En la medida en que el mundo avanza los hablantes citadinos van renovando su vocabulario e insertando un conjunto de palabras modernas que conforma un determinado léxico, pero en el regionalismo se mantienen algunas expresiones que se transmiten de generación en generación, siendo lenta la renovación de las palabras que conforman su acervo expresivo, especialmente en las poblaciones de provincia.
Hoy con el Internet, le corresponde a la Real Academia Española aceptar las nuevas palabras que son del uso frecuente de la escritura moderna, pero también la RAE recoge tímidamente los modismos como expresión popular.
En la obra que nos presenta el doctor Amylkar Acosta Medina, ‘Lexicón de guajirismos’ segunda edición, es una enciclopedia que compendia las expresiones coloquiales del modismo guajiro basado en los “dichos, refranes y adagios propios e impropios de La Guajira”, insertado de forma natural en nuestra modalidad lingüística, usada con frecuencia por nuestros hablantes como una forma interna de comunicarnos y entendernos, sin que ello signifique una jeringonza para quienes no están de acuerdo con los regionalismos.
Desde la dispersión de las lenguas en la humanidad, el mundo, los países, las regiones, los departamentos y las concentraciones humanas, desarrollan de manera peculiar su propia ‘Torre de Babel’, desafiando entre sus hablantes el nivel de estudios académicos, estratos sociales, estilos de vida, posición o cargo laboral que por muy encopetado que sea el individuo al encontrarse con un paisano en cualquier lugar del mundo, jamás dejaría de pronunciar una palabra propia de las acostumbradas a escuchar y decir en el seno de su hogar, en su entorno familiar o entre sus paisanos. Por eso existe el colombianismo, el costeñismo, el guajirismo y dentro de ese mismo guajirismo está el provincianismo y el riohacherismo, y así sucesivamente.
Si la intelectualidad colombiana está proponiendo un réquiem por las palabras que enriquecieron nuestro vocabulario, que nos permitieron comunicarnos los unos con los otros y a través del tiempo se han ido desapareciendo de nuestro lenguaje algunas palabras, a usted doctor Amylkar le correspondió exhumar nuestros términos criollos y plasmarlas en los dos tomos, incluido el segundo que hoy nos presenta, porque esas palabras y expresiones aún viven con nuestro padres y abuelos, pero yo le diría que hay que revivirlas para que la nueva generación pueda entender las conversaciones y la literatura del pasado, no importa que al inicio de su interpretación le presente una situación enigmática.
Entre colombianos, costeños y guajiros estamos cayendo en una xenofobia lingüística que nos hacen bullying por la utilización de las palabras que consuetudinariamente hemos adquirido y pronunciamos con frecuencia. Por ejemplo, en el norte de La Guajira les llaman peyorativamente a los habitantes del sur ‘provinciano’, y en Riohacha quienes habitan la zona rural lo tildan de ‘mitio’, cuyo guajirismo como usted lo dice, significa “montuno, campesino”.
Pido a quienes practican la xenofobia lingüística que más bien practiquemos la xenofilia lingüística, demostrando ese amor por quienes tienen su propio acento, lenguaje y modismo.