Lo que ocurrió el pasado domingo 23 de octubre en el Área Metropolitana de Barranquilla superó los límites de la podredumbre y mostró lo permeada que está nuestra sociedad por el narcotráfico.
Una fiesta de clanes mafiosos con invitados de toda índole: sicarios llegados de Venezuela, modelos y reinas de belleza, lavadores de dólares, fiscales antibandas criminales, funcionarios públicos, reconocidos grupos musicales, universitarios, cirujanos famosos, en fin, la crema barranquillera en una casacampo en Salgar, en Puerto Colombia (Atlántico) para celebrar el cumpleaños de Jhonatan Ospino, quien fue asesinado en la celebración, al amanecer del lunes 24 de octubre, en un tiroteo descomunal donde hubo hasta armas largas.
Todo quedó grabado en video, desde la llegada de los invitados, los regalos (2 camionetas Toyota de alta gama), los cantos al cumplimentado, la pelea, el tiroteo, la huida de los invitados por el mangle, un muerto frente de la tarima, el traslado de los heridos, el choque de la camioneta con un taxi por el afán de llegar a la clinica, la desesperación al momento de bajar al herido porque las puertas estaban bloqueadas, en fin, una serie criolla, pero de ‘Netflixrebolo’. Lo qué pasó ahí no se vio ni en la peor época de Pablo Escobar y nos ubica en el mismo panorama de México, donde son habituales estas cumbres mafiosas, tanto que las han recreado en películas como la del ‘Chapo’ Guzmán. La celebración, amenizada por los de siempre, ‘El Churo’ Díaz y Diego Daza, los mismos que estuvieron en el pabellón de extraditables de La Picota hace un mes, se han especializado en cantarles a ‘traquetos’, no les importa ni la imagen, ni la música vallenata, ni el riesgo que corren, lo importante es el ‘tevillegar’.
La noticia le dio la vuelta al mundo e indignó a muchos barranquilleros, molestos insistían en que eso había sido en Puerto Colombia no en su ciudad, como si en Barranquilla nunca hubiese pasado nada en temas de narcotráfico. Qué rápido olvidan el pasado, cuando en la época de la ‘marimba’, todos los traficantes guajiros compraron casi medio barrio El Prado con el aval de gran parte de la élite barranquillera, aunque en voz baja se burlaban de sus extravagancias, les rendían pleitesía y los adoraban por el dinero; exactamente lo que hicieron los Gerleín al arrendar su casacampo para esta ‘narcofiesta’.
Al parecer las experiencias vividas en esa época no sirvieron. Hoy, la ciudad vive un auge ‘traqueto’, en complicidad con muchos sectores sociales que no logran inferir la dimensión del daño que hace el narcotráfico a la marca ciudad. Medellín es un ejemplo de lo nociva que es una referencia tan negativa y cuánto le costó transformarse. Es hora de que el alcalde Jaime Pumarejo, quien habla tanto y hace poco, y todos los gremios, se unan para que la bella Barranquilla no vuelva a las épocas de Alberto Orlandes Gamboa, alias El Caracol, cuando montó en Barranquilla un megaejército de sicarios armados y guerras absurdas que dejaron arroyos, pero de sangre. Algo parecido puede ocurrir con el enfrentamiento de clanes que se avecina entre los Vega Daza, liderados por alias Kike Vega de Carraipia (La Guajira), miembros de ‘Los Pachenca’; los Escorcia de Fundación (Magdalena) de ‘Los Costeños’ y ‘Los Maracuchos’, liderados por ‘Deivi Parrilla’, también apodado ‘El Carnicero’, del estado Zulia (Venezuela), el que portaba el fusil en la fiesta y las autoridades ofrecen 80 millones de pesos de recompensa a quien dé información de su paradero, deben aumentar el valor, a ver si así cae.