Se marchó el último romántico de la plaza de San Tropel eterno, el transeúnte de la calle del Cayón, el poeta empedernido que nunca creyó en la fama y siempre estaba como en la luna, con su mente ocupada en trozos de versos y poemas. Se llevó Luis Egurrola con su muerte sus versos de cielo, los poemas que alegraban las mariposas de Babilonia y que cerraron las heridas que no sanaban del desengaño y el desamor de los amores provincianos.
Perdimos al último romántico que nos quedaba en la tierra de autores y compositores y en la cuna incomparable de San Juan del Cesar. Sentimos como si se callara el sinsonte del espeso monte. Como si el bosque quedara solitario porque se fue una de las aves que cantaba mejor. Así quedamos los sanjuaneros con la partida inesperada de este genio de la composición vallenata. Un compositor excepcional y gigantesco con alma de niño, enamorado de la vida y la poesía. Un gladiador del romanticismo del siglo XXI, ese que pese a que su fama crecía exponencialmente por su producción musical no creía en la fama. Elocuente en sus mensajes y sus poemas que bien lo identificaban las mentes y los corazones populares. Un compositor como salido de otra galaxia, fuera de serie, un lirico que le arrebataba a la bohemia y a la tristeza todo su esplendor para hacer una canción. Ese que nació del primer beso de sus padres porque era el mayor de sus hermanos.
Describir a Luis Aniceto Egurrola Hinojosa, es hablar de un compositor en toda su dimensión romántica, es el lirismo puro vertido en letras doradas con toda la expresión de un sanjuanero enamorado. Representó la sutileza de la expresión, el verbo fino y elocuente, los buenos modales del poeta, la familia real de donde nacen las canciones. Heredó de su padre el amor por la arquitectura y las artes y de su madre el amor por la poesía y los poemas y el discurso romántico y elocuente en su máxima expresión. Tres canciones de su autoría eran el suficiente material romántico para una serenata en un viejo ventanal sin luces para que la hembra despertara y se consolidara una conquista. Su guitarra enamorada de sus versos llevaba en ese pentagrama de amor, lágrimas, despecho, conquista y desamor con mensajes universales de aquel mortal que hacía de la vida una canción.
Con Luis Egurrola perdimos a uno de los cerebros más prodigiosos y brillantes que parió el Festival Nacional de Compositores para hacer canciones. Su majestad el compositor, como para quitarse el sombrero y hacerle la venia a uno de los mejores de la mitología sanjuanera. Que tristeza que San Juan lo haya perdido, su partida entristeció hasta el cielo y lloró y lloró la lluvia a la que le cantó enamorado. Se fue a la eternidad a cantarle a otro cielo y a otra musa. Aquí se queda su letra y su música inmortal, porque al olvido no le dio importancia el poeta. Se fue Luis Egurrola a vivir una aventura más en el cielo. Se fue a vivir en carne propia los misterios de la vida que no pudo descifrar en la tierra con sus ilusiones. Al final del sendero seguramente lo encontraremos con los brazos abiertos y su expresión romántica de cariño inspirándonos amor y ternura sin miedo a la muerte. Allí estará en el umbral del cielo con la camiseta del San Juan que tanto amó, cantándole a la vida y a la muerte, porque ahora si sabe cuál fue la estrella que lo vio ese día en que nació.
Con su bohémica expresión seguirá cantando y cantando sus nuevas canciones celestiales como un paranoico del cielo que llegó de la tierra con su lírica expresión. El día de su muerte la brisa con las nubes dibujó su rostro eterno en la inmensidad del firmamento. Seguramente en su epitafio, grabarán en el mármol: “Aquí yace un poeta sexagenario, el último romántico de los líricos sanjuaneros, quien se marchó hasta el cielo para adornar la constelación de estrellas que brillan en el firmamento celeste”. Lo recordaremos con su mirada perdida en la realidad y ficción de su obra musical y su quijotesca y macondiana retórica de provincia que hicieron de él un compositor inolvidable. Vaya con Dios maestro y empuñe en sus manos un poema y su guitarra para abrir el paraíso donde dormirá su sueño eterno.