Por Jacobo Solano C
Hernán Mejía, excomandante del Batallón La Popa, fue noticia esta semana por su encarcelamiento y posterior libertad, concedida por beneficios que le otorga acogerse a la JEP, el anuncio de que el oficial se acogerá a la justicia transicional abre una esperanza para que se sepa la verdad de lo que ocurrió a comienzos del 2000 en Valledupar, convertido en un imperio paramilitar, después de estar cercado muchos años por la guerrilla de Simón Trinidad. Para algunos que se beneficiaron con su protección y para otros que no conocen la realidad, el coronel es un héroe, gran héroe, que convirtió al Batallón La Popa en un fortín paramilitar bajo el mando de Jorge 40, a quien casi toda la clase dirigente le rendían pleitesía, igual que a un asesino conocido con el alias de 39, se le arrodillaban y lo veían como un Dios a sabiendas de que era el peor demonio que había llegado a esta región y que después asesinaron, cuando se les salió de las manos.
Ojalá el Coronel Mejía no crea que la JEP es sólo para librarse de la condena de 19 años que le impuso un juez por sus alianzas con paramilitares y asesinatos extrajudiciales, debe aclarar, entre otras cosas: Como actuaba el siniestro grupo `El Zarpazo´; explicar en detalle quienes fueron los auxiliadores que se reunían en el batallón y en diferentes fincas de la zona a diseñar estrategias de muerte para protegerse de la guerrilla, sin importar quien cayera; que confiese si en realidad tenía un sueldo de 30 millones, según consta en un fallo de la justicia o si era un poquito más; que le cuente a los magistrados de la JEP que pasó en la Finca El Socorro en Bosconia, donde asesinaron a 19 supuestos guerrilleros en un combate y ningún soldado salió ni levemente herido; que nos diga como legalizaban las bajas de alias 39 al interior de sus filas, de los paracos que se rebelaban.
El coronel argumenta haberle cumplido al Estado que lo envió a una guerra y pregona ser un hombre de honor, cuando hay honor se reconocen los errores y en su paso por el Batallón La Popa se cometieron muchos. Aunque publicó un libro: `Me niego a arrodillarme´, entienda que esa puede ser su verdad para salvarse, pero hay otra verdad y llegó la hora de hablar, mirarse al espejo y decir la verdad verdadera para quedar a paz y salvo con la historia y con Dios, sobre todo para que algunos en Valledupar, quienes aún insisten con el tema de que los paracos salvaron la región, reflexionen sobre esa época que solo dejó dolor y muerte, degradándonos al máximo, un remedio que resultó peor que la enfermedad guerrillera.
El paso por Valledupar debió ser su peor pesadilla, más después de tantos logros en su carrera militar, llegó hasta a infiltrar a las Farc y a hacer de la inteligencia su gran fortaleza, pero ya es tiempo de un acto de contrición por todas las víctimas de una sangrienta guerra donde todos perdimos de alguna forma, es el momento de pasar esa lúgubre página que nos sigue doliendo, nos merecemos un espacio en la reconciliación, el perdón y la paz.