Lo he dicho muchas veces y no me cansaré de repetirlo, somos las mujeres en plural y no la mujer en singular, mujeres diversas, diferentes, sororas, capaces de respetar las diferencias y entender el universo del ser femenino, es decir, distanciarlas de lo que el machismo establece: –hacer caso, ser dependiente, estar detrás como sombra– o cualquier situación que la condicione a un mandato y la aleje de sus múltiples poderes y capacidades.
Mujeres en plural, sin miedo a las diferencias ni a los desafíos de desaprender formas de relacionamiento desde el conflicto para aprender a armonizar incluso con lo más contrario, no se trata de romantizarnos y perdernos en imaginarios de relaciones ‘perfectas’, sino de tejer transformación donde nos reconozcamos como imbatibles si nos unimos.
En este sentido, puedo hablar desde el testimonio de vivirme en la pluralidad femenina, desde las acciones y alianzas que lidero con la organización feminista Evas & Adanes y la experiencia en colectivos que se crean para hacer honor a ese poder tejedor y transformador que tenemos las mujeres, como es el caso del colectivo ‘Mujeres que cambian el mundo’, convocado por mi amiga y aliada Mabel Torres Torres, ahí confluimos mujeres de diversas regiones del país, indígenas, afros, mestizas, maestras y jóvenes es un océano de particularidades que prometen grandes cosas desde lo académico, político, social, cultural y económico; hemos entendido desde lo subjetivo el valor infinito de la gobernanza colectiva, cada una con sus saberes, haceres, historias y creatividades.
La unión de las mujeres es un camino suficientemente disruptivo, capaz de movilizar grandes cosas y de incomodar al machismo, es que ya es tiempo de que dejemos de caer en jugadas de mandatos opresores que les sirve vernos en conflicto, compitiendo y distraídas para seguir en el privilegio histórico de mantenernos en la lucha por nuestros derechos y no es el merecimiento de vivir y gozar de dichos derechos.
Mujeres en plural, con sus miedos, valentías, oportunidades, desafíos, poderes activados sin negarse a existir y activadas en el poder de estar unidas, haciéndonos imbatibles y deconstruyendo estereotipos de género que han afectado notoriamente nuestra proyección al mundo público.
La buena noticia es que las que hemos hecho consciencia de este poder de la pluridad y la unión femenina, debemos por principio de género y de sororidad política cautivar a otras que aun no han despertado del letargo, las que niegan su historia, rechazan los procesos de igualdad y dicen no vivir en inequidad, afirmando que tenemos todo lo que hemos querido y que eso del racismo, el machismo, la homofobia y mil discriminaciones más es puro cuento, ojo no hablo de juzgarlas para nada, esa no es la salida, me refiero a antojarlas y motivarlas a hacer parte de esta apuesta de bien común, así que la tarea está clara, polinizar e inspirar para ser cada día más.
Hay tanto por decir al respecto, pero entiendo la limitante que tengo en la extensión de mis columnas, así que termino esta reflexión con la siguiente frase de Marcela Lagarde: “Qué habría sido de las mujeres en el patriarcado sin el entramado de mujeres alrededor, a un lado, atrás de una, adelante, guiando el camino, aguantando juntas. ¿Qué sería de nosotras sin nuestras amigas? ¿Qué sería de las mujeres sin el amor de las mujeres?”.