Muy a pesar de los hechos aislados que deterioraron la seguridad ciudadana, en Riohacha se reafirma que el Carnaval es mucho más que eso.
Este se ha convertido en una institución vital para la sociedad, que debería ser validado y apropiado no solo para una temporada, sino para todo el año. De él y de su cotidianidad se pueden recoger las mejores prácticas para el ejercicio de la política, la administración pública y el buen gobierno.
El antropólogo Weildler Guerra Curvelo ha venido documentando que el Carnaval de Riohacha es uno de los más antiguos del Caribe colombiano. Él se apoya en el cronista Nicolás de la Rosa (1742) al describir la expresión de jolgorio colectivo e inversión social, en una estrecha relación con las festividades religiosas de la Virgen de Los Remedios.
Por su parte, el lingüista Francisco Justo Pérez, insiste en valorar las lógicas orales, los símbolos colectivos, la capacidad de tolerancia colectiva y las instituciones, llamando a la reflexión sobre el Carnaval de Riohacha, especialmente, en el papel histórico de los Bandos de Brito y el trabajo que despliegan las mujeres durante la conmemoración.
Las órdenes que se desprenden de los Bandos de Brito, poniendo en práctica el ejercicio de la autoridad a partir del decreto “coma, beba y sea feliz”, son contundentes y de acatamiento obligatorio.
La seriedad, responsabilidad, capacidad y entrega que las mujeres desarrollan en el Carnaval, pueden aportarles elementos organizativos relevantes y éticos al ejercicio de la política y al buen gobierno, definiendo y señalando un camino a los actuales candidatos a las corporaciones públicas y aquellos que serán electos en los comicios regionales de octubre, pero que desafortunadamente se niegan a seguir y poner en práctica todos estos significativos aprendizajes que del Carnaval se derivan. De él se pueden sacar muchas lecciones, que la sociedad cada cuatro años pide a gritos.
Guerra y Pérez coinciden con el espíritu de placer y de satisfacción idealizados por Francisco J. Brito, que determina al Carnaval de Riohacha como una “asignatura universitaria” que todos deberíamos tomar y practicar.
Señalan que desde la perspectiva de los actores, la reina central además de ser agradable, alegre y saber bailar, debe merecer ser y actuar como tal. A ella se le exige dedicación, concentración en las actividades y tener un profundo conocimiento de la tradición local, es decir, demostrar experiencia, experticia y un proyecto claro de Carnaval.
La reina no se autopostula, la seleccionan después de evaluar el cumplimiento de condiciones de muchas candidatas. Solo al terminar un largo y exigente proceso, la destacan como tal. La sociedad le determina los valores que la regulan. Es de su responsabilidad mostrar una versátil, numerosa y competitiva comparsa con entrenamiento previo. Socialmente se le impone una agenda y en su cumplimiento debe ser prudente, deliberante, honesta y efectiva.
La reina central debe ser generadora de capital social y capaz de motivar la cooperación y mutualidad entre los grupos de trabajo. Los recursos económicos que se reúnen se destinan únicamente para organizar los eventos de la agenda; ellos son sagrados. Por ser autogenerados y escasos, no se admite que se gasten por fuera de los objetivos carnestoléndicos. No pueden hacerse en privado compromisos que no sean cumplibles públicamente. De los patrocinadores, solo se admite la búsqueda de reconocimientos sociales y no se les permite intervenir la agenda; si actúan deben renegociar colectivamente su presencia en la misma.
Estas características que se destacan de la mujer y su papel en el Carnaval de Riohacha, la sociedad debería retomarlas, aprenderlas y exigirlas para la elección de sus gobernantes, los equipos de gobierno y las personas que profesionalmente se desarrollan y actúan en el medio político, ya que en ese entorno se impone y se practica todo contrario.
Generalmente el candidato a una corporación pública no se selecciona, se autoproclama como el mejor, sin serlo y merecerlo. En la valoración personal no revisa ni consulta el alcance de sus conocimientos, experiencias y experticia para autopostularse, acto que realiza sin tener en mente un proyecto de región o de ciudad. Su elección depende estrictamente de la capacidad de los recursos económicos que le aportan un círculo cerrado de promotores, que posteriormente le determinan la agenda pública, volviéndola privada.
No muestra a su equipo y cuando lo hace, no trasciende su núcleo familiar extenso. No tiene una buena comparsa de conocedores o técnicos por dimensiones del conocimiento y problemáticas como respaldo. Cuando es elegido, no logra arrancar, ya que a él como a su equipo le falta entrenamiento previo. Llegan sin estudiar los temas del examen. No saben bailar en el campo de la administración pública.
Cada año la sociedad espera buenas ideas y facilidad de expresión de su reina. A ella la califican; no se admite nota diferente a excelente. Del candidato, cada cuatro años solo se espera que el CD con música vallenata hable por él. Al gobernante se le permite rajarse y sacar insuficiente como calificación.
El Carnaval lamentablemente se interrumpe y la política es permanente en la vida de los pueblos.
Con seguridad, elevaremos nuestro nivel de vida y desarrollo social, cuando en Riohacha hagamos del ejercicio de la política y del gobierno un Carnaval permanente, con base en el pensamiento de Francisco J. Brito y el trabajo arriero de las mujeres.