El departamento de La Guajira tiene una extensión de 20.848 km2 que representan el 15,25% de la región Caribe colombiana y el 1,76% de la superficie del país y está conformado por 15 municipios. Decenas de debates, informes, mesas de trabajo, paros, bloqueos, vías de hecho y reuniones sobre la situación político social sumado a crisis humanitaria en la península ha sido en pan de cada día por sécula seculorum: ¿Cuál ha sido el impacto que ha tenido el Sistema General de Regalías en la inversión social del departamento de La Guajira?
El departamento de La Guajira presenta un rezago histórico en economía, tecnología y en general en todos los aspectos del desarrollo humano, también tiene unos indicadores de salud y educación que están entre los peores del país y por ello es necesario revisarlos antes que toquemos fondo aunque muchos opinan que ya tocamos.
Desde la concepción de las regalías en el Departamento, siempre se ha dicho que estas son invertidas en las necesidades básicas insatisfechas, tal como lo requiere la normatividad vigente para tal fin, pero los indicadores muestran lo contrario, no se ha podido demostrar un mejoramiento en el desarrollo del territorio ni en la calidad de vida de los guajiros. Esto indica que los millones de dólares que ha recibido el departamento en las últimas décadas se han desviado por la corrupción y la ineficiencia, o ambas cosas, por esa razón, La Guajira tiene bajos indicadores sociales y seguimos en la misma situación de lástima porque no se puede decir otra cosa.
En La Guajira, los niveles de pobreza son superiores al promedio regional y nacional; la corrupción política, la migración, los grupos armados ilegales, la falta de oportunidades, el contrabando, la falta de acceso a servicios básicos vitales, la crisis migratoria y el cambio climático son algunas de las dificultades que afronta la Guajira y la principal razón de nuestra pobreza entre muchas causas es la destrucción de empleo que es más acentuada y visible entre los hogares más pobres, los cuales no perciben ingreso de otras fuentes propias para atenuar los efectos sobre las tasas de ocupación de la región; avergüenza que un departamento que juega un papel tan importante en la economía del país, sea tan pobre en inversión social.
En La Guajira siempre han existido dos grandes problemas: la escasez de agua y uso ineficiente a pesar que contamos con una represa en el río Ranchería, que alberga millones y millones de litros de agua depositados ahí por años y hoy se padece de ese precioso liquido en casi toda la geografía peninsular. El servicio vital de agua en el departamento de La Guajira ha sido intervenido por el Gobierno nacional debido al incumplimiento permanente de la Gobernación y las alcaldías para garantizar este derecho a sus poblaciones, a pesar que se cuenta con las fuentes de financiación para su operación y sostenibilidad integral.
Otro de las causas relevantes se ha relaciona con la actual crisis humanitaria de la que siempre se habla en La Guajira, que es el hambre y la desnutrición en niños en el Departamento, por las precarias condiciones sociales y económicas que están relacionadas con los determinantes estructurales. Si de una vez por toda, siendo responsables con el sentido de pertenencia que se debe tener con el territorio, iniciando por las administraciones departamental y municipales, los congresistas y la conciencia de la comunidad, para garantizar principalmente la Seguridad Alimentaria sobre todo en La Alta Guajira, además de capacitar a las familias para que hagan sus propias huertas, se les suministren insumos, asesorarlos en ideas productivas, construyéndoles pozos para el suministro de agua para consumo humano, animal y para el riego de sus cultivos sin contratos leoninos ni plagados de corrupción, nunca saldremos de esta crisis que y se ha convertido en una vergüenza.
Hoy seguimos presentando un escaso desarrollo social con altos índices de necesidades básicas insatisfechas, preocupantes cifras que aseveran las condiciones de pobreza, hacinamiento, deserción escolar, desempleo, analfabetismo y bajas coberturas de educación básica secundaria y media, factores determinantes que lo clasifican como de alto riesgo, lo cual requiere de estrategias de intervención eficaces y sostenibles, además de inversiones suficientes para generar un desarrollo local.
Nos tocara tener la paciencia de Job y reclamarle lo que le reclamó él a Dios: Job se queja de que Dios permite que los impíos no sufran las consecuencias de su injusticia en la actividad laboral y económica. Las personas se apropian de recursos públicos para su beneficio propio y roban las propiedades privadas de otros. (Job 24:2).