Describir mi pueblo natal, es hacer un recorrido histórico de ese pueblo asentado entre la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá, bañado por los valles del río Cesar y el Ranchería. San Juan del Cesar, mi cuna incomparable, donde uno se levantó y construyó su propia estatura escuchando estirar las arrugas de un acordeón alemán, el mugir del ganado y el canto de las aves silvestres. Un pueblo que desde temprano está muy ligado a la ruralidad y a la más alta pureza del campo. Con una ancestral vocación agropecuaria. Pueblo que añora sus blancos algodonales, sus calles trilladas por el ganado y sus casas de barro con techos de palma. Con un río de candorosos arenales y una bandada de muchachos haciendo casimbas y cazando las mariposas que revoloteaban en sus orillas.
Pueblo de trapiches, alambiques y porquerizas y una alta cultura espiritual. Allí donde nuestros campesinos le cantan a sus cuitas lastimeras y entre cantos y vaquerías le dieron renombre a la cuna donde nacieron. Ese es San Juan del Cesar, un municipio de la provincia donde se dio cita lo exótico y lo silvestre, con el talento y la creatividad del hombre. Acá, donde se hace de la vida una canción. Donde se le pone cuatro versos al diario vivir y se conjuga con el melodioso zumbido de la brisa y se danza de dicha y placer. Un pueblo que te abraza sinceramente y te da su hospitalidad y te entrega para siempre su corazón generoso. Pero que te acusa y te condena implacablemente cuando traicionas sus costumbres y su idiosincrasia. Un pueblo solidario en la alegría y el dolor. Donde no solamente cantan las aves que lo hacen mejor, sino que se escuchan todas las melodías y voces que hay en la viña del señor.
Pueblo de finas plumas como la de Yin Daza y Kety Cuello, que describieron la realidad y ficción de los misterios que encierra con su talento sagrado. Allí donde en La Junta, en medio de lomas y sabanas naciera el cantor campesino llamado Diomedes Díaz, como poseído de los dioses para mostrar la fuerza de nuestra expresión y nuestro sentido musical hasta hacernos inmortal. Las mismas entrañas que parieron una colosal reina nacional de la belleza con atributos exóticos, propios de la mujer sanjuanera en María Teresa Egurrola. El pueblo que concibió un rey de reyes del acordeón vallenato llamado ‘Colacho’ Mendoza, y tuvo, otro rey sin corona del festival, reconocido por el pueblo soberano como el más versátil y creativo acordeonero, con un estilo inmortal como fue Juancho Roís.
Hoy mi pueblo se ha pedetizado, y tiene potencialidades para el turismo por sus paisajes naturales y el medio ambiente, con sus ecosistemas, fauna, flora, balnearios, cerros, montañas, ríos, riachuelos y manantiales. Sus potencialidades también están en su economía naranja, como ciudad creativa y cultural.
Igualmente, en el natalicio de muchos compositores, cuyo talento han producido muchas canciones, versos y melodías, lo han llevado a las cumbres más altas del podio nacional e internacional. Compositores de la talla de Hernando y Deimer Marín, Roberto Calderón, Marciano Martínez, Aurelio Núñez, Luis Egurrola y Tijito Carrillo, entre otros, dan cuenta que los sanjuaneros llegaron bien temprano al reparto de los talentos musicales. Pero, eso no es todo lo de mi pueblo natal, donde el ciudadano secular es muy irreverente y ocurrente en la picaresca popular.