Vestida de negro, con la cara triste y su memoria llena de recuerdos, Nancy María Zuleta Carrillo, aceptó hablar del amor de su vida, Jorge Oñate, con quien vivió 47 años.
Las lágrimas se pasearon por el largo recorrido de las añoranzas de aquel joven de quien se enamoró a los 15 años, no contando inicialmente con el visto bueno de sus padres, Bernardo ‘El Chijo’ Zuleta Suárez y Marta Carrillo Torres.
“Jorge fue todo para mí”, comenzó diciendo, y muchas lágrimas que anegaban sus ojos no le permitieron continuar hablando. Ya calmada, indicó: “No me acostumbro a su ausencia y todo lo que giró alrededor en su vida, además de su inmenso aporte a la música vallenata donde entregó todo hasta sus últimos días. Él era el más grande defensor de esta música”.
Seguidamente, señaló que toda su gesta musical es ampliamente conocida, siendo un luchador durante más de 50 años, ganando todo lo que se propuso, hasta llegar a recibir el Premio Grammy a la Excelencia.
Explicó con lujo de detalles que Jorge Oñate grabó más de 250 clásicos vallenatos con distintos acordeoneros, la mayoría Reyes Vallenatos. También, que se dedicó a buscar en pueblos y caseríos a diversos compositores para que le entregaran sus canciones, asunto que ya no se hace. Gracias a él, esos temas quedaron en el registro sonoro.
Estando en esa etapa del recuento de la historia musical de Jorge Oñate, comentó que él siempre añoró volver a grabar con Juancho Rois, y hacer una producción musical cristiana que dejó adelantada. Además, que dos de las canciones que más lo conmovían al cantarlas eran ‘Mi gran amigo’, de Camilo Namén y ‘No voy a Patillal’ de Armando Zabaleta.
‘La Patrona’, así como él la llamaba y mencionaba en sus discos, regresó a contar su bella historia de amor: “Estuvimos siete años de novios, pero casi a escondidas porque mis padres decían que ser cantante no tenía futuro en ese tiempo. A pesar de todo continuamos, hasta que al fin me dieron el visto bueno”.
Avanzó en su relato señalando sobre las serenatas que tenía prohibidas, hasta que el enamorado se las ingenió buscando al tres veces Rey Vallenato Alfredo Gutiérrez, porque ese era el acordeonero que admiraba su papá.
“Mi papá creyó que esa serenata se la llevaba Alfredo, pero era para mí de Jorge. En la mañana mi papá comentó que era una de las mejores serenatas que le habían dado”, contó ella con una leve sonrisa.
Jorge y Nancy se casaron la noche del viernes 15 de febrero de 1974 en la iglesia San Francisco de Asís de La Paz, Cesar, tierra natal de ambos. Después de la luna de miel en San Andrés regresaron llenos de amor iniciando el proceso de crecimiento del artista, porque ella fue su soporte y compañera de todas las horas. Vivía pendiente del más mínimo detalle, y ambos recorrieron distintas regiones del país.
Las planas
La maravilla de ese amor la llevó a recordar que sentada detrás de una vieja máquina de escribir tecleando letras y él dictando las canciones, adelantando y retrocediendo los casetes en una grabadora grande. De esta manera Nancy sacaba en limpio las canciones para que Jorge Oñate se las aprendiera. En ese trabajo que duró muchos años, ella entre tantas y tantas canciones se quedó con ‘Igual que aquella noche’, de la autoría de Emiro Zuleta.
Con el corazón en la mano expresó: “Esa canción es hermosa y llena de mucha poesía. Claro, que muy cercanas están otras que me gustaron y le pedí grabarlas. Nunca me dijo que no”.
Pasó a declarar que los responsables de los bautizos a Jorge Oñate como ‘El Jilguero de América’ y ‘El Ruiseñor del Cesar’, fueron el periodista Juan Gossaín y el locutor y presentador Jaime Pérez Parodi. “Yo les agradezco a los dos el bautizo porque así se quedó para toda la vida”.
Ella volvió a insistir. “Lo que hizo Jorge fue cumplir con un mandato de Dios de llevar alegría y paz a través de la música que amó, nuestra música vallenata, esa que cantó hasta el final de sus días. Ese amor por su música es incomparable”.
También tuvo palabras de agradecimiento por el homenaje que se le brindó en el 55° Festival de la Leyenda Vallenata, donde se le reconoció toda su gesta musical, y para el artista Silvestre Dangond, de quien Jorge Oñate era su padrino, por la grabación de la producción musical titulada, ‘Oñatista por siempre’.
“Gracias a todos por querer tanto a Jorge, lo siguen demostrando después de su muerte, especialmente a la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, a su ahijado Silvestre Dangond, a sus seguidores, paisanos y medios de comunicación”, indicó Nancy Zuleta.
El último adiós de ‘El Jilguero’
El último día de febrero del año 2021 la inexorable muerte interrumpió su trinar yéndose tranquilo y a paz y salvo con Dios. Acá se seguirá recordando a través de sus cantos y parafraseando al maestro Rafael Escalona se manifiesta a viva voz. “Sólo nos quedó el recuerdo de su voz, como el ave que canta en la selva y no se vé”.
En el recorrido del adiós eterno que para ella no debió llegar, pero que acepta como un mandato de Dios, Nancy Zuleta ahora se la pasa en su casa mirando la gran cantidad de galardones obtenidos, hojeando las notas en revistas y periódicos que ella coleccionó, dedicadas al hombre que la piropeó con un canto, y le regaló las más grandes alegrías al lado de sus hijos Jorge Luis, Jorge Daniel y Delfina Inés.
Al final, soltó una frase que le salió del fondo de su alma: “Lo único que no puede morir es el legado dejado por Jorge Oñate”. Ese legado encierra todo lo que ‘El Jilguero de América’ significó en el mundo vallenato, y que deberá transmitirse a las futuras generaciones.