El 4 de noviembre de 1921, hace un siglo, fue obligado a dimitir de su cargo por la pandemia de la gripe española el presidente Marco Fidel Suárez después del feroz acoso, matoneo y enconado debate en el Congreso de la República por indignidad promovido y encabezado por el “resentido social” Laureano Gómez como lo denominara el médico psicoanalista vallenato de padre villanuevero, José Francisco Socarrás Colina en su reconocido libro.
El supuesto delito por el cual acusaron sus propios copartidarios de la hegemonía conservadora al entonces presidente Suárez tiene relación directa con la epidemia (influenza: variante del H1N1) que azotó al mundo desde finales de primera guerra mundial matando a cincuenta millones de personas en un año. Diez veces más de los fallecidos por el Covid-19. En el caso de Santafé de Bogotá se contagió el 80% de la población.
La peste respiratoria de la bronconeumonía no hizo excepción con Gabriel Suárez Orrantía, estudiante de Ingeniería en Nueva York, hijo del jefe de Estado y Gobierno nacional de Colombia entre 1918-1921.
A la tristeza por la muerte de su hijo, solo y tan distante, se sumó la falta de recursos económicos para repatriar el cuerpo. Para solucionar este doloroso inconveniente, Marco Fidel decidió acceder a un préstamo del Banco Mercantil Americano amparando el crédito con su salario presidencial durante seis meses.
Sus opositores, aliados en gavilla, no vacilaron en emprender un juicio de indignidad y lo acusaron de haber vendido sus sueldos y con ellos la dignidad del país. En un acto de gallardía y entereza, el presidente Suárez se apartó del poder.
Lo paradójico de este bochornoso episodio de la historia nacional es que Laureano Gómez dejó constancia en privado de la calamitosa situación sanitaria por lo que atravesó el país en carta manuscrita dirigida a su amigo José Arturo Andrade el 24 de octubre de 1918 que confirma cómo la historia se repite:
“Aquí hay de nuevo una epidemia de gripa que tiene alarmada la ciudad… Al principio fue cosa de risa: todo el mundo estornudando. Pero luego empezó una forma que llaman cerebral y empezó a morir gente de repente en la calle, especialmente entre los obreros.
Por lo que dicen los periódicos, la epidemia es universal, aunque en el resto del país no se conoce. Pero en los EE. UU. han muerto de ella, Gabriel Suárez O, el hijo de D. Marco, …
Las autoridades han dejado mucho que desear. Bien es verdad que con la mula de Santiago Castro de Alcalde poco hay que esperar”.
Y termina la misiva adelantándose a la Colombia del 2016: “Como la guerra no nos perjudicó en exceso, tampoco la paz se preocupará de beneficiarnos”.
Laureano Gómez no le perdonó a Marco Fidel Suárez su origen humilde, su condición de hijo bastardo, su procedencia provinciana y lo convirtió en una víctima de sus ambiciones políticas y electorales, que en términos actuales demanda verdad, justicia, reparación y no repetición.
De todas formas, cuatro años después, el 14 de noviembre de 1925, la Cámara de Representantes absolvió a Suárez. Expresó entonces sin odio, rencores, ni mezquindad y con actitud reconciliadora: “Me devuelven la vida porque me devuelven la honra;… En lo sucesivo (mi familia) podrá levantar su frente sin que nadie, en justicia, le pueda decir que no descienden de un hombre honrado”.
Que diferencia con los presidentes que han pasado por la Casa de Nariño en los últimos tiempos, y particularmente, cuando Laureano Gómez fue cabeza del Gobierno nacional (1950-1951).
Lección para la dirigencia política actual en la coyuntura de la epidemia del Sars-Cov19 que tengan la grandeza del autor de ‘Los sueños de Luciano Pulgar’.
Hace 100 años, Marco Fidel Suárez fue apartado injustamente de su cargo presidencial por una pandemia. Nos preguntamos si en el escenario actual del Covid-19 hay méritos suficientes y condiciones para el control político por parte del Congreso a la Presidencia de la República por el manejo dado a la emergencia sanitaria si se tiene en cuenta los datos de morbimortalidad de Colombia comparados con los otros países de Latinoamérica, el Caribe y el mundo.
Igual pregunta aplica para los gobernantes de municipios, distritos y departamentos, inclusive, asociándolo a eventuales revocatorias de mandatos.