Las elecciones presidenciales, en segunda vuelta, realizadas el 19 del pasado de junio, dio como ganador a Gustavo Petro Urrego, quien estará al frente del país los próximos cuatro años, como el nuevo presidente de los colombianos. Sin embargo, parece que, en un grupo de personajes de la vida pública, periodistas y electores, no han logrado asimilar este cambio, asumiéndolo como una anomalía, en la vida democrática de Colombia.
Esta situación ha intensificado el uso indiscriminado de las redes sociales, con improperios y acusaciones, buscando el desprestigio del nuevo mandatario y sus colaboradores. La razón de esta actitud es que estamos atados a pensamientos limitantes, provenientes de nuestra formación, afectada por informaciones de contenido negativo.
A pesar que las redes sociales, siendo una herramienta importante para estimular la democracia, y sin lugar a dudas han transformado y permitido, de manera ostensible, comunicarnos y poder brindar información con mayor rapidez, están siendo utilizadas inadecuadamente. Personas que están manipulando y haciendo circular insultos y noticias falsas, creando tendencias peligrosas, aupadas por las denominadas “bodegas”.
Según lo señalado por Samir Estefan, cofundador de TECHcetera, promueve el uso de la tecnología y la cultura digital, estas bodegas viralizan mensajes relacionados con sucesos políticos y sociales del país. Por su puesto, tenemos el privilegio de expresar nuestras opiniones libremente, pero la incapacidad mental es el único mérito que no permite emitir un juicio razonable sobre las personas y realidad de Colombia.
El persistente y principal problema que aqueja a los colombianos, en la actualidad, es el alto grado de polarización influenciada por políticos mañosos, intereses personales y la sumisión por ignorancia. El país está sumergido en este flagelo. La combinación de estos elementos muestra, con claridad meridiana, que el problema es mucho más profundo del que imaginamos: el problema es cultural. El desconocimiento que tenemos, hablando filosóficamente, es la denominada “naturaleza humana” la gran mayoría de las personas cometen errores graves; se equivocan en su enfoque, vacío y sin sentido, y se van por la tangente; simplemente tratan de imaginar lo que creen pueda suceder con el cambio por el nuevo sistema de gobierno.
Considerando estas ideas estrafalarias, muy prolíficas en las redes sociales, pienso que estamos enfrentando a un mundo de personas acostumbradas al maltrato verbal, desprestigios políticos y ataques personales, los cuales no ayudan mucho, con esos argumentos raquíticos; una oposición que se deshace en añicos por miedo a un cambio de gobierno. No entienden en que puede consistir ese miedo, ni lo que está bien o mal, lo mismo que no hacen nada por averiguarlo. Simplemente se dedican a la crítica salvaje. Es cierto, es un nuevo gobierno que ha generado, en las azarosas redes sociales, toda clase de epítetos; el miedo al cambio está en todas partes, despoja a la gente de una oportunidad para contribuir al desarrollo del país.
La columnista de una revista nacional, Juliana Sánchez Trujillo, manifestó en uno de sus artículos “el cambio es incómodo, pero es inevitable”. De igual manera, considera la misma columnista que ese cambio lo asumimos como una rareza. Sin embargo, hace rato que venimos hablando de la necesidad de un “cambio” pero no hacemos nada para que se geste esa situación, tan importante en la vida administrativa y política del país. Un buen ejemplo lo hace el escritor maltés, Edward de Bono, con su ejercicio llamado “seis sombreros para pensar”, cada uno tiene uno tiene su color y función: el sombrero rojo, el pasional e injustificado. Quien lo tenga debe dejar ir todos los sentimientos, pasiones, incluyendo enojos, miedos.
Entendiendo la naturaleza humana, como dije anteriormente, de esa comprensión que tengamos procede el trato que debemos darle a todos aquellos que tengan dicha naturaleza: Dignidad. Señalaba Joseph Kapone, que “hay genios sin estudios e idiotas con doctorados. La verdadera sabiduría no te otorga un título sino lo que haces con lo aprendido a lo largo de tu vida y la manera en cómo tratas a los demás”. No queremos una sociedad “enfrentada y dividida”. Debemos echar mano a la tolerancia, es lo más prudente, llegar al dialogo con ideas sanas, argumentos y respeto. Dejemos los fantasmas y reflexionemos sobre lo que dice la escritora francesa, Florence Thomas, “Colombia no se hundirá irremediablemente…serenidad y mesura; dejemos de imaginar una hecatombe”.