Las cifras hablan por sí solas, y eso es lo que está sucediendo con el Covid-19 en la Alta Guajira, donde desde la administración municipal confirman la muerte de 10 indígenas en los últimos días por el virus, sin tener en cuenta aquellas que se alertan a través de los grupos de WhatsApp de las propias comunidades, y no son reportadas a las autoridades.
El virus llegó a las familias wayuú, en medio de las dificultades del entorno, que tienen que ver con lo disperso del territorio, la falta de agua potable, y para completar una vacunación que no llega que es necesaria para ayudar a salvaguardar sus vidas.
La historia no se puede volver a repetir con las familias wayuú, como sucedió hace 30 años con la epidemia del cólera, y luego en 1973 con la encefalitis equina.
Los llamados de las propias comunidades se deben atender, y en este caso el clamor es generalizado, como lo afirma la autoridad tradicional de Irraipia, David Rodríguez Viloria, quien también fue víctima del Covid-19 y estuvo 22 días en una unidad de cuidados intensivos en el municipio de Maicao, lo mismo que su esposa y quienes lograron vencer la enfermedad.
En su relato, da cuenta que por el virus ya ha perdido cuatro seres queridos, una hermana, dos sobrinos y un primo. Afirma, también que el Covid-19 ha cobrado muchas vidas en varios corregimientos de la Alta Guajira, sepultados en sus territorios en medio del silencio.
“Esta enfermedad no es ajena a los wayuú de la Alta Guajira, aquí se nos metió mucha gente y nos infectaron a casi todas las comunidades”, alertó.
Revestido de su autoridad ancestral, clamó para que el Gobierno nacional haga llegar las vacunas de una sola dosis, y se inicie de manera pronta la vacunación contra el Covid-19, como una medida para salvaguardar a los indígenas wayuú que siguen en su territorio.
“Nosotros necesitamos con urgencia del Gobierno la vacuna, y los elementos de bioseguridad para los que estamos vivos, tenemos hambre y sed”, afirmó.
A pesar de la tristeza que le invade por la pérdida de sus seres queridos, busca la forma que su lamento sea escuchado por las autoridades. “Cómo lloramos de lejos a nuestros seres queridos, cómo los lleva uno al cementerio sin la posibilidad de poderlos llorar y acompañarlos como antes que llegara este virus que sigue corriendo de comunidad en comunidad”.
Cabe recordar varias de claraciones del antropólogo Weildler Guerra Curvelo, y a quien le tocó lidiar la epidemia del cólera en 1991, cuando se desempeñó como secretario de Asuntos Indígenas departamental, al expresar que se debe aprender sobre las lecciones del pasado. Se acordó por ejemplo de la sepultura de 12 miembros de una misma familia en la comunidad de Ichitu.
En una de sus columnas publicadas el año pasado, Guerra Curvelo, recordó cuando en marzo de 1991 el país afrontaba una nueva epidemia de cólera, y en noviembre de ese año se presentó un brote inesperado en el Puerto de Bahía Portete por un barco panameño que había transportado agua contaminada en sus depósitos. En enero de 1992 ya habían sido atendidos en los hospitales 1.170 indígenas wayuú con síntomas de cólera, 19 ya habían muerto a causa de la enfermedad y decenas lo harían en los meses siguientes.
“El exceso de confianza ante el coronavirus puede ser tan peligroso como el pánico generalizado. Inexorablemente todo resquicio abierto para no cumplir con las medidas sanitarias y la cuarentena lo pagaremos con valiosas vidas humanas. Cumplamos con el distanciamiento físico con mucha cercanía emocional”, plantea.
Otra relato, tiene que ver con los muertos especialmente niños que dejó la encefalitis equina venezolana, en 1995, publicado en el diario El Tiempo por Andrés Rosselli Cock.
“En mis cinco días en La Guajira el trabajo en los hospitales y centros de salud del frente de guerra fue inagotable. Una tras otra llegaban las madres ataviadas en sus mantas típicas con sus niños de brazos, con fiebre unos, con vómito, diarrea o malestar los otros. Algunos llegaban convulsionando en lo que incluso para los especialistas en epilepsia es una imagen angustiosa. La medicina occidental es para muchos el último reducto de la esperanza. Su efectividad, sin embargo, es limitada. Poseemos poderosas drogas para cortar los ataques convulsivos, podemos bajar la fiebre y mitigar el vómito o los dolores, pero nada podemos hacer para combatir el virus causante del problema. Para ello dependemos de las defensas del sistema inmune del paciente, no siempre óptimas en los estratos pobres donde campea la desnutrición”.
Las autoridades
El alcalde de Uribia, Bonifacio Henríquez Palmar, confirmó que el virus del Covid-19, empezó a afectar a las comunidades indígenas de la Alta Guajira, y a los poblados cercanos al casco urbano.
La situación la calificó como delicada, al tiempo que teme pueda tratarse de la cepa brasileña, por lo que solicitó formalmente al ministro de Salud, investigar el tema teniendo en cuenta la condición de frontera de La Guajira con Venezuela donde se confirmó la presencia de la variante.
El mandatario, pidió al Gobierno nacional se tomen medidas especiales y de manera preferencial para contrarrestar el pico de Covid-19 que ha cobrado la vida de 10 indígenas wayuú en los últimos días, y en toda la pandemia 31, antes de que colapse el sistema de salud, pues ninguno de los dos hospitales de la región tienen camas UCI, y en La Guajira ya está la alerta roja.
Por su parte, el gobernador de La Guajira, Nemesio Roys Garzón, explicó que desde hace dos semanas, solicitó formalmente al Gobierno nacional en comunicación enviada al ministro de Salud, Fernando Ruiz, la implementación de un plan de vacunación especial y diferencial para el Departamento.
La solicitud tiene como fundamento el impacto del tercer pico de la pandemia, además del crecimiento sostenido en los últimos días en la positividad de las pruebas al igual que en las complicaciones severas reflejadas en el aumento sostenido de la ocupación de camas UCI en el Departamento.
Aseguró, que desde la Secretaría de Salud departamental y del municipio de Uribia, se traza una hoja de ruta para empezar a penetrar a las comunidades, a fin atender los casos de enfermos que se están presentando por Covid-19.
“Debemos establecer una hoja de ruta que en la zona dispersa es bastante complicado, muchas veces las personas quedan enfermas, no comunican no se acercan a un hospital por las limitaciones y lo disperso del territorio”, dijo.
Explicó, que solo con el trabajo articulado se podrá llegar a las comunidades para brindarles la atención médica y urgente que requieren y están exigiendo.