Existen tres clases de mentes: las inteligentes, las normales y las mediocres. La mente inteligente viven en continua ebullición de producir ideas brillantes e innovadoras; las mentes normales son las que actúan permanentemente sobre el día a día y las mediocres son aquellas que viven pendientes de los demás, no para construir si no para destruir.
En nuestra guajira las mentes mediocres le han hecho mucho daño a la península, de ahí el subdesarrollo en que vivimos, las pasiones culturales que nos tienen ensimismados en el atraso y los que viven en la política pendiente del error del otro para caerle con todo, con odio y sevicia y su resentimiento no hacia los ideales –¿Cuáles ideales? si aquí no tenemos– si no hacia las personas. ¿Pero qué nos está pasando? ¿Por qué nuestra guajira no es unida? ¿Por qué somos malos perdedores? ¿Y por qué no aceptamos el triunfo del otro?¿A qué se debe el retroceso?
Este es el análisis que hago y en el que mucho confluyen con mi criterio. ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué de las conserjas y de las veleidades en cada esquina de los guajiros, que en nada son útiles? Antes por el contrario, los comentarios son malintencionados, fuera de foco, juicios a priori, juicios destructivos y nada constructivos. Parece que el gorgojo de la envidia ha proliferado a todos sus habitantes. Y el decir de muchos que en la mayoría de los casos, ningún guajiro habla bien de otro guajiro. Para el caso de lo que está sucediendo con nuestras elecciones atípicas, las conserjas, la envidia que viene a ser el síndrome de los guajiros.
Aquí nadie puede tener prosperidad u ocupar un cargo importante. Las diatribas vienen como en la guerra, por todos lados. Aquí se sufre más por el bien ajeno que por el mal. Y ahí es donde La Guajira ha tocado fondo. Necesita con urgencia un exorcismo para ver si el odio, el resentimiento y las malquerencias desaparecen de nuestros corazones. Aquí en este bello pedacito de patria se vive de puro existencialismo y de puro materialismo, lo espiritual casi es un espejismo. De ahí en parte la raíz de nuestros males seculares. Si nos acercamos más a Dios, el cambio sería inminente. El amor lo cambia todo y endulza nuestros corazones. Pero la raíz de amargura y la insensatez de todos nosotros nos tienen al borde del abismo.
Por eso en esta sección del país se aplica el famoso silogismo del efecto cangrejo. El que desea sobresalir de manera limpia y transparente, con su intelecto, con sus dones, con su productividad, con sus finanzas, el otro lo ataja y no permite que salga adelante. Es la filosofía del mediocre. Si yo no puedo hacer tal cosa, el otro tampoco es merecedor de ello. Casos y cosas de la vida real que como un film, se vive a diario en el acontecer de nuestros habitantes. El macondo de ‘Cien años de soledad’ del laureado premio nobel Gabriel García Márquez, no es producto de la imaginación, es producto de la realidad y esa realidad macondiana es La Guajira.
Las posiciones subalternas están por encima de los intereses de la comunidad. ¡Qué tristeza! Es el premio del buitre, a los despojos de supervivencia. Es lo que ha venido sucediendo en los últimos años.