Los colombianos soñamos con un presidente que llegue al palacio de Nariño este 7 de agosto, no solamente a lucir la banda presidencial ni a modificar la constitución para perpetuarse en el poder.
El cansancio de la población del país sobre el estado de cosas inconstitucionales e ilegales, impone unos retos y desafíos inmensos para el nuevo inquilino del palacio presidencial. Es imperativo y así lo exige el pueblo soberano, que llegue un mandatario revestido de mucha independencia, carácter y moralidad pública para la toma de decisiones correctas y que demanda la actual coyuntura social y económica de la nación.
Acabar con la corrupción y los corruptos, con la violencia y los violentos, con el despilfarro estatal y los privilegios, con el narcoterrorismo y los narcotraficantes y reducir el estado a su más mínima expresión de eficiencia y eficacia, es voz populi por las calles del país. La población demanda un nuevo modelo de desarrollo nacional con cosas nuevas y extraordinarias, salidas de lo convencional y la rutina diaria, para volver a tener fe y esperanza en los gobernantes y las instituciones públicas.
Colombia está exigiendo que el estado cambie su rumbo-norte, con un nuevo proyecto de país que emprenda una cruzada contra la pobreza y promueva la generación de oportunidades y riquezas. Esos vergonzosos indicadores de pobreza multidimensional, de necesidades básicas insatisfechas y de desarrollo humano, hay que torcerles el pescuezo hasta derrotarlos. Hay que focalizar las inversiones públicas hacia territorios como Chocó y La Guajira donde su población se muere de hambre y sed por desnutrición y sus patologías conexas por falta de la presencia del estado.
El pueblo demanda de un estado más descentralizado y que gobierne desde los territorios, porque considera que, ya basta de administrar lo que no se conoce. Del mismo modo, atendiendo que el arte de gobernar, es el arte de administrar vidas, hay expectativas en que los recursos públicos se inviertan en la gente. Son esperadas las inversiones, en el desarrollo del recurso humano, en el desarrollo de la sociedad del conocimiento, de la ciencia, la tecnología y la innovación, y también, en el desarrollo y fortalecimiento de la red pública hospitalaria.
Los pueblos no son ricos porque tengan riquezas, sino sabiduría, para el aprovechamiento de los recursos que la madre naturaleza nos ofrece. Colombia ha tenido una economía fuerte, capaz de resistir sesenta años de conflicto interno y ha sobrevivido a todos los embates y el vaivén de las olas de la democracia. La población ha tenido resiliencia y ante todo eso, su respuesta es la vida. Pero nuestras calles y la ruralidad colombiana se han manchado con sangre y con inseguridad y violencia, dejando centenares de muertos sin que pudieran disfrutar la belleza de país que tenemos. Pero hoy nuestra patria vuelve a soñar con libertad y orden como señala nuestro escudo. Tantos próceres y tantos adalides de la libertad se quedaron a la vera del camino con sus sueños sacrificados y sus esperanzas lapidadas en el recuerdo.
Pero hoy, nuevamente los niños afros del Chocó y los wayuú de La Guajira vuelven a estirar sus alitas teñidas de esperanza para poner a volar sus sueños. Porque esperan un presidente que no permita que los niños sigan cayendo como racimos podridos del árbol de la vida. Es muy importante que el nuevo presidente además de reducir el aparato estatal, recuperar la soberanía tributaria y pagar la deuda externa del país, apruebe inversiones que sean viables, pertinentes, de impacto y sostenibles en el tiempo.
Colombia necesita una infraestructura mucho más adecuada para su desarrollo, es verdad. Pero también es cierto, que se requiere vivir en un país en paz, dándole continuidad a los acuerdos de paz, y atendiendo las víctimas del conflicto armado. Hay que emprender con énfasis, el ordenamiento social de la propiedad rural y todo el proceso de transformación de las subregiones azotadas por los violentos, y que hoy, son los 170 municipios que debe reivindicar el estado con los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial – Pdet. La paz, la reconciliación y la convivencia ciudadana, debe hacer parte de la agenda presidencialista con muchos programas sociales que incluyan la educación y salud rural, lo mismo que la adecuación de tierra e infraestructura para el campo. Pero es importante que, a través de su plan de desarrollo, que debe ser un plan maestro, formule políticas públicas de unidad, donde quepan todas las regiones de nuestro país, con sus particularidades poblacionales y territoriales.