Dentro de quienes hablan cerca de las orejas de Duque, jefe del régimen político colombiano, tiene que haber alguno con la sensatez mínima para decirle al señor que hay peleas que no se casan si se sabe que se van a perder, como aconsejan los abuelos. Ese alguien debe ayudarlo a sacar las cuentas de que para finalizar el año escolar en Colombia nada más faltan dos meses y contrastar este dato con el riesgo de obligar a los hijos de menos madre a sesiones académicas presenciales y correr el riesgo de contagio por Covid-19. Se trata de echar por la borda un entrenamiento de los profesores en la educación virtual en los cinco meses pasados porque se les exigía que debían adquirir nuevas destrezas. Muchos aprendieron otras maneras de transmitir conocimientos y a los estudiantes les sirvió para caer en cuenta que internet es algo más que redes sociales.
Alguien en la Presidencia de la República debe jalar al jefe por la solapa y hacerle ver que todavía está lejos el día en que se pueda afirmar con responsabilidad que existe un control seguro sobre la pandemia de coronavirus. Les convendría ver los noticieros internacionales y fijarse como jefes de Estado europeos son cuestionados porque se están demorando en reversar decisiones liberatorias de la circulación social de las personas; España es un buen ejemplo en este momento. Colombia tampoco tiene la mejor política pública en el manejo de la virosis. En este sentido, la mayor parte de la población entiende las aperturas del comercio y la industria porque resulta impracticable una cuarentena infinita con estos sectores productivos inactivos. Eso es insostenible a largo plazo. Sin embargo, complacer una obstinación temeraria del Gobierno nacional es otra cosa. Lo grave es que no se trata de un capricho, sino de un interés financiero lo que azuza a Iván Duque.
Resulta que la pandemia desnudó la miseria generalizada de la población colombiana. Ahora muchos se rasgan las vestiduras porque se han dado cuenta que una amplia capa de estudiantes carecen de computador y/o de cobertura de internet. Se trata de una población marginada de la aldea global que no puede darse el lujo de gastarse alrededor de cinco o diez mil pesos diarios en la compra de datos y pidiendo prestados equipos ajenos. Apenas caemos en cuenta que ni la tos ni la pobreza se pueden disimular por mucho tiempo. La conectividad no puede ser una prioridad de los estudiantes de colegios públicos, cuando carecen de una ingesta de alimentos decente o saludable. Tanto que el uribismo rechaza el chavismo y allende la frontera cada escolar recibe un computador dentro del plan de beneficios de la población, los llamados PC Canaimas.
Algunos nos preguntamos por qué la senadora Paloma Valencia y su jefe, Iván Duque, defienden con vehemencia inaudita el regreso a las aulas para que los estudiantes reciban clases presenciales, apoyado en un despliegue mediático descarado, y en ese afán, handicho toda clase de calumnias de Fecode. Esta organización se opone a la medida gubernamental porque conoce lo que entraña la cruzada duquista. Por las razones citadas de no tener cómo costearse la educación virtual, sumado a la imposibilidad de ayuda por parte de los familiares que suelen acusar un analfabetismo cibernético significativo, la deserción escolar ronda el 30%. Esta cifra es grave en sí misma por su impacto negativo en los programas educativos. No obstante, la preocupación del Gobierno no es esta, sino que ellos deben rendir cuentas al Banco Mundial de qué han hecho con los créditos para educación y una desbandada de estudiantes como la presente entorpece la confianza del ente bancario, lo que pone en duda la idoneidad del presidente de Colombia y su equipo de gobierno.
No habrá más dinero en préstamos hasta que se corrija esa anomalía. Esta es la almendra de tanto ataque a Fecode, ente que trata de cuidar al estudiantado del país.