lo abandonó dejándolo solo, colocando visión en el alma para impulsarle el pensamiento prodigioso que alegra a sus seguidores, cantándole a la vida y al amor con el ‘Cardón guajiro’, ‘La parrandita’, ‘La trampa’, ’Negrito sabrosón’, ‘La contra’, ‘Abajo del palo de mango’.
Leandro Díaz vivía desilusionándose de muchas pretendidas que trataba y se enamoraba, pero no las atendía de manera constante, sino ocasional, por condiciones: física, económica y musical, de andar errante, de un lado para otro.
Fue una persona admirable de gran valor, conectado con la naturaleza y el medio folclórico que nos rodea. Ovacionado por su talento y destreza en el ambiente popular de quienes lo admiraban y querían.
Alfredo Gutiérrez, en la transformación de música de acordeón, temporada famosa, dio a conocer en la farándula musical las canciones de autoría de Leandro a partir 1968: ‘El enamorado’, ‘Matilde Lina’, ‘Camaleona’, ‘Sabor a primavera’, ‘Diosa coronada’, ‘Quiere’, ‘La trampa’, etc. Estas canciones también han sido grabadas por otros artistas.
Sería importante detallar sin ‘Matilde Lina’, huellas relevantes grabadas sobre correrías, amoríos, trajines, despecho y aventuras; en historias de Leandro Díaz diferentes, que no deben omitirse al maestro ‘Homero’ de la música vallenata, para que no quede únicamente el relato de ‘Matilde Lina’, debiendo reseñar otras imágenes para coherencia con el título de novela y no caer en monotonía u omitir parte esencial de la vida histórica.