Informe de Telemina Barros
Esa es una declaración poderosa y significativa. Al recordar la resistencia de Bahía Portete y renovar el compromiso con la verdad, la memoria y la justicia, estamos honrando a las víctimas y reafirmando nuestro compromiso con los valores fundamentales de la dignidad humana y la búsqueda de un mundo más justo y equitativo. Es un llamado a la acción para continuar luchando por la verdad y la justicia, y para asegurar que tragedias como esta nunca vuelvan a ocurrir.
Vuestra perseverancia a pesar de los desafíos y peligros (amenazas, persecuciones, atentados, estigmatizaciones) es admirable.
La búsqueda de justicia, verdad, reparación y garantías de no repetición es fundamental para construir un futuro más justo y seguro. Aunque el camino ha sido difícil, vuestra determinación es un ejemplo de valentía y compromiso con la dignidad y los derechos humanos. Sigamos avanzando juntos hacia un mundo donde la justicia y la paz sean una realidad para todos.
Los yanamas han sido un símbolo poderoso de resistencia y memoria en los últimos 20 años, facilitando el acceso de las instituciones al territorio y dando voz a las víctimas de la masacre de Bahía Portete.
A pesar de estos esfuerzos, la verdad sobre lo sucedido, la identidad de los responsables y las motivaciones detrás de la masacre aún están envueltas en incertidumbre.
La desaparición de personas como Diana Fince Uriana y Reina Fince Pushaina es un recordatorio doloroso de las muchas preguntas sin respuesta y la necesidad continua de buscar justicia y verdad para las víctimas y sus familias. Aunque algunos perpetradores han sido condenados, queda mucho por esclarecer y mucho trabajo por hacer en el camino hacia la verdad y la justicia completa.
Muchos de los que hicieron parte fundamental en el Proceso se han ido (Vicente, Ana, Josefa, Rosa, Silverio, Óscar, Eliecer, Eugenia, Enrique, Meta, Agustín y ahora último José Miguel).
Aquí los sobrevivimos en nuestras memorias y extrañamos; pero hoy de seguro están reunidos junto a Rosa, Diana, Reina, Margot, Alberto, Roland, Dilia, Rubén quienes hace 20 años los paramilitares los asesinaron y desaparecieron (Diana/Reina) causando ese desplazamiento masivo y daño del tejido social de la comunidad; hemos construido memoria, buscado la verdad y sobre todo Justicia recorriendo caminos y llegando a cada rincón, muchos de los que nos acompañaron ya no están pero dejaron legados en cada uno de nosotros y que a pesar de su ausencia persistimos en mantenerlos vivos.
Nosotros morimos tres veces: La primera en nuestra carne, la segunda en el corazón de aquellos que nos sobreviven y la tercera en la memoria que quizás es la última tumba, la más glacial.
Vuestra persistencia y determinación en el territorio son un testimonio vivo de la resiliencia humana y la búsqueda de justicia.
Los años pueden traer consigo enseñanzas y verdades que el tiempo nunca borrará, y vuestra lucha incansable es un recordatorio de la importancia de mantener viva la memoria y seguir trabajando hacia un futuro donde prevalezcan la justicia y la paz. En estos 20 años desde la Masacre de Bahía Portete, vuestra fuerza y compromiso son inspiradores y dignos de reconocimiento.
“Hoy seguimos en el territorio, persistiendo, luchando, algunos retornando, con la convicción que los años traen enseñanzas y verdades que el tiempo jamás borrará. 20 años de la Masacre de Bahía Portete”.
La masacre

El libro ‘La masacre de Bahía Portete: Mujeres wayuú en la mira’, del Centro de Memoria Histórica, relata de manera detallada todo lo que ocurrió hace 20 años en ese territorio.
El 18 de abril de 2004 un grupo de entre 40 y 50 paramilitares del Frente Contrainsurgencia Wayuú del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) entra al territorio de Bahía Portete en la Alta Guajira, con lista en mano y acompañados de informantes locales y otros hombres con prendas del Ejército colombiano, recorren la zona torturando, quemando, desmembrando y asesinando a sus víctimas mientras saquean las casas así como establecimientos de servicios e incluso profanan el cementerio.
La ruta del terror de los paramilitares por el territorio de Bahía Portete deja al menos 6 muertos, 4 de ellos mujeres, numerosas viviendas destruidas y el desplazamiento masivo de más de 600 personas, quienes en su mayoría se escondieron durante días entre cardones y manglares en el desierto.
Posteriormente, emprendieron la huida hacia Uribia, Maicao, Riohacha o iniciaron una larga marcha por el desierto para cruzar la frontera y buscar protección humanitaria en Venezuela. La masacre de Bahía Portete se destaca en el universo de masacres en Colombia porque sus víctimas fueron principalmente mujeres. Este fue un ataque deliberado a una comunidad indígena y a su territorio ancestral, en el que los victimarios acuden a prácticas de violencia discriminadas por género y papel social.
Con el ataque y tortura pública a lideresas mujeres, los paramilitares trasgredieron los códigos de guerra establecidos en la comunidad para tramitar sus conflictos y cometieron actos inimaginables hasta ese momento para los wayuú: atacar intencionalmente a mujeres y torturarlas públicamente. Este caso ilustra el recurso intencionado, público y diferenciado a la violencia y tortura sexual contra las mujeres por su pertenencia a un grupo étnico, su identidad y papeles de género como líderes comunitarias y mecanismo para doblegar a miembros de esta comunidad.
Los eventos asociados a la masacre de Bahía Portete respondieron a una estrategia paramilitar de consolidar el dominio militar y territorial sobre la costa Caribe y ocupar esta región. En La Guajira, esta estrategia asume rasgos peculiares si se tiene en cuenta la relación ancestral de los wayuú con el territorio, su conocimiento del desierto, su uso de las armas y de las rutas del comercio y el contrabando.
En este sentido, no se trata de doblegar a un grupo guerrillero particular sino de establecer dominio sobre comunidades dispersas con una historia de resistencia armada a los poderes coloniales y republicanos, comunidades que durante siglos han mantenido altos grados de autonomía frente al poder estatal central. La estrategia de ocupación incluyó la confrontación con la guerrilla tanto de las Farc como del ELN y EPL en la Baja Guajira y el sometimiento y asociación con estructuras armadas locales relacionadas con el contrabando y el tráfico de droga en el Departamento.
