Era el 10 de diciembre de 2016 cuando viajando por Colombia observé que el país amaneció izando la bandera tricolor nacional para recibir el segundo Premio Nobel de su historia.
El Comité del Parlamento Noruego para el Premio Nobel de la Paz, había decidido otorgar el Premio Nobel de la Paz 2016 al presidente colombiano, Juan Manuel Santos Calderón, por sus decididos esfuerzos para ponerle fin a más de cincuenta años de guerra civil en el país. Una guerra que había costado la vida a más de doscientos mil colombianos.
La guerrilla de las Farc, alzada en armas por más de medio siglo, en la búsqueda del poder político para acabar con las desigualdades en el país se sentó con el gobierno de turno y a través de unos acuerdos suscritos en La Habana, Cuba, decidió desmovilizarse y reincorporarse a la vida civil.
Pese a que en un resultado sorpresivo los votantes colombianos en un plebiscito realizado para validar estos acuerdos, el domingo 2 de octubre del mismo año, los rechazaron, sumiendo en la incertidumbre el proceso de paz con la guerrilla. El 50,2% de los votantes optaron por el No, mientras que el 49,7% lo hicieron por el Sí.
Sin embargo, el presidente por vía del Congreso validó los acuerdos. Así, el año 2017 se convirtió entonces en el año de la esperanza para los colombianos. Fue un año lleno de mucha incertidumbre para las víctimas del conflicto armado en un país que se había convertido en prisionero de la violencia.
Muchos colombianos volvieron a viajar por el territorio nacional, se abrazaban entre sí, volvieron la mirada al campo, volvieron a soñar, a reír y a recuperar la fe y la esperanza perdida. La víspera de año nuevo en 2017 estuvo acompañada de juegos artificiales y muchas novenas y villancicos como en tiempos pasados.
No obstante, el país volvió a despertar mirando los altibajos de los acuerdos de paz entre el gobierno y la guerrilla, con mucha reserva y temores. No fueron perfectos los acuerdos, el mismo presidente así lo reconoció en una intervención presidencial, pero atrás quedaba la pesadilla de los fusiles y ahora se iniciaba la guerra de las ideas, dijo. Es mejor un guerrillero haciendo política en las plazas que disparando un fusil en las montañas, se oía decir por las calles.
Así arribó Colombia al 7 de agosto de 2017, a solo un año de terminarse el mandato de la paz. Había colombianos que junto al gobierno le apostaban a los acuerdos de paz y otros a que no quedaran impunes los crímenes cometidos por las Farc. Por lo tanto, se dividió en dos el país.
Es entonces, el 18 de junio del año 2018, cuando el país elige nuevo presidente, alzándose como ganador Iván Duque Márquez, actual jefe de Estado, quien encarnaba la oposición a los acuerdos de paz. Hoy, Colombia sigue dividida, igual que ayer, con un gobierno que le tocó bailar con la más fea como consecuencia de los rigores de una inesperada pandemia que confinó al país y destrozó el corazón de todos los sectores de la economía.
Un país donde la mayor parte de los esfuerzos y recursos se destinaron a evitar una procesión de difuntos por la ola de propagación del Covid-19.
Mientras tanto, la oposición del gobierno considera que en política social ha sido un gobierno fallido y que se rajó en cuanto a la seguridad democrática nacional. Sin embargo, el 2022 sigue siendo el año de la esperanza, pese a que es muy notorio que no se ha logrado consolidar la paz en Colombia ni implementar los acuerdos con el ELN y un millón de migrantes venezolanos se pasean por nuestro país, convirtiéndolo en un territorio de mendigos, superpoblado y agudizando una crisis social y humanitaria de más de medio siglo de guerra y de desigualdad.
El país está dividido entre quienes gobiernan y quienes se oponen y ofrecen otro modelo de gobierno, mientras el actual gobierno defiende sus tesis y políticas públicas.
Los contradictores consideran que el principal problema de Colombia es el hambre y como consecuencia, la pobreza, el desempleo y la inseguridad. Además, coinciden en afirmar que el país requiere una lucha frontal contra la corrupción y una reforma tributaria que es inminente ante un déficit fiscal de 27 billones de pesos.
Del mismo modo, afirman que es un país inseguro y con muchas estructuras criminales que dejaron como saldo 13.909 homicidios en 2021, 195 líderes sociales asesinados y 323 excombatientes, lo cual demanda mayor presencia del estado para lograr la paz.