que ojalá pudieran generar conciencia o una actuación asertiva en quienes usamos las redes y a quienes nos dan la oportunidad de publicarnos en medios escritos nuestros pensamientos y posiciones frente a algunos temas que consideramos de importancia cívica, social y política.
Y presento mis excusas por si vayan a interpretar los profesionales de la Comunicación Social y Periodismo que un médico venga a dictar cátedra de periodismo, o de ética, o de moral frente a lo que ellos defienden como la mejor profesión del mundo. Asumo que su responsabilidad ante la sociedad es como la del abogado, la del médico, la del piloto, el policía y el empleado público, que nos debemos al servicio y de ahí no deben salirse nuestras competencias. Pero que no ser Comunicador Social o Periodista no nos limita poder generar opinión, reflexionar públicamente, pero con algunos valores por delante: respeto, responsabilidad, verdad y honestidad en lo que se opine o reflexione.
Hoy y en estos momentos cuando se entra al llamado año político, se mal interpreta como el tiempo propicio para desfogar, darle rienda suelta a pasiones y emociones cuando se apoya un candidato o cuando se tiene diferencia con otros candidatos. Y como la facilidad de las redes sociales han cambiado la manera de hacer comunicación social y de ejercer el periodismo, desafortunadamente muchos han mal interpretado o nos abrogamos el derecho de poder usarlas sin control y sin temor. Eso nos ha permitido, abusivamente, ir poniendo poco a poco en el corazón de la comunicación social y el periodismo la maledicencia, la sustitución y el reemplazo de la ética y la moral, y hemos asumido las falsas noticias, las mentiras y las verdades a medias como pilares de la información y las comunicaciones.
Grave esta situación de los legos, o sea de los que no somos periodistas ni comunicadores sociales.
Pero peor, delictuoso e irresponsable cuando eso viene de quien es periodista o comunicador social. Y más, en muchos que se han especializado en mercadeo político y manejo de imágenes de personas públicas.
Es en cualquiera de las dos circunstancias, la del lego y la del profesional de las comunicaciones y periodismo, cuando la intención proterva y los intereses desmedidos llevan al uno o al otro abusar de la tecnología y usarla desconociendo su filosofía o usarla consciente y atrevidamente con el propósito de hacer daño, de quemar una imagen, de acabar con una reputación de años de buen servicio de una persona, sea del ámbito que sea, pero en esta época, son blancos precisos los miembros de la sociedad política de una región o de un país.
Es también mal usada la profesión de comunicador social y periodista cuando se está al servicio de una causa no como periodista sino como esbirro. Ahí, sin lugar a duda pierde el comunicador social y periodista su valor y se pone un nimio precio por hacer lo que no debe, pero lo hace porque le pagan para incitar, acicatear perversamente y tratar de mostrar fallas del funcionario o del adversario, con calumnias, con “fuego en la pluma” o “hiel en la boca” para incendiar, para causar desconcierto que, como la cizaña, crecerá lo torcido de su tallo y producirá lo amargo de sufruto.
Esta tierra que parió uno de los más grandes del mundo en literatura y periodismo, el inmortal Gabo, no debe ser cuna de esa forma de violencia, la de crear falsas noticias, la de dominar causando miedo, la de falsear argumentos para obtener réditos electorales o políticos y peor aún, sociales.
Hoy, cuando la oportunidad de investigar, capacitarse, poder comprobar hechos y adquirir conocimientos básicos y específicos es más fácil que hace pocas décadas atrás, es cuando la verdad, la sinceridad, la credibilidad y los argumentos francos y bien fundamentados deben dominar los debates, las campañas proselitistas y la generación de opiniones.
Quienes tenemos el privilegio de usar redes, hacer comunicación social o crear opinión o reflexiones sin ser periodista, debemos asumir la responsabilidad con nombres y apellidos y número de cédula, y no escudarse en el anonimato para despotricar y desprestigiar.
Es ahí cuando los usuarios de buena fe, los inteligentes y asertivos no debemos hacerle el juego a los resentidos, a los que creen que, con términos soeces o frases y silogismos envenenados, están apuntándose un hit. No debemos reproducir sus injurias e infundios. Lo lastimoso es que detrás de cada fantasma y pirómano social hay intereses bajos e intenciones perversas, por lo tanto, no va ser fácil desplazar ese círculo perverso y vicioso, pero de que se puede se puede. ¡Viva la Comunicación social, el periodismo y el uso de redes sociales civilizado, propositivo ycrítico, pero honesto!